Asesinato en el Hotel Paradise (V)
Narrar la investigación de un crimen como si estuviera viendo dibujitos
1 de agosto, 21:00h
Silvia despedía a Gloria Hueto, reconocida influencer en Instagram y TikTok cuyo día a día consistía en hacer visitas culturales, relacionarse con el resto de las personalidades, dar fiestas y causar revuelo dentro de las redes sociales. Esto último la había catapultado al éxito. Había aumentado cinco mil seguidores por sus grabaciones durante las dos horas que la inspectora Rodríguez había conseguido retenerles en el salón Aranjuez, en vano, convirtiéndola en menos de un día en una de las influencers culturales más seguida de España. Ella misma se había permitido cogerse una suite en la azotea del hotel para hospedarse durante una semana y competir contra periodistas y policía por adivinar antes que nadie el rostro del asesino.
Ella no era sospechosa, pero sí había tenido que proporcionar todo el material gráfico a las autoridades para que fuera examinado.
–Se queda a narrar la investigación de un crimen como si estuviera viendo ‘dibujitos’. ¿Cómo se puede banalizar tanto un asesinato? Ha hecho encuestas para que los usuarios voten quién piensan que es el asesino. Su única base es la opinión y ya hay expertos anónimos en internet que afirman tener al asesino –soltó irremediablemente después de que Gloria entrara con una maleta recién hecha de su casa dispuesta a pasar el resto de la semana en el Paradise con una sonrisa de oreja a oreja.
Ángel se encogió de hombros con una media sonrisa mientras, lija, cubo y brocha en mano, se disponía a dar unos retoques a las habitaciones vacías que Wagner dudaba llenar en los próximos días. Desde la entrada, ambos acaban de dispersar al grupo de periodistas que se habían agolpado en la Castellana para conseguir alguna declaración de la policía o de Ludwig Wagner.
–Es fácil opinar sobre una melodía sin conocer las notas que se unen detrás. Ahora todos juzgan lo visible y se olvidan de lo que esconde, de las mentiras y de la realidad que existe detrás de una foto en Instagram –murmuró reflexivo–. Si no fíjese que ninguno de los que iban a pasar esta noche en el hotel han pedido el traslado.
Silvia asintió poco convencida. Por ahora debía centrarse en seguir la investigación. Además de las fotos y vídeos que habían tomado los participantes a la velada, había pedido un registro de las cámaras. Según la forense, Calisto probablemente conociera al asesino, ya que el cadáver no presentaba ningún signo de violencia. Debido al ataque, certero, directo a la tráquea, el asesino sabía lo que hacía, era ágil y probablemente se acercó lo suficiente como para atestarle el golpe en unos segundos. Tuvo que entrar y salir en escasos 10 minutos antes de que se cruzara con Julieta y Ludwig. La mayoría de los vídeos hechos por los participantes de la inauguración enfocaban al exdirector del Paradise, alguno hacía un paneo por la estancia, pero acababa antes de que diera tiempo a observar si alguien se levantaba de su sitio.
Había dejado a su equipo que analizara los vídeos, fotos y las noticias que habían salido de parte de los periodistas que se habían reunido en el hotel. Cuatro de ellos habían reservado otra habitación. Además, habían llevado al laboratorio el registro de las cámaras por si la nitidez aclaraba la oscuridad de los fondos, desvelando alguna pista.
Entre tanto, ella se disponía a tirar del hilo a Ludwig. Florencia, la pianista, le había escuchado discutir severamente el día anterior. No sería la primera vez que una amenaza por el negocio familiar acababa en un suceso trágico.
El despacho de la directiva era amplio y acogedor. De colores camel y muebles en tonos cobrizos y acogedores. Un despacho sofisticado lleno de estanterías que se camuflaban con la pared.
Ludwig estaba sentado donde horas antes hubiera estado su hermano. Seguía con un porte rígido, en guardia, con esa delgadez fría en el rostro y en el cuerpo que conmovía.
–Le voy a ahorrar el interrogatorio, inspectora Rodríguez. Yo no fui. Pero no me faltaban razones.