¿Cómo pasó Stefan Zweig de «producir libros» a ser considerado un buen escritor?
En los últimos años se ha recuperado la obra del escritor austríaco, que enfocó su carrera literaria como un honesto y brillante negocio
En El Mundo de Ayer, Stefan Zweig escribió (antes de suicidarse junto a su mujer, Lotte, en 1942) sobre la vida que creía perdida para siempre tras lo que pensaba que era el seguro triunfo nazi en la II Guerra Mundial. El escritor austríaco narraba en esas memorias evocadoras para todos los tiempos la felicidad, casi se diría la perfección de sus días de juventud adoradora de los poetas, y no de los futbolistas, como Hugo von Hoffmansthal.
El Mundo de Ayer es una perfección carente de estilo que se lee con la avidez melancólica de quien mira por la ventana del tren. Quizá sea la culminación incomparable de la obra de un escritor al que le hubiera gustado ser artista, como Von Hoffmansthal, pero la ausencia de talento se lo impidió. O no. En su lugar, sin renunciar a su sueño, se dedicó a escribir sin descanso y sin fallo, con precisión matemática y volumen industrial.
El 'Libro Mayor'
Zweig fue un admirador de la virtud poética a la que siguió de cerca, por la sombra, con paciencia y esfuerzo, con la intención de que la técnica superara a la naturaleza. Y lo consiguió. O no. Si hubiera una puerta en el cielo de los escritores puros podría decirse que el autor austríaco acabó entrando por ella a fuerza de insistir, casi amontonando su ingente producción (unas 50 novelas y 20 biografías, además de obras de teatro, ensayos o sus diarios) sobre ella para entreabrirla.
Cualquiera puede convertirse en admirador de Zweig después de leer sus libros, que adolecen de la punzada más íntima y sin embargo la rodean, creando el efecto de alcanzarla con su absoluta excelencia merecedora de matrícula de honor en literatura. El Libro Mayor, que comenzó a llenar en 1932, es precisamente el mayor ejemplo de su personalidad como escritor.
Era un libro de contabilidad literaria, donde anotaba todos los aspectos numéricos de su obra. Desde la distribución o las traducciones hasta los ingresos. Con el Libro Mayor (el Hauptbuch) convirtió su actividad escritora en actividad empresarial, en el claro empeño de que sus libros y su nombre se hicieran grandes por la cantidad, quizá a la espera de que fueran reconocidos por la calidad.
Un objetivo en el que estuvieron implicadas muchas personas como en cualquier negocio. Zweig no era un poeta, pero los admiraba enormemente. Si no podía ser un poeta, o al menos un poeta mayor como Von Hofmannsthal, se iba a convertir en un escritor famoso, más famoso incluso que Von Hofmannsthal dedicándose a «lo mismo» que él.
Zweig fue un autor de éxito en su tiempo. No tanto de éxito entre sus colegas. Muchos de ellos le consideraban una suerte de advenedizo por escribir sin descanso y con voluntad de triunfo casi deportivo. Y no era del todo incierto, pues pasados los años de su vida, su nombre y su obra se sumieron en la indiferencia hasta su recuperación en los últimos años.
La «fábrica» de un intelectual
Su exacto «estilo». El gusto diáfano de hombre educado y culto que en la porfía y en el amor por el arte acaba atrapándolo. Un sacrificado montañero del arte que terminó clavando su bandera en cúspides que parecían inalcanzables, o en cumbres que él mismo construyó. Un ejemplo de afán en la sencillez virtuosa, la sensibilidad alcanzada en la admiración de los mejores con los que se codeó.
Insuperable narrador y descriptor de sensaciones y sentimientos que solo podían convertir la «fábrica» de un intelectual, documentada en su Libro Mayor, en el buen escritor (aunque menor, con su seguro conocimiento, de contemporáneos como Thomas Mann, Kafka o el propio Von Hofmannsthal) que terminó siendo.