Maestros de la novela negra
La editorial Tusquets reedita los grandes títulos de Dürrenmatt para celebrar los cien años de su nacimiento
tusquets / 154 págs.
El encargo
Con motivo del centenario del nacimiento de Friedrich Dürrenmatt la editorial Tusquets ha querido reeditar las obras de este dramaturgo y novelista suizo. Entre ellos se encuentra El encargo, novela que a priori posee todos los ingredientes para contentar al lector más exigente: lectura cortita (154 páginas), ligera, con capítulos de no más de diez páginas y con un asesinato como eje central de la acción.
Confieso que no soy yo gran consumidora de novela negra. Como prueba de ello, diré que una de las cumbres del género, Diez negritos, la leí a raíz de la polémica sobre si convenía o no traducir su título a lenguaje políticamente correcto. Por otro lado, tampoco conocía mucho al autor, y si supe de su existencia fue porque una tarde un amigo me consultó si era moralmente aceptable colocar en una estantería libros de Zweig al lado de los de alguien que probablemente hubiera sentido una profunda animadversión hacia él. Ese escritor era Dürrenmatt y las posibilidades de los clichés germanos son inagotables.
El título completo de esta obra, El encargo. O sobre el observar del observador de los observados. Relato en veinticuatro frases, es el mejor resumen que podría hacerse de ella. Y si digo esto no es por modestia y porque me vea incapaz de aportar algo más brillante sobre la obra, sino porque en esas frases se condensa muy bien la esencia de esta novela.
En El encargo se cuenta la historia de una periodista suiza, la F. (yo gustaba de pensar que se llamaba Fuensanta, aunque puede que no fuera este su verdadero nombre), a la que un psiquiatra danés pide que descubra qué le ha ocurrido a su mujer, que desapareció y ha aparecido muerta misteriosamente en un país árabe.
Este embrollo, que Agatha Christie habría gestionado siguiendo el clásico patrón «Ha sido el mayordomo-Ha sido el amante-Ha sido la sirvienta en la cocina con un bate», a Dürrenmatt le sabe a poco y por ello decide añadir a la ecuación cuestiones metafísicas, filosóficas a propósito de Kierkegaard (de hecho, el autor se propuso elaborar una tesis sobre el filósofo que nunca llegó a escribir) y de intrigas internacionales para así aderezar todo con un poco de «Pero qué me estás contando, Friedrich, dime de una vez quién la ha matado».
Sería más acertado clasificar El encargo, más que como un «ensayo filosófico con misterio»
En el plano estilístico, la narración resulta llamativa por el hecho de que cada capítulo, ya sea de dos páginas o siete, está armado sin utilizar un solo punto más que el final. Aquí ha de aplaudírsele a Friedrich una valentía que me gustaría a mí haber visto en tiempos en los que cualquiera te critica en Twitter que si innovas estilísticamente es porque en realidad no sabes escribir. Sin embargo, lo que el autor consigue al echar mano de este engarce de frases es animar el ritmo lector para que así la narración avance de forma ágil y sostenida. Y no solo eso, sino que en ningún momento resulta la historia incomprensible por el hecho de carecer de pausas, mérito que ha de concedérsele al autor: hace falta saber escribir muy bien para que uno no note cómo escribes.
La narración resulta llamativa por el hecho de que cada capítulo está armado sin utilizar un solo punto más que el final
A pesar de esto, creo que el estilo narrativo del que echa mano Dürrenmatt no es su mejor aliado, ya que se hace complicado asimilar los subtemas filosóficos tan profundos y complejos que se plantean, que requieren de calma y pausa para ser entendidos, al ritmo frenético de la acción que transmite la escritura. De hecho, no tengo muy claro si sería más acertado clasificar El encargo, más que como una «novela negra filosófica», como un «ensayo filosófico con misterio». Es quizá por esta extraña mezcla que el libro me ha parecido a veces demasiado largo y a veces demasiado corto, porque los temas metafísicos en realidad resultan interesantes y sabe a poco que no se abunde con más detalle en ellos.
Con todo, y a pesar de que el libro me haya dejado un poco descolocada, hay que reconocer que Dürrenmatt sabe bien lo que se hace, juicio este que viene reforzado por el hecho de que Tusquets haya querido reeditar su obra para que así tengamos la oportunidad de volver a posar nuestros ojos sobre ella.