Nueva biografía del filósofo español
Ernesto Baltar: «Julián Marías recordaba que durante la II República los partidos se definían por oposición al adversario»
Recorrer la vida de Julián Marías (1914-2005) significa emprender un viaje con un protagonista cualificado de buena parte de la Historia española del siglo XX, tanto en su dimensión filosófica como política. Este camino lo acaba de realizar Ernesto Baltar en su Julián Marías, la concordia sin acuerdo, recién publicado por Gota a Gota Ediciones
El mapa literario que Ernesto Baltar, profesor de filosofía en la Universidad Rey Juan Carlos, traza de Julián Marías nos abre una ventana a la existencia de un español eminente, que afrontó el mundo del pensamiento del mismo modo que lo hizo con la vida; con lucidez y elegancia. O como al propio Marías le gustaría decir; con decoro y pulcritud. Baltar habla de ello para El Debate.
–Marías afirmaba haber cumplido durante toda su vida una promesa infantil que se realizó a sí mismo en la más tierna infancia. ¿En qué consistió dicha promesa?
–En algo tan sencillo como no mentir. Julián Marías recordaba que, cuando tenía seis años, él y su hermano Adolfo hicieron la promesa de no mentir nunca. Poco antes de morir, con noventa y un años, cuando en una entrevista le preguntaron de qué se sentía más orgulloso, volvió a recordar esa promesa y afirmó que de lo que estaba más orgulloso es de haberla cumplido sin excepción.
–Se consideraba discípulo de la Escuela filosófica de Madrid. ¿Quiénes fueron sus principales representantes, aparte del propio Marías?
–La expresión «Escuela de Madrid» fue acuñada por Julián Marías en 1948, y pronto fue recogida en el Diccionario de Filosofía de José Ferrater Mora. Designa a la escuela filosófica de José Ortega y Gasset y sus discípulos: Manuel García Morente, Xavier Zubiri, José Gaos, María Zambrano… Formaban la Facultad de Filosofía de la Universidad Central en los años treinta. También allí daban clase otros profesores como Julián Besteiro, Ramón Menéndez Pidal, Américo Castro, Claudio Sánchez Albornoz, Miguel Asín Palacios, Pedro Salinas, Rafael Lapesa...
–Era una nómina importante.
–Julián Marías consideraba que era uno de los lugares más civilizados que había conocido en su vida y la mejor escuela imaginable de educación sentimental.
II República y Guerra Civil
–El protagonista de su biografía vivió toda la Segunda República y la Guerra Civil en la ciudad de Madrid. ¿Cuáles fueron las causas que, a juicio de Marías, condujeron a la Guerra Civil?
–Podemos destacar el proceso extremado de politización de las personas, instigado desde dos grupos minoritarios, opuestos y radicales. El resto de la sociedad se dejó arrastrar por esa polarización y no sólo empezó a sentirse perteneciente a uno de los dos bandos, sino que asumía esa vinculación de manera incondicional.
–Marías también lamentaba la frivolidad de los políticos durante la Segunda República.
–Así es, apuntaba la enorme frivolidad de los políticos, que se dedicaron a jugar de manera irresponsable con las cuestiones más graves, sin imaginar las consecuencias. Los partidos se definían por oposición al adversario y acabaron llamando «fascista» o «rojo» a todo el que les resultara molesto o antipático.
Se iba generando un automatismo, que consistía en oponerse a todo lo que viniese del otro bando, fuese lo que fuese, de manera irracional y mecánica
–No ofrece la impresión de que aquella época tuviese por característica fundamental la abundancia de genuinos demócratas...
–Otro dato importante que Marías apunta es que por entonces había en España una «inverosímil escasez» de verdaderos demócratas. No se aceptaban realmente las reglas de la democracia; tanto unos como otros sólo asumían los resultados de las elecciones si les eran favorables.
–En su ensayo La Guerra Civil: ¿cómo pudo ocurrir?, Marías hace un repaso de las causas.
–Creo que su lectura podría ser beneficiosa para los políticos de hoy, aunque el contexto histórico y europeo en el que vivimos sea muy diferente.
–Marías fue amigo y colaborador de Julián Besteiro en las últimas semanas de la Guerra Civil. ¿Cómo surgió aquella amistad?
–A principios de marzo de 1939 Marías escuchó un discurso radiofónico de Julián Besteiro en el que éste, como miembro del Consejo Nacional de Defensa de la República, llamaba a asumir la derrota del bando republicano en la guerra y a negociar las condiciones de paz con los vencedores para evitar que se siguiesen produciendo más muertes. Marías se sintió muy conmovido por sus palabras y acudió enseguida a visitar a Besteiro para ofrecerle su colaboración.
