Asesinato en el Hotel Paradise (XVI)
Gloria Hueto era diferente a como Óscar la imaginaba
2 de agosto, 18:00
Gloria Hueto era diferente a como Óscar la imaginaba. No cumplía el estándar de la influencer perteneciente a las seguidoras de los cánones de belleza, con una cuenta rebosante de fotos suyas en bikini de viaje en Las Bahamas, si bien la joven llamaba la atención. Tenía veinte años, era una mujer de curvas generosas, pelo oscuro corto y lacio y con dos gafas grandes de pasta por delante de dos ojos de color miel que les escrutaron nada más entrar en la puerta.
De nuevo, el embellecido habitáculo le hizo replantearse aderezar la suya de alguna forma, colocando como Hueto unas delgadas líneas de luces de neón que rodeaban el techo. A estos le acompañaban varios focos de pie enchufados al lado de su portátil junto a dos amplias pantallas.
–Buenas tardes, Vicente. ¡Vaya! Si viene Óscar González.
A este le inquietó que supiera quién era. Se obligó a sonreír a modo de saludo.
–Esperábamos que pudieses hablarnos sobre toda la parafernalia que te traes con las redes. Está todo el mundo pendiente de lo que cuelgas y ni que fueras el Papa, es increíble.
Óscar engulló una carcajada. Vicente disfrutaba de un don de ocurrencia con el cual criticaba claramente lo que le diera en gana.
Gloria sí se rio hondamente y les invitó a sentarse en el borde de la cama, que había convertido en sillón con un cubrecama verde a modo de asiento y dos cojines blancos mullidos como respaldo. Estos cumplieron mientras ella tomaba asiento en una silla de ruedas que posiblemente hubiera traído de su casa.
«Tanto lío por una semana», pensó Óscar.
–Imagino que receláis de mi trabajo así que dejadme que lo especifique antes de entrar en detalles, pues solo trato de crear contenido interesante para mi audiencia. Además de eventos culturales si algo aman mis seguidores son los misterios. El quid de esta ocasión es que les he regalado un misterio real para que ellos resuelvan. Yo actúo como sus ojos, oídos y en ocasiones les doy pistas sobre por dónde considero que debe ir la investigación. Hablo con los huéspedes, justo como vosotros, y entrego mi información a mis followers. Todo a tiempo real, por lo que gano la carrera a los medios, que por supuesto, tardáis algo más en elaborar vuestras piezas…
–Porque contrastamos la información. No decimos lo primero que se nos viene en gana, al menos no generalmente. ¿Eres consciente de los riesgos que tienes al compartir esa información?
–Podrías recibir denuncias por difamación –añadió Óscar.
–¿Por grabar en un sitio público? Entiendo que mi audiencia recibe una visión sesgada por mí, pero sigue siendo igual de válida que el resto. Estamos ayudando a esclarecer el caso.
–¿Con ataques cibernéticos de miles de personas al director del hotel solo por una sospecha? –volvió a saltar Óscar.
–Si las sospechas resultan falsas, desaparecerán.
–¿Crees que es ético? –repreguntó Vicente.
–¿La vida es ética? Estamos hablando de justicia.
–¿Y si el caso queda abierto mucho tiempo? Sería ajusticiar a una persona durante meses, con las consecuencias que puede acarrear para esta y, en este caso, su trabajo.
Gloria sonrió.
–En caso de que se alargue, está jodida, sí. Pero no es problema mío. No soy yo quién anda detrás de esos juicios prematuros, es el escudo que ofrecen las redes. El anonimato hace que sea mucho más fácil hacer daño sin que nadie te pille.
Óscar arrugó la nariz y no pudo dejar de lado el oscuro pensamiento de que el asesino podría ser uno de esos tantos que comentaba señalándole entre los sospechosos. Llegó al pasillo de su habitación y se topó con el rojo de un vestido que ya reconocía. Su sobresalto se tornó en preocupación al ver el rostro de ella.
–Floren, ¿estás bien?