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Rogelio López Cuenca. Desaparecido, 2014. FotografíaMuseo Reina Sofía

«El artista que no es activista está muerto», según Ai Weiwei, o la consigna sectaria para medrar sin talento

El arte contemporáneo viaja hacia dimensiones desconocidas de mediocridad y a dimensiones desconocidas de ideología

Ai Weiwei, artista chino nacido en Pekín en 1957 se hizo famoso por criticar al régimen chino con su arte. Por ello pasó 81 días en prisión en China hace más de una década y luego se mudó a Europa, donde el activismo no solo sale barato, sino que es asombrosamente lucrativo.

Ai ha dicho, desde su tranquila nueva casa portuguesa, que «artista y activista deberían ser lo mismo». Pero cuidado porque, advierte el artista que en Occidente también existe una «fuerte censura» por la que cabe preguntarse: ¿Una censura por la que te encarcelan durante 81 días? No se refiere Ai a la censura de la cultura «woke», sino a todo lo contrario.

La «hipocresía» de Europa

El artista denunció hace meses que fue censurado en varias galerías de París y Londres por criticar «la alianza entre Estados Unidos e Israel», lo cual, en el caso de ser cierto, no es censura pública, sino decisión privada de unas galerías privadas que, en el pleno ejercicio de su derecho democrático, deciden, por la razón que consideren libremente, no exponer a quien consideren libremente.

La «cruzada» de Ai Weiwei se entiende mejor cuando habla también de censura al referirse al fundador de Wikileaks, Julian Assange, preso en Londres por delinquir. La dirección de Ai se puede ver con claridad. Sabe lo que tiene que hacer en Occidente para permanecer en el candelero de los círculos «artísticos». Dice Ai, también, que en Europa se vive muy bien, pero que hay «hipocresía», asegurando que mientras Assange, un delincuente, siga en prisión, «la libertad de expresión es un chiste»: habla de un chiste con otro chiste que no hace ninguna gracia.

El artista pequinés miente directamente al decir que se rechaza a los refugiados en un ejercicio de sectarismo muy de la izquierda dominante en el poder y en el arte, mientras se encastilla en su discurso de que «El arte que puede ser totalmente libre no es arte. El arte tiene que encontrar sus propios obstáculos, y siempre que estés intentando descubrir algo nuevo, algo imposible, no puedes ser totalmente libre. En ningún sitio del mundo».

Está claro que Ai Weiwei es un artista-activista, binomio donde se suele enmascarar para cobrar importancia la falta de talento. El artista-activista suele ser un poco el artista descarado que camufla su incapacidad con la actitud. De este modo el arte contemporáneo viaja hacia dimensiones desconocidas de mediocridad y a dimensiones desconocidas de ideología que tapan aquella. El Museo Reina Sofía es un ejemplo de esto desde la dirección de Borja-Villel hasta la actual de Manuel Segade.

No es la única. El arte se diluye por el mundo en la ideología como el vino se puede diluir en agua, convirtiéndose en una bebida violentada o para niños, niños adoctrinados que consideran o considerarán arte lo que no lo es. En el arte contemporáneo hay una suicida ruptura con el arte clásico, en realidad con todos los principios del arte que lo han conformado a lo largo de los siglos.

La fealdad pretende sustituir a la belleza. La fealdad de la ideología (en la «performance», por ejemplo) frente a la belleza del arte. Ai Weiwei defiende su negociado de «arte», pero es impepinable que el artista no tiene que ser activista para ser llamado artista. ¿Acaso no fue artista Monet por pintar unos sencillos nenúfares, o Van Gogh por pintar unos girasoles? ¿Y Da Vinci por retratar a una mujer misteriosa y de sonrisa misteriosa?

Sorolla y Ai Weiwei

¿Velázquez no es artista por retratar a los reyes? ¿Tampoco Sorolla por pintar el mar? La ridiculez sectaria de Ai Weiwei se cae por su propia inanidad en el mundo y en la sociedad de la inanidad en el arte y en tantas otras cosas. Quién sabe si Ai y todos los artistas-activistas lo que no quieren es que aparezca un artista y solo un artista de verdad que les desnude para estropearles el chollo y descubrir que quienes están muertos en realidad son ellos.

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