Marías se sintió muy conmovido por las palabras de Besteiro en la radio y acudió enseguida a visitarlo para ofrecerle su colaboración
–¿En qué consistió esa ayuda a Besteiro?
–Durante ese mes de marzo del 1939, Marías hizo de redactor de los textos que el Comité fue enviando a los medios, donde aparecían publicados como editoriales o manifiestos del Comité. El objetivo principal era que terminase la masacre inútil de personas y buscar la reconciliación y unificación de las dos Españas.
Postguerra
–La tesis doctoral de Marías fue suspendida en 1941 por un tribunal universitario y aprobada diez años más tarde, en 1951, con sobresaliente. ¿Qué sucedió?
–Marías decía que aquello, más que un tribunal de tesis, parecía una cheka. Desde luego, tenía todas las papeletas para salir malparado: la guerra civil estaba muy reciente y Marías era discípulo de Ortega y Gasset, quizá el pensador más odiado en ese momento por algunos sectores del Régimen. Además, el objeto de la tesis era el sacerdote francés Auguste Gratry, considerado un «modernista» por esos mismos sectores.
–Una década más tarde, algo cambió...
–Diez años después, el nuevo decano de la Facultad, Javier Sánchez Cantón, escribió un informe en el que hacía constar los vicios formales de constitución y funcionamiento de aquel tribunal, además de su improcedente resolución. Se invitó a Marías a normalizar su situación por los trámites legales y volver a presentar la tesis. El 2 de julio de 1951 el tribunal calificó la tesis con Sobresaliente y se le otorgó el Grado de Doctor en Filosofía.
–Marías no desarrolló una carrera académica en la universidad española, pero sí, en cambio, en la de EE.UU., cuando los viajes al extranjero eran mucho menos frecuentes que ahora. ¿Cómo fue la carrera profesional de Marías en el mundo académico estadounidense?
–Gracias a sus relaciones en el Instituto Internacional de Madrid le surgió la oportunidad de dar clases en Estados Unidos, en concreto en la universidad femenina Wellesley College. También impartió dos cursos veraniegos en la Universidad de Harvard, un cuatrimestre en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), un semestre en la Universidad de Yale y un curso más breve en la Universidad de Indiana. Fueron estancias más o menos breves o esporádicas, con limitaciones, pero resultaron decisivas para él. Entabló allí otras relaciones y se le abrieron más puertas: conferencias, seminarios, publicaciones... Más allá de lo académico, Estados Unidos fue para él una revelación total.
–Durante los años 40, 50, 60… ¿En qué consistió la actividad «prepolítica», que no clandestina, de Marías?
–A Marías le repugnó siempre la clandestinidad. Durante el Régimen de Franco optó por actuar siempre de manera abierta, pública, ejerciendo la libertad hasta donde fuera posible. Desde 1951 pudo publicar artículos en la prensa española. Si le censuraban algún artículo en España lo enviaba al periódico argentino La Nación, donde se publicaba íntegro.
–Sin embargo, a partir de mediados de los cincuenta miembros de las generaciones jóvenes empezaron la actividad política clandestina.
Frente a eso, Marías consideraba más eficiente centrarse en lo que él llamaba la «actividad prepolítica»; es decir, llevar a cabo acciones y actividades que pusieran los fundamentos de los cambios políticos necesarios en un tiempo en que todavía no se podía hacer política directamente. En su caso esta actividad consistió fundamentalmente en escribir artículos y dar conferencias en las que se anticipaban algunas de las ideas básicas que después configurarían la llamada «Transición».
Transición
–Marías desempeñó un doble papel importante en la Transición: como articulista y como senador. ¿En qué consistieron sus actividades durante aquellos años?
–En junio de 1977 Marías fue nombrado senador por designación real, asistió con regularidad a las sesiones del Senado e hizo los comentarios o propuestas que le parecían más adecuados sobre los textos que se proponían. Él consideraba que si pudo tener alguna influencia durante la elaboración de la Constitución fue más como escritor de artículos, que era leído por la opinión pública y por los políticos, que como senador.
–¿Qué opinaba de la Constitución de 1978?
–Cuando en enero de 1978 se publicó el anteproyecto de la Constitución, a Marías le pareció que era un desastre y escribió varios artículos en los que analizaba los puntos decisivos del texto y señalaba las cuestiones que le parecían más preocupantes. Aunque no se sintió totalmente satisfecho con la redacción final de la Constitución, consideraba que sí se habían conseguido evitar los riesgos más graves. Al menos no era un texto partidista, sino que era fruto del consenso y representaba a toda España.
