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Thomas Jolly, director artístico de las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos de París

Thomas Jolly, director artístico de las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos de ParísAFP

¿Son los valores de la República francesa lo que se mostró en la ceremonia de los Juegos, como dijo su autor?

Thomas Jolly, director artístico del evento inaugural en París, dijo que quería hacer una ceremonia «que reafirmara los valores de nuestra República»

Los valores occidentales tradicionales no fueron los que se representaron en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París, creada por el ya mundialmente famoso dramaturgo francés Thomas Jolly. Puede que sí que fueran los valores que se quieren imponer, derribando precisamente aquellos que no se mostraron, como no se mostró a Juana de Arco entre las mujeres representativas de Francia y sí a Simone de Beauvoir para pasmo no precisamente de Triana. Pero no por incluir a De Beauvoir, sino por la ausencia de «la doncella de Orleans», la heroína que ya no representa a Francia, pero sí, por ejemplo, la celebración de María Antonieta decapitada por el terror jacobino.

«Liberté, Egalité, Fraternité» fue el lema proclamado en la Revolución francesa. Robespierre, ejecutado en la guillotina que fue antes su instrumento de muerte favorito, lo propuso, entre otros, y entre gustos y disgustos en el tiempo, como tal quedó fijado en la III República. En un principio fue «Unidad, indivisibilidad de la República; libertad, igualdad o muerte». ¡Ay!, esa muerte, ese terror que terminaron quitando para que no se les vieran los orígenes y las costuras. Pero el principio está ahí y en el principio estaba la muerte, como la muerte está en el aborto que a su vez está en la Constitución francesa como en ella se incluyó este lema en 1958: los valores de Francia.

La «fraternidad» complicada

Los imperios franceses no lo quisieron, el lema, el conjunto de la libertad, la igualdad y la fraternidad. La Historia dice que algunos preferían solidaridad a igualdad, y que la fraternidad nunca gozó de unanimidad por sus connotaciones cristianas. La cuestión era ir contra la monarquía que se había abolido y contra el clero que la acompañaba. Cualquiera diría que la República francesa del XXI, en la visión de Jolly, es la misma salvaje e iniciática de la guillotina: de hecho lo es con la aparición de la reina asesinada y ridiculizada con la cabeza entre las manos y La última cena convertida en un plantel de travestis. Todo para «reafirmar los valores de nuestra República».

Dice el progresismo, en palabras del Think Tank Terra Nova (el mismo que solo cree viable un gobierno de centro izquierda), que el lema ha cambiado su significado y que la «fraternidad» es un concepto «complicado». Esto se parece a aquello que dijo Zapatero de «la nación española es un concepto discutido y discutible». El anticlericalismo atávico de la maravillosa República francesa siempre fue un peso casi invisible como el cadáver de Dickie Greenleaf amarrado a su propio barco por error de su asesino, Ripley, interpretado por Alain Delon, un francés, en A pleno sol, la versión cinematográfica primigenia de la novela de Patricia Highsmith.

La sociedad diversa

Cualquiera diría que todas esas barcazas que recorrieron el Sena para inaugurar los Juegos arrastraban por debajo del agua el cadáver de su propio Dickie por deseo expreso del prodigio de la dramaturgia francesa Thomas Jolly. Dicen que el lema ha cambiado porque la sociedad es mucho más diversa, pero nunca la libertad, la igualdad y la fraternidad tuvieron mejor escenario para mostrarse en plenitud como en esa sociedad diversa que los «republicanos» como Jolly convierten en la menos libre, la menos igual y la menos fraterna insultando, con el cinismo guiando al pueblo, a los que dicen que no pretendían insultar.

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