Cuatro impensables poemas de Stalin, el genocida comunista cantado por Alberti o Neruda
Se cumplen 150 años de la muerte del dictador soviético, el paranoico que, antes de asesinar a sus rivales políticos y masacrar a su pueblo, escribió reconocidos versos
La madre de Josef Stalin, el segundo mayor genocida de la historia, pensaba que sobre él pesaba una maldición cuando era niño. Padecía sindactilia (los dedos de uno de sus pies unidos por membranas) y sufrió múltiples enfermedades. Su madre, precisamente por todo esto, creyó que su vástago estaba predestinado para ser un líder.
Ateo en el seminario
No se equivocó, aunque no fue precisamente el tipo de paladín que esperaba. Ella le dirigió al seminario que el futuro dictador aborreció. Stalin fue el hijo de una familia que hoy se llamaría «desestructurada». Casi bastardo, pobre y medio inválido, la educación espiritual fue un medio incandescente para su ateísmo. Se puede decir que era un delincuente en ciernes en su juventud airada.
Un malhechor ateo en un seminario que escribía poemas (el titulado Mañana fue hasta seleccionado para una antología infantil) y al que llamaban «Koba» (invencible), como rasgo principal y temible de su carácter. Cuando la revolución de 1917 era un bolchevique radical que iba a ir ascendiendo en el partido y en EL nuevo régimen. Cuando Lenin murió en 1924, él era uno de los «príncipes» comunistas, que comenzó a eliminar rivales, el mayor de ellos Trotsky, quien acabó asesinado en México en 1940, más de 15 años después, por el comunista español Ramón Mercader.
cuatro poemas de stalin:
- SIN TÍTULO
Por esta tierra, como un fantasma
vagaba de puerta en puerta.
En sus manos, un laúd
que tañía dulcemente.
En sus melodías soñadoras
como un rayo de sol,
se sentía la pura verdad
y el amor divino.
La voz hizo latir los corazones
de muchos,
corazones que se habían
petrificado.
Iluminó las mentes de muchos,
mentes que habían sido arrojadas
a la oscuridad.
Pero en vez de gloria,
donde el arpa tañía,
la muchedumbre le servía al paria
un vaso lleno de veneno...
Y le decían: "Bebe esto,
maldito seas,
¡que este es tu destino!
¡No queremos tu verdad.
ni tus sonidos divinos! - MAÑANA
El capullo de rosa se había abierto
y sus pétalos extendidos rozaban los de la violeta
el lirio se despertaba
e inclinaba su cabeza movido por la brisa.
En lo alto de las nubes la alondra
cantaba un himno de trinos
mientras el alegre ruiseñor
decía con dulce voz:
«Llénate de flores, oh tierra hermosa,
alegra el país de los íberos,
y tú, georgiano, mediante el estudio
lleva la alegría a tu patria». - SIN TÍTULO
El capullo rosado se abre.
Rápido se tiñe de pálido azul violáceo
Y, agitada por la brisa ligera,
La lila del valle se inclina sobre la hierba.
La alondra ha cantado con su oscuro azul
volando más alto que las nubes
mientras el melodioso ruiseñor
canta una canción a los niños. - A LA LUNA
Muévete incansable
no inclines tu cabeza
disipa la bruma de las nubes
grande es la provincia del Señor
sonríe benigna a la tierra
que se extiende a tus pies;
canta una nana al glaciar
colgado del cielo.
Ten por seguro que otrora,
lleno de aflicción, un hombre
oprimido
se esfuerza de nuevo por alcanzar la
montaña pura,
cuando la esperanza lo exalta
así, amada luna, como antes.
Stalin alcanzó a todo aquel a quien quiso alcanzar. El pueblo ruso se sacudió bajo su mandato cruel en el que murieron 30 millones de personas, muchos de ellos en la gran hambruna de los años 30. Deportaciones y campos de trabajo que terminaron con la llamada gran purga de 1937. Un holocausto intracomunista.
De él Lenin dijo, poco antes de morir: «Stalin es demasiado brutal, y ese defecto, perfectamente aceptable en nuestro medio y entre comunistas, es inaceptable en un secretario general. Por lo tanto, propongo a los camaradas que encuentren un modo de revocarlo, y de nombrar en su lugar a un hombre que no se le parezca en nada». Ese hombre que no se le parecía en nada era Trotsky, quien a pesar de huir de la URSS, no logró escapar del alcance de «Koba», que tampoco pudo ser invencible hasta el final.
Dicen que murió envenenado por sus fieles a los 74 años. Otros dicen que sus últimos hombres de «confianza» le dejaron morir mientras sufrió una larga agonía tras un derrame cerebral frente al que ninguno de ellos reaccionó, incluido el que fue su sucesor, Jruschov, el «desestalinizador» que salió victorioso después de denunciar las prácticas del criminal sin alma que un día escribió poemas (escritos en georgiano bajo el pseudónimo de «Soselo» y elogiados por el príncipe Chavchavadze, que le publicó cinco de ellos en el principal diario de Georgia) y al que también se los escribieron tan señeros líricos, también comunistas y desalmados, como Alberti o Neruda.