'Los reyes del río': la cuenta de cornalina que atravesó el Viejo Mundo en época vikinga
Cat Jarman, bioarqueóloga especializada en el periodo vikingo, nos acerca a la espectacular epopeya escandinava entre los siglos VIII y XI desde Inglaterra hasta la India a partir de una (aparentemente) insignificante piedra semipreciosa
¿Qué sabemos de los vikingos? Lo cierto es que bastante poco. Ni siquiera los llamamos como ellos mismos pudieron autodenominarse. ¿Vikingos, nórdicos, varegos, suiones, gautas… rus? Según un antiguo documento datado en la década del 880 un tal Óttarr (Ohthere en inglés antiguo) le dijo al rey de Wessex, Alfredo el Grande, que procedía de Norðveg, algo así como «el camino del norte», de donde devendría el nombre actual de Noruega (Norway, «camino del norte»). Lo más seguro es que estos pueblos escandinavos a quienes llamamos «vikingos» no se consideraran parte de una única colectividad, sino que se dividirían en numerosos grupos, clanes, pueblos, etc., con distintas formas de organización, más o menos sofisticadas. Y de hecho, cuando se sintieron parte de un todo mayor, los reinos del Occidente lo sintieron profundamente.
En cualquier caso, sabemos más bien poco de los llamados vikingos, y lo poco que sabemos (o creemos saber) se reduce, como señala Cat Jarman, a las teorías historiográficas tradicionales: que aparecieron en el horizonte de Lindisfarne para atacar salvajemente a los desprevenidos monjes en 793, que a esto siguieron décadas de incursiones relámpago, que a esto siguieron las conquistas políticas y los asentamientos de población en las Islas Británicas, que a eso siguió, entre el 865 y el 870, la presencia del llamado «Gran Ejército» en Inglaterra, etc. El «Gran Ejército», que había conquistado Repton, en el reino anglosajón de Mercia, en el 873, era lo que ocupaba la principal investigación de Jarman. Hasta que, en 2017, algo lo cambió todo.
La cuenta de cornalina (una piedra semipreciosa con un color rojo-anaranjado) hallada en una tumba vikinga en Repton (actual Derbyshire, Inglaterra) en los años 80 del pasado siglo no pasó de lo anecdótico. De hecho, pasó sin pena ni gloria. Como cuenta Cat Jarman en su magnífica obra Los reyes del río. Una nueva historia de los vikingos desde Escandinavia a las Rutas de la seda, que Ático de los Libros ha traído al castellano, el pequeño objeto fue catalogado y guardado, y nada más se supo. En 2017, sin embargo, la cuenta llegaría a manos de Jarman, iniciando así un extraordinario viaje que, tanto en el tiempo como en el espacio, se recoge en este libro.
ático de los libros / 336 págs.
Los reyes del río
El análisis de la cuenta de cornalina y del contexto arqueológico en el que fue hallada arrojó interesantes datos: se había encontrado en el estrato correspondiente al siglo IX, y se sabe que estas cuentas estuvieron de moda entre los vikingos entre los siglos IX y X, procediendo originalmente de la India, nada más y nada menos. La división tradicional entre «vikingos suecos», especializados en el comercio con Oriente, y los «vikingos daneses y noruegos», más dados a las incursiones relámpago en el Occidente, se venía abajo: «¿qué hacía una cuenta de cornalina de Oriente o Asia en el Derbyshire rural del siglo IX?», se pregunta Jarman en el prólogo. De querer dar respuesta a esa pregunta nace este libro.
Los objetos, el contexto arqueológico, puede contarnos mucho más sobre una civilización como la vikinga que los textos, a los que también recurre Jarman, y que pueden dividirse en dos grandes grupos: los que escribieron otros sobre los vikingos en la época vikinga, pero generalmente hostiles, como las crónicas de viajeros árabes o monjes anglosajones y carolingios; y los que escribieron los vikingos de sí mismos, pero en clave legendaria y varios siglos después: las eddas y las sagas.
Por ello son los objetos y la arqueología los que hilan de manera extraordinaria la narrativa de esta obra, sumamente alejada del tedio: cada capítulo va encabezado por un objeto significativo de la cultura vikinga (un martillo de Thor, unos dírhams del califato abasí, clavos de barco por doquier, un Buda de bronce altomedieval en la remota isla de Helgö, una curiosísima figurita de ¿una valkiria?, etc.) que además establece una ruta desde Repton, en el Occidente, hasta Guyarat (epílogo), en el Oriente. Impresionará sobremanera la perspectiva tan amplia que presente Jarman de cómo los escandinavos tendieron una inmensa red comercial, social y política por todo el Viejo Mundo, colonizando las orillas de los ríos de la Europa oriental desde Estonia hasta el Mar Negro (de ahí el sentido del título), fundando ciudades como Nóvgorod o Kiev, luchando contra y para los emperadores bizantinos, y un largo etcétera. Sin duda, uno de los mejores títulos que ha llegado a las librerías de nuestros barrios este año.