Urtasun justifica su mentira sobre la muerte de Miguel Hernández con que su encarcelamiento fue asesinato
Cuando no se quiere rectificar un engaño, incluso a sabiendas de que lo es, ya no es empecinamiento, sino intolerancia pura
De los tiempos de los duelos y de las espadas viene la expresión «sostenella y no enmendalla». En español actual es «sostenerla y no enmendarla» que es la manera de decir que por orgullo, terquedad o sectarismo, como bien puede ser este caso, no se quiere rectificar una mentira, incluso a sabiendas de que lo es, lo cual ya no es empecinamiento, sino intolerancia pura.
El ministro Urtasun escribió en X que el poeta Miguel Hernández murió asesinado. Muchos han señalado esta falacia, incluido este periódico, pero lejos de retractarse o pedir disculpas, el responsable gubernamental de la cultura española ha sacado pecho de su patraña:
«Miguel Hernández fue encarcelado por sus ideas en las cárceles franquistas durante años. Fue allí donde contrajo la tuberculosis que le mató. Y sí, encerrar a alguien en condiciones infrahumanas hasta matarlo es asesinato».
El cinismo de la posverdad en su estado máximo. Porque no es el cinismo de mentir a sabiendas, sino además el cinismo de insistir en la mentira contra los hechos y el sentido común. Por no hablar de la responsabilidad de un gobernante. Urtasun se ha enrocado en su mendacidad como un niño caprichoso, con argumentos pueriles incluso para un niño caprichoso.
Y no solo esto, sino que vuelve a mentir, engorda la mentira de que Hernández fue asesinado, añadiendo en una premisa retorcida hasta los límites del fanatismo que «encerrar a alguien en condiciones infrahumanas hasta matarlo es asesinato», obviando todas las circunstancias particulares en un peligroso reduccionismo, y además con autoritarismo: «Y sí...», como si esta apostilla despótica e infantil certificara la verdad de su mentira.