Aunque no se sintió totalmente satisfecho con la redacción final de la Constitución, al menos era fruto del consenso y representaba a toda España
–Marías es heredero tanto del liberalismo orteguiano como de cierta tradición cultural católica. ¿Cuáles son sus principales aportes filosóficos?
–El andamiaje conceptual de Marías es de corte orteguiano: la razón vital, la vocación, la autenticidad, la forzosidad de la libertad humana, etc. Ortega fue su gran maestro y a él guardó fidelidad toda su vida. Decía de su propia filosofía que era «inexplicable sin Ortega, pero irreductible a él». En su Antropología metafísica (1970) Marías fue más allá de Ortega y expuso los elementos fundamentales de su filosofía más propia: la mundanidad, la condición sexuada, la razón vital masculina y femenina, el amor, los conceptos de «instalación» y «vector», la relación con el tiempo, la felicidad, la vida perdurable, etc.
–¿Tuvo otros maestros, aparte de Ortega?
–Las otras dos grandes influencias de Marías fueron Unamuno y Zubiri. Al pensamiento de Unamuno le dedicó su primera monografía. Unamuno le aportó los temas de la inmortalidad personal, la esperanza de eternidad, la interioridad de la persona, sus reflexiones sobre la muerte, el sentido de la vida, la trascendencia, etc.
–¿Sería correcto afirmar que su filosofía supone un intento de conciliar a Ortega con Unamuno?
Marías reconoce, efectivamente, ese intento de conciliar a Ortega y Unamuno. Se trataba de una labor complicada, ya que en cierto modo la filosofía de Ortega había nacido en contra de la de Unamuno. Si Unamuno había establecido una oposición total entre la razón y la vida, Ortega considera que ambas son indisolubles: la razón es una función vital y espontánea; no es posible vivir sin razonar.
Pionero de la era digital
–Las reflexiones de Marías sobre la informática resultan poco conocidas y, sin embargo, tienen enorme actualidad. ¿Podría explicarnos qué pensaba su biografiado sobre esta revolución tecnológica?
–Cuando encontré el librito Cara y cruz de la electrónica, lo primero que me sorprendió es la capacidad que había tenido Marías de anticipar ya a principios de los años ochenta, cuando todavía no existían los smartphones ni se podía imaginar la revolución digital de Internet, algunas de las cuestiones y reflexiones que a día de hoy están presentes sobre las nuevas tecnologías y que, en cierto modo, podemos aplicar a asuntos tan actuales como la robótica, el Big Data, las redes sociales o la inteligencia artificial.
Me sorprendió la capacidad de Marías de anticipar algunas cuestiones que a día de hoy están presentes en las nuevas tecnologías
–En este libro tengo entendido que Marías analiza los muchos aspectos positivos que tiene la informática, pero también reflexiona sobre sus peligros.
–Considera absurdo que una sociedad renunciara al uso de las nuevas tecnologías, pues quedaría automáticamente fuera del nivel de la época. Cuando la humanidad alcanza un nivel nuevo de desarrollo y posibilidades técnicas, se instala en él necesariamente y no hay marcha atrás.
–¿Detectaba alguna sombra en este proceso tecnológico?
–Marías destacaba la automatización del saber, la tendencia a la cuantificación, la propensión a simplificar las cosas, la reducción de la realidad humana a los modelos de las ciencias de la naturaleza, la limitación de la esfera del saber a las funciones que están al alcance de un computador, y la renuncia a la razón. Sobre todo, advertía de su posible uso como instrumento de manipulación y dominación en manos de poderes antiliberales, así como de sus efectos psicológicos sobre las personas y el posible menoscabo de las libertades individuales.
Marías afirmaba que la aceptación social del aborto era lo más grave que había ocurrido, sin excepción, en el siglo XX
–Para un hombre como Marías, que tuvo una vida tan intensa y larga, ¿cuál era, a su juicio, el peor mal del siglo XX?
Marías afirmaba que la aceptación social del aborto era lo más grave que había ocurrido, sin excepción, en el siglo XX. En los años ochenta escribió muchos artículos sobre esta cuestión y criticó cómo mucha gente que antes se había horrorizado de ello ahora lo aceptase sin pestañear por miedo a ser calificada de «reaccionaria». Basándose en su concepción de la persona y de la condición humana, consideraba que era un error plantear el rechazo al aborto desde una perspectiva religiosa, y se esforzó por fundamentarlo en razones antropológicas.