De Ulises y la guerra de Troya al Covid-19
El catedrático de Historia Medieval José Enrique Ruiz-Domènec nos presenta su visión de la historia del Mediterráneo, conformada por décadas de investigación, desde la mítica caída de Troya hasta la real llegada masiva de inmigrantes a Lesbos
taurus / 503 págs.
El sueño de Ulises
«Musa, dime del hábil varón que en su largo extravío / tras haber arrasado el alcázar sagrado de Troya / conoció las ciudades y el genio de innúmeras gentes / Muchos males pasó por las rutas marinas luchando / por sí mismo y su vida y la vuelta al hogar de sus hombres».
En estos cinco primeros versos de la inmortal Odisea, el poema épico atribuido al aedo Homero y compuesto entre los siglos VIII y VII a.C., se recogen los temas más importantes de los que tratar cuando se pretende hablar del Mediterráneo: la guerra, las ciudades (es decir, la política), el carácter de sus gentes (la cultura), las rutas marítimas (el comercio), y, sobre todo, la experiencia del viaje en sí misma (el espíritu), con el siempre anhelado regreso a Ítaca. Otro poema, esta vez más cercano en el tiempo, de 1911, aunque también de un aedo griego –Konstantinos Kavafis– cantaba sobre aquel viaje, aquel regreso a Ítaca, aunque con un sentido algo distinto: «Ten siempre a Ítaca en tu mente / Llegar allí es tu destino / Mas no apresures nunca el viaje». Dos poetas, separados por más de 2500 años, pero una misma historia: la del Mediterráneo, el mar en cuyas aguas y riveras se ha gestado, ha nacido y se ha desarrollado la civilización occidental.
Para José Enrique Ruiz-Domènec (Granada, 1948), prolífico escritor y catedrático de Historia Medieval de la Universidad Autónoma de Barcelona, «la historia del Mediterráneo es única y muy valiosa. Por poco que nos esforcemos la celebramos, apreciando su sutileza y su elegante trama», y es por ello que merecía «un libro nacido de una larga trayectoria intelectual». Con una prosa muy amena y ágil, Ruiz-Domènec intenta abarcar más de 3000 años de historia y cultura mediterráneas de manera sumamente sintética …demasiado incluso–, abordando no solo procesos históricos sino también hitos culturales e intelectuales, así como puntos de inflexión en el devenir histórico de este mar «en el medio de las tierras», cuya denominación debemos al gran Isidoro de Sevilla (uno de tantos hijos de la cultura mediterránea). Son legión, así, los grandes nombres que desfilan por El sueño de Ulises: de Ramsés III al emperador Heraclio, de Mahoma a Marco Polo, de Dante a Bayezid I, de Carlos V a Napoleón, de Giacomo Leopardi al citado Kavafis, de Albert Camus a Alexis Tsipras.
El volumen, divido en siete grandes capítulos, más una introducción, un epílogo, una coda y una muy necesaria nota bibliográfica conforman una visión concreta de la historia del Mediterráneo, aunque falla en el equilibrio temático. Así, por ejemplo, el primer capítulo intenta abarcar con poco éxito unos 1800 años, del 1177 a.C. al 622 d.C., en 50 páginas (tarea imposible fuera de un resumen escolar). A partir del segundo capítulo, del 622 al 1291 (¡siguen siendo la friolera de 669 años!) el reparto comienza a equilibrarse, con 49 páginas. Otra cincuentena dedica el autor al capítulo tercero, que abarca los años de 1291 a 1396, en este caso solo 105 años. El capítulo cuarto, dedicado los años 1396 a 1527 es abordado por otra media centena de páginas, uno de los más interesantes, si cabe, ya que aquí el autor sí consigue dar al lector una magnífica visión del panorama mediterráneo, para volver a un cierto desequilibrio en el capítulo quinto, con menos de 40 páginas, y que se adentra en el inabordable periodo que comienza en 1527 con el Saco de Roma para alcanzar 1815, año que vio la definitiva derrota de Napoleón y el final de la reestructuración de Europa por el Congreso de Viena (la barbaridad de casi 300 años, la práctica totalidad del mundo moderno). En el capítulo sexto, el autor aborda se vuelve al equilibrio, apretando los años 1815 a 1948 en 60 páginas, concluyendo con el gran esfuerzo final del capítulo séptimo, de 1948 hasta el 2020.
Uno no tiene por qué estar de acuerdo con la totalidad de la visión de la historia mediterránea de Ruiz-Domènec, como, por ejemplo, al seguir las tesis ya muy superadas del ilustrado Edward Gibbon, seguidas a su vez sin mucha originalidad por Catherine Nixey, en las que se afirma que las elites romanas que sustentaban las ciudades fueron sustituidas durante el Bajo Imperio por «una red perfectamente articulada de pastores provinciales, a los que llamaban obispos […] que iba sustituyendo poco a poco a la práctica del «evergetismo», el rasgo característico del estilo de vida romano», y por ello las ciudades entraron en decadencia, obviando al parecer todos aquellos estudios más que asentados desde El mundo de la Antigüedad tardía de Peter Brown que han demostrado que esos obispos no solo eran las mismas elites provinciales de antaño (como es el caso del noble galorromano Sidonio Apolinar), sino que además estos llegaron a ser obligados por ley a ocupar cargos públicos abandonados por las elites locales.
Pero de acuerdo o no con su visión de la historia, la obra merece el elogio de ser capaz de aunar la visión de un autor tan reconocido acerca de un tema tan inmenso en tan pocas páginas y con una prosa tan ágil.