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El Queen's College en Oxford

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Académicos y premios Nobel británicos se rebelan contra la cultura de la cancelación en las universidades

Se oponen a la monstruosa decisión de la secretaria de Estado de Educación de eliminar las leyes que protegen la libertad de expresión

La libertad de expresión en las universidades, los centros desde donde se expande la ideología woke por el mundo en el XXI, es el centro del debate de la cuestión sobre la que se han levantado en armas intelectuales más de 600 académicos británicos, entre los que se encuentran siete premios Nobel.

Ariete contra la cultura occidental

La recién llegada a los cargos de secretaria de Estado de Educación y de ministra de Mujeres e Igualdad, la laborista Bridget Philipson, decidió como medida de estreno suspender la legislación que protege la libertad de expresión en los campus universitarios. Las reacciones en contra de semejante aberración antidemocrática no han tardado en aparecer.

Principalmente, entre los encargados de atender el normal funcionamiento de las instituciones y del aprendizaje de los alumnos, esencial razón de ser de su existencia. Se ha puesto en marcha una campaña para devolver la situación a su estado originalmente democrático por la que se pide a la ministra que dé marcha atrás en los planes que son un auténtico ariete para derribar las puertas del castillo de la sociedad europea tal y cómo se formó.

Empequeñecer la condición humana

De momento la rebeldía son cubos de aceite hirviendo sobre los asaltantes, con la ministra a la cabeza de estos, pero se aspira a salir de los muros y contraatacar para revertir una situación distópica en su planteamiento y en su efectiva y alucinante aplicación que finalmente se ha llevado a cabo. Una ministra del Reino Unido ha suprimido la protección legal sobre la libertad de expresión, que es como destruir uno de los pilares de la democracia. De ese modo se abre el camino a la censura ideológica, a la censura de parte que es la llamada cancelación, promovida por el sectarismo y no por el derecho.

Los profesores han manifestado que esta decisión inédita y de consecuencias terriblemente desconocidas, por ejemplo, «sofocará la libertad académica en áreas controvertidas como los derechos de las personas transgénero». El Nobel sir John Gurdon, creador de la oveja Dolly, es uno de los enemigos de esta opinión que magnifica los «géneros» y la política y empequeñece la condición humana. Tan política es la decisión que pasa por encima de una ley aprobada en el Parlamento, haciendo buena y homologable, por ejemplo, la tan traída idea de la desjudicialización.

Recurso contra la decisión

Es decir, Estados «democráticos» privados por demolición de los poderes que impiden que los políticos hagan y deshagan a su antojo desde todos los puntos de vista legal o moral. Hay un recurso presentado en este sentido, y la única respuesta obtenida de Phillipson es que está dispuesta a escuchar todas las opiniones en una cuestión que no depende de escuchar opiniones, sino de respetar las leyes por el bien de la convivencia y del sentido común y de los pilares que sostienen una cultura.

El exjuez del Tribunal Supremo Lord Sumption ha advertido, según refiere The Times, que retirar la legislación equivale a una «traición a la vocación de nuestras universidades», al mismo tiempo que sostiene que los académicos que han respaldado la campaña en contra de la decisión de la ministra tienen opiniones muy diferentes sobre muchos temas distintos, «pero están unidos en su defensa del derecho a hablar sin poner en peligro sus carreras».

Cientos de académicos y estudiantes han sido acosados, censurados, silenciados o incluso despedidos durante los últimos 20 años por la expresión de opiniones legales

Lord Sumption opina que «En la última década hemos presenciado demasiados casos de académicos acosados, marginados, amenazados con procedimientos disciplinarios, obligados a autocensurarse e incluso despedidos por negarse a aceptar los clichés habituales sobre cuestiones que son materia de legítimo debate, como la identidad de género, el imperialismo, la esclavitud, la discriminación racial y muchas otras. Estas guerras contra quienes se salen de la línea marcan el estrechamiento de nuestro mundo intelectual y una traición a la vocación de nuestras universidades».

En la carta enviada al ministerio, las centenas de académicos, según informa el mismo diario londinense mencionado anteriormente, expresan que «La decisión de detener la ley parece reflejar la opinión, generalizada entre los opositores, de que no hay un 'problema de libertad de expresión' en las universidades del Reino Unido. Nada podría ser más falso. Cientos de académicos y estudiantes han sido acosados, censurados, silenciados o incluso despedidos durante los últimos 20 años por la expresión de opiniones legales. Esta situación tiene graves consecuencias para todos nosotros. La supresión de la investigación universitaria sobre los efectos de los bloqueadores de la pubertad facilitó uno de los grandes escándalos médicos de nuestra era, como deja claro el informe Cass».

«El horror, el horror...»

Dicho informe encargado a la doctora Hillary Cass, muy sucintamente explicado concluía que el aumento tan repentino de jóvenes que quieren cambiar de género en tan poco tiempo no puede explicarse únicamente por una mayor aceptación de las identidades trans, y que, por lo tanto, el uso de tratamientos médicos de «afirmación de género», como los bloqueadores de la pubertad, se basan en pruebas «totalmente inadecuadas» desde el punto de vista médico: «el horror, el horror…», hubiera escrito Joseph Conrad.

Todavía no se sabe qué va a suceder, pero el debate innecesario está abierto y hay que cerrarlo. El mundo académico se ha rebelado contra el horror y, apoyada en ese mundo académico rebelde, también la sociedad civil empieza a mostrarse cada vez más harta de las distopías gubernamentales que atentan contra la naturaleza, el sentido común y los valores en todo el mundo occidental.

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