
El filósofo francés Gilles Deleuze
El Debate de las Ideas
El deseo en Deleuze: una crítica al capitalismo desde la producción de subjetividades
Al redefinir el deseo como una fuerza productiva y creativa, Deleuze no solo desafió las nociones tradicionales de carencia, sino que también iluminó cómo el capitalismo se alimenta de nuestras pulsiones más fundamentales
Gilles Deleuze, junto con Félix Guattari, redefinió el concepto de deseo en su obra conjunta El Anti-Edipo, una pieza clave del pensamiento contemporáneo que también funciona como una crítica radical al capitalismo. Lejos de entender el deseo como una carencia o una fuerza individualizada, Deleuze lo concibe como una energía productiva, un flujo que da forma a las subjetividades y al entorno social. Esta perspectiva no solo transforma la manera en que pensamos el deseo, sino que también ilumina cómo el capitalismo se apropia y reconfigura estos flujos para perpetuar su dominio.
Deseo como producción
Para Deleuze, el deseo no es una falta que debe ser colmada, como lo planteó la tradición psicoanalítica de Freud y Lacan. En lugar de ello, el deseo es una fuerza productiva que crea realidades, conecta elementos y construye múltiples formas de existencia. Deleuze introduce el concepto de «máquinas deseantes» para ilustrar cómo opera el deseo: no como una carencia a ser satisfecha, sino como un proceso continuo de producción que enlaza individuos, objetos y contextos sociales.
Un ejemplo cotidiano de esta concepción puede encontrarse en la creación de comunidades en línea. Cuando un grupo de personas se reúne en torno a un interés común, como los videojuegos, el activismo político o la fotografía, lo que está ocurriendo es una manifestación del deseo como producción. Las plataformas digitales no solo facilitan esta conexión, sino que también modelan los modos en que el deseo se organiza y despliega.
Capitalismo y codificación del deseo
Deleuze y Guattari argumentan que el capitalismo no solo explota recursos materiales y humanos, sino que también captura y reconfigura los flujos de deseo. En este sistema, el deseo no es reprimido como en sociedades anteriores, sino canalizado y codificado para servir a la lógica del mercado. Esto se traduce en una constante producción de nuevos deseos que alimentan el consumo y mantienen el sistema en movimiento.La industria de la moda es un ejemplo paradigmático. Cada temporada, los diseñadores y las marcas generan nuevas tendencias que crean en los consumidores un deseo renovado de adquirir productos que, en muchos casos, reemplazan otros que aún son funcionales. Este ciclo perpetuo de obsolescencia programada y renovación estética refleja cómo el capitalismo captura el deseo para convertirlo en una herramienta de reproducción económica.
La producción de subjetividades
Uno de los aspectos más originales de la crítica de Deleuze al capitalismo es su análisis de cómo este sistema produce subjetividades. En lugar de asumir que las personas tienen deseos preexistentes, Deleuze y Guattari muestran cómo el capitalismo configura los deseos y las identidades a través de un entramado de discursos, tecnologías y relaciones sociales.
La cultura de las redes sociales ilustra perfectamente este proceso. Plataformas como Instagram o TikTok no solo facilitan la expresión personal, sino que también modelan lo que es deseable. Desde la aparición de «influencers» hasta la estandarización de ciertas estéticas, estas plataformas participan en la producción de subjetividades alineadas con los intereses del mercado. Al hacerlo, transforman el deseo en una fuerza funcional para la acumulación de capital.
Deseo y resistencia
Sin embargo, el deseo también puede ser una fuerza subversiva. Para Deleuze, el deseo no está intrínsecamente ligado al capitalismo; su naturaleza productiva también permite imaginar y construir alternativas. Las «máquinas deseantes» pueden conectarse de maneras que desafían las lógicas de mercado, generando nuevas formas de comunidad, economía y relación con el entorno.
Un ejemplo de esta resistencia se encuentra en los movimientos por el decrecimiento, que buscan romper con la dinámica del consumo perpetuo. Al promover estilos de vida sostenibles y comunidades locales autónomas, estos movimientos reorientan el deseo hacia formas de vida que priorizan la colaboración y la sostenibilidad sobre la acumulación material. La mala noticia es que esta idea, en principio atractiva, ha caído en manos de burócratas que parecen intentar empobrecernos a través del sentimiento de culpa hacia la mal entendida Madre naturaleza.
El deseo como campo de lucha
Para entender cómo el deseo opera como campo de lucha, es crucial reconocer su doble naturaleza: por un lado, es una fuerza que puede ser capturada y explotada; por otro, es una energía creativa que puede desbordar los límites impuestos por el capitalismo. Esta ambivalencia convierte al deseo en un terreno donde se disputan las posibilidades del cambio social.
Por ejemplo, las criptomonedas y las economías descentralizadas representan una expresión de esta ambivalencia. Aunque muchas de estas iniciativas han sido cooptadas por lógicas especulativas, también han dado lugar a experimentos que buscan redistribuir el poder económico y crear sistemas más justos. En estos casos, el deseo de independencia económica y control comunitario desafía la hegemonía del capitalismo tradicional.
Límites de la crítica deleuziana
A pesar de su potencia explicativa, la crítica de Deleuze al capitalismo también tiene sus límites. Su conceptualización abstracta del deseo y su insistencia en la multiplicidad pueden resultar difíciles de traducir en estrategias políticas concretas. Además, su rechazo a las estructuras jerárquicas puede ignorar la necesidad de ciertos marcos organizativos para articular luchas colectivas efectivas.
Por otro lado, la apropiación del pensamiento deleuziano por parte de algunos discursos neoliberales también plantea preguntas sobre su aplicabilidad crítica. Si el deseo es tan fácilmente capturable, ¿hasta qué punto es posible desplegarlo como una fuerza emancipadora sin que sea reabsorbido por el sistema?
Conclusión
El concepto de deseo en Deleuze nos ofrece un enfoque poderoso para entender la compleja relación entre subjetividad y capitalismo. Al redefinir el deseo como una fuerza productiva y creativa, Deleuze no solo desafió las nociones tradicionales de carencia, sino que también iluminó cómo el capitalismo se alimenta de nuestras pulsiones más fundamentales. Sin embargo, también nos invita a imaginar cómo estas fuerzas pueden ser reorientadas hacia formas de existencia que desafíen las lógicas del mercado.
En un mundo cada vez más modelado por tecnologías que capturan y manipulan el deseo, la tarea de repensar sus posibilidades emancipadoras se vuelve más urgente que nunca. Como sugiere Deleuze, el verdadero potencial del deseo radica en su capacidad para producir lo nuevo, para conectar lo inconexo y para imaginar futuros más justos. Tal vez, en esa insistencia en la creación y la multiplicidad, encontremos las semillas de una resistencia efectiva al consumismo voraz y al atomismo social al que nos dirigimos cada vez con más presteza.