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17 de septiembre de 2024

Álvaro Cortina, en el centro, junto al catedrática José Luis Villacañas, izquierda, y Carlos García Gual, de la RAE, en la presentación de 'El Espejo y el Oráculo'

Álvaro Cortina, en el centro, junto al catedrático José Luis Villacañas y Carlos García Gual, de la RAE

Entrevista

Álvaro Cortina: «Para Schopenhauer el filisteo es quien no siente nada al escuchar una canción sublime: un zombi»

El filósofo y escritor publica El Oráculo y el Espejo (Euroamericana), una interesantísima visión de la estética del peculiar pensador alemán a través de un lenguaje asequible

Álvaro Cortina Urdampilleta nació en Bilbao en 1983. Es doctor en filosofía por las universidades de Leiden (Países Bajos) y Diego Portales (Chile). Profesor de Filosofía en IE University y en el Real Centro Universitario Escorial-María Cristina, este es su cuarto libro. El primero de ellos, la novela Deshielo y Ascensión (Jekyll&Jill, 2013), sirvió para poner de largo su personal imaginario, que literariamente culminó, por el momento, en el inclasificable y elogiadísimo Abisal. Libro de Zonas y Figuras (Jekyll&Jill, 2021), como un Finnegans Wake español al que aún le faltara su Ulises, pero no su Retrato del Artista Adolescente. Su profesión, sus estudios, son ahora el objeto de una obra que viaja de forma misteriosa ante la sorpresa de cada nueva aparición impresa que va quedando en el camino de un gran reconocimiento por recibir. El Debate habla con él sobre la impensable figura del Schopenhauer de El Oráculo y el Espejo (Euroamericana, 2022) como el autor casi pop que se moría por Rossini.

–¿Qué es el oráculo y qué es el espejo?

El Espejo y el Oráculo es un ensayo, que versa sobre ideas, pero también puede entenderse como una narración biográfica: en la juventud, Schopenhauer elaboró una filosofía del espejo, una filosofía donde el arte y el sentimiento de resignación trágica están en el centro; después, en la madurez, se fabricó una filosofía práctica, una filosofía activa y un poco pícara, para sobrevivir al mundo.

–Los escritos breves de Schopenhauer, que podemos leer en internet, le hacen un autor de culto, incluso en esta época…

–Yo creo que es un autor bastante de culto, en efecto: ahora mismo en las librerías coinciden varias novedades de Schopenhauer. Influye mucho el apellido: Schopenhauer tiene un sonidazo que impresiona. Los escritos breves para ganar conversaciones y los de cómo hacerse respetar tienen seguidores de toda índole, pero los iniciados han de conocer El mundo como voluntad y representación. A Borges y a Nietzsche les perturbó la lectura de este libro en dos volúmenes.

–¿Qué es un filisteo?

–Un filisteo es el malo de la película para los románticos. Es el burgués, el soso, el pragmático que no siente nada de nada al escuchar una canción sublime de Roy Orbison o un librazo. Para los románticos, los filisteos están muertos. Son zombis. Hoy somos una mezcla de ambas cosas, quizá. El mundo serie de plataforma es muy romanticismo filisteizado. Somos más aburridos y autómatas de lo que nos gustaría pensar. Como sabe, Schopenhauer tiene la peculiaridad de interesarse por los filisteos. Su filosofía del oráculo es parafilistea: Schopenhauer es el romántico que se interna en territorio comanche.

Filisteo es el típico alcalde que corta todos los árboles de una plaza y lo deja todo asfaltado porque dice que así es más práctico

–¿Es la obsesión de Schopenhauer, todo lo que odia y todo de lo que huye?

–Schopenhauer era un buen odiador y un maestro del escapismo: pero su filosofía debe a su tiempo (a los gustos artísticos de su tiempo, por ejemplo) mucho más de lo que dice: en el ensayo demuestro que su olimpo (Shakespeare, Goethe, Rafael o clasicismo en arquitectura y escultura) no era algo muy original. Supongo que sí es muy singular la inclusión del operista Rossini en el pack.

–Dígame un personaje famoso actual y filisteo.

–Filisteo es el típico alcalde que corta todos los árboles de una plaza y lo deja todo asfaltado porque dice que así es más práctico: ese pragmatismo desangelante es muy filisteo. Por otro lado, ¿hay algo más filisteo que acabar con las asignaturas de humanidades porque son menos prácticas?

Portada de El espejo y el oráculo, de Álvaro Cortina

Portada de El espejo y el oráculo, de Álvaro CortinaEuroamericana

–Es fácil ser un teórico-práctico siendo un acomodado rentista…

–En efecto, Schopenhauer era un rentista. Y no sólo eso, sino que descreía de las revoluciones proletarias y burguesas de mediados de siglo XIX. Era muy Mr Scrooge.

–¿Pretendía Schopenhauer hacer del arte algo «eficaz» como Montaigne o Gracián? (¿No es esto contradicción con la idea de que el arte no debe servir para nada y con el «combate contra el didactismo»?).

