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07 de septiembre de 2024

Federico García Lorca por Gregorio Toledo

Federico García Lorca por Gregorio ToledoSFGP

Cinco cosas que no sabías sobre Federico García Lorca

Fue amigo de José Antonio Primo de Rivera, aficionado a los toros y no tenía ideología, ni mucho menos la que el relato ha dejado escrita

El dramaturgo e inmortal poeta, Federico García Lorca, se erige como una de las figuras más destacadas del siglo XX español. Pero, a pesar de su popularidad, hay ciertos aspectos de la vida del granadino que resultan desconocidos:

Amigo de José Antonio Primo de Rivera

El dramaturgo y el hijo de un exdictador de corte autoritario- conservador y el líder de un partido «fascista» fueron amigos. Fue una relación de amistad basada en el secretismo por la que: «Solemos salir juntos en un taxi con las cortinillas bajadas, porque ni a él le conviene que le vean conmigo, ni a mí me conviene que me vean con él» como le confió Lorca a su amigo, Gabriel Celaya. Según la investigación de Jesús Cotta en su libro Rosas de plomo, en el que analiza esta amistad, el primer encuentro entre ambos fue en casa del diplomático chileno Carlos Morla Lynch, íntimo de Lorca y admirador de José Antonio. Cotta también apunta que fue el líder falangista el que buscó el acercamiento con el poeta y mantuvo las subvenciones a La Barraca. Bajo la frialdad de la objetividad, la conexión entre ambos resulta obvia: tanto el dramaturgo como el falangista eran hombres jóvenes, románticos y con gusto por la cultura y las letras. Una amistad insólita por el maniqueísmo del momento y que fue callada por las balas.

Madrid le vio crecer y partir

El granadino aparcó sus maletas en Madrid en mayo de 1919 a la espera de que le concedieran una plaza en la Residencia de Estudiantes gracias a Fernando de los Ríos. La capital española, con sus efluvios de modernidad y sus rugientes calles separadas por la Gran Vía vieron crecer a un joven sensible, con manos ágiles para el piano y con gran talento. Sus salas de teatro fueron las primeras en concederle el estreno sus obras, desde su fracaso con El Maleficio de la Mariposa hasta su redención con Yerma. La ciudad se convirtió en suya, disfrutó de cafés con aire neocubista junto a Salvador Dalí, de tertulias literarias y de paseos interminables con Luis Buñuel. Ante el posible estallido de una contienda, el poeta en Nueva York abandonó el piso de la calle Alcalá 96 donde había dado a luz a La Casa de Bernarda Alba entre dudas. El temor ante la situación política le hizo titubear entre volver a su Granada natal o encerrarse para terminar su último drama. Lorca echó las cortinas de su compartimento del tren con destino a Granda el mediodía del 16 de julio para nunca regresar a los teatros que habían celebrado su genialidad.

Fue defendido por «camisas viejas»

Comenzada la sublevación militar, el bando rebelde se hizo rápidamente con la mayor parte de la provincia de Granada. Uno de sus amigos más íntimos, Luis Rosales le acogió en su casa el 9 de agosto, que esperaba que en su domicilio esperaba pudiera estar a salvo bajo la tutela de sus dos hermanos: José y Miguel Rosales, ambos «camisas viejas» de Falange. Pero el 16 de agosto un grupo de hombres armados bajo la dirección del exdiputado de la CEDA, Ramón Ruiz Alonso, rodearon la casa de la calle Angulo pidiendo su detención. Ruiz Alonso -cuya familia estaba enfrentada con la de Lorca- acusó al poeta de ser un espía ruso, homosexual, secretario de Fernando de los Ríos y por «haber hecho más daño con la pluma que otro con las pistolas» como apunta Ian Gibson. La matriarca Rosales intentó evitar que entraran en su domicilio ante la ausencia de sus hijos, pero no logró parar a los hombres de Ruiz Alonso que se lo llevaron detenido. Cuando José Rosales se enteró de la detención, se dirigió al gobierno civil para exigir su liberación, pero Lorca ya no estaba allí.

¿Republicano?

Aunque Lorca ha sido erigido como el buque insignia de la izquierda española y alta celebridad «republicana», el granadino nunca declaró su ideología y su muerte fue lamentada por ambos bandos. Como se puede observar en su biografía, el dramaturgo tuvo entre sus amigos y confidentes a personalidades de ambos lados de la balanza política: Dalí, Primo de Rivera, Buñuel, Fernando de los Ríos, Joaquín Amigo… y también enemigos como Alberti o Ruiz Alonso. De talante enigmático, al poeta no se le puede asimilar a la ideología de izquierdas sino se le puede destacar su compromiso con la libertad y por la destrucción de las etiquetas. En este afán, él mismo se definió en su entrevista para El Sol en 1936 como «católico, comunista, anarquista, libertario, tradicionalista y monárquico» sin dar por alto a ninguna de las ideologías del momento. Ante el ambiente bélico, el propio Luis Rosales comentó que durante su encierro Lorca estaba escribiendo una especie de cantata que rescatase a los muertos de ambos bandos, una canción de concordia que no le dejaron acompañar por su piano.

El toreo como riqueza poética

El dramaturgo escribió el Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías tras la muerte de su amigo, el torero al que da nombre el poemario, aquel fatídico 11 de agosto de 1934 a las cinco de la tarde. Aunque quizá sean más esclarecedoras sus palabras en su última entrevista en El Sol el 10 de junio de 1936:

«El toreo, es probablemente la riqueza poética y vital mayor de España, increíblemente desaprovechada por los escritores y artistas, debido principalmente a una falsa educación pedagógica que nos han dado y que hemos sido los hombres de mi generación los primeros en rechazar. Creo que los toros es la fiesta más culta que hay hoy en el mundo. Es el drama puro, en el cual el español derrama sus mejores lágrimas y sus mejores bilis. Es el único sitio adonde se va con la seguridad de ver la muerte rodeada de la más deslumbradora belleza. ¿Qué sería de la primavera española, de nuestra sangre y de muestra lengua si dejaran de sonar los clarines dramáticos de la corrida? Por temperamento y por gusto poético soy un profundo admirador de Belmonte».

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