–Exacto lo que dice. En el romanticismo el didactismo es lo peor: paradójicamente, el ser humano sólo mejora con el arte no didáctico, pues es el arte libre. El arte extraño e indómito: eso es lo que piden los románticos. El otro paradigma es el «arte para la vida», donde sí hay una visión menos tremenda del arte y más servil: esto es el arte del humanismo. «El arte de ser feliz», «El arte de hablar bien» son visiones del arte como algo útil, pero no utilitarista, ojo. Para los humanistas, las buenas letras son maestras de vida, para pensar y persuadir, para andar por ahí con estilo. Lo primero es Arte y lo segundo arte. En Schopenhauer conviven ambos.

Los alegoristas son legión y vienen a por nosotros, amigo. Cuando tocan a mi puerta nunca les abro

–El desinterés como medio para que aparezca lo bello, para escapar de la servidumbre…

–El desinterés es la clave de Schopenhauer. Para él es una forma de mirar el mundo: es mirarlo sin compromisos, sin la servidumbre de nuestras propias angustias. El tiempo se detiene. El trabajo cesa. Schopenhauer llamaba a esto liberación o Befreiung. Lo decía muy en serio: se ve que vivir le cansaba mucho, Mario.

–¿Por qué no le gustaba la arquitectura gótica a Schopenhauer?

–A Schopenhauer le parecía que el gótico era como aplicar los valores de la escultura en la arquitectura. Como muestro en el libro, él era un hombre de ideas fijas. Él era un clasicista en lo tocante a los edificios: para él el templo griego era la anticatedral. ¿Por motivos religiosos? ¡No! El templo es la limpieza de las formas horizontales.

–¿Es el alegorismo la visión filistea del arte?

–Dice bien: el alegorismo es lo facilón. Piense en esa gente muy ideológica: no creen en el misterio del arte; sólo lo entienden como transmisor de ideas sociales. Los alegoristas son legión y vienen a por nosotros, amigo. Cuando tocan a mi puerta nunca les abro.

–El apogeo en la tragedia, ¿qué pasó entre Schopenhauer y Lord Byron?

–Buena anécdota, pillín. Schopenhauer tenía celos de Byron. Byron era un pillador. Coincidieron en Venecia, pero no se vieron. Schopenhauer pensaba ir a visitarle a su famoso palacio. Un día, en el Lido, la chica con la que andaba a caballo Schopenhauer (en el Lido se podía montar a caballo) vio a Byron de lejos y suspiró como enamorada. Según cuenta la leyenda, Schopenhauer decidió entonces no ver a su admirado poeta inglés. Hay que decirle a Herzog que haga una película con eso.

En Schopenhauer está la melancolía, para el genio, y el aburrimiento para el resto. El aburrimiento es el motor social por excelencia

–Hábleme de la música, ¿podríamos imaginar a Schopenhauer, el viejo cascarrabias pesimista, tarareando o incluso bailando sus piezas favoritas si tuviera, por ejemplo, en su despacho, un reproductor para escuchar a Mozart o Rossini?

–Schopenhauer es el primer filósofo o esteta que pone la música por encima de todas las artes. Todos los músicos lo saben y lo agradecen. Yo no soy muy fan de su filosofía de la música: es chamanismo puro.

–«Si es sociable es que se aburre» es casi una cita para un taza filosófica de souvenir…

–Arthur fue el primero o uno de los primeros en hablar de aburrimiento. Es un mal muy clase media. En Schopenhauer está la melancolía, para el genio, y el aburrimiento para el resto. El aburrimiento es el motor social por excelencia. Te reconozco que estoy de acuerdo: ¿por qué si no todo el mundo se critica, pero, aún así, sigue quedando?

–¿Por qué no quería tener amigos Schopenhauer?

–Schopenhauer llegó a tener un amigo. En general, tenía una visión oscura de la gente: para él todo era interés y vanidad. En este punto, es muy poco clásico (Platón y Aristóteles adoran la amistad, por encima de todo).

–¿Se conocía a sí mismo? ¿Podría decirse que era un hipocondríaco intelectual?

–Schopenhauer se conocía bien; al menos, de mayor. Decía que tenía exceso de imaginación. Sobre todo, en la noche. En la juventud no fue, con todo, un modelo de ascetismo resignado.

Schopenhauer decía que la mejor época de la vida es la ancianidad

–El libro es casi Schopenhauer viviendo y mirándose al espejo y viendo a Gracián...

–Cuando está pasando un mal momento Schopenhauer se refleja en Gracián (que también era terrible) y decide navegar con él: Arthur no tuvo amigos en la vida, pero sí en los libros.

–¿Cuál es la mejor época de la vida para Schopenhauer?

–Schopenhauer decía que la mejor época de la vida es la ancianidad. Él tuvo una larga y dichosa. Esta loa a la ancianidad nos puede dejar perplejos (aunque cuenta con célebres precedentes clásicos), pero es algo muy bonito. Para Schopenhauer es el momento en el que el esteta que no ha descuidado lo material, el tipo del espejo y el oráculo, se dedica a disfrutar de su cultura.

–Dígame un personaje de la actualidad que se parezca a Schopenhauer.

–Schopenhauer era un místico, pero un burlón, un hombre de mundo y un misántropo: ¿conoce a alguien así?

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