'La Reconquista contada para escépticos': manejo arbitrario de fuentes y recreaciones fantasiosas
A pesar de los buenos y abundantes mimbres documentales, y de la amplitud de temas, la última entrega de Eslava Galán de «contada para escépticos» adolece de falta de rigor y matices
Eslava Galán (1948) es un autor bastante veterano y fácil de encontrar en las librerías. Ha publicado en torno a 90 libros; grosso modo, por cada libro de ficción, escribe dos de ensayo —muchos de corte histórico. En 1987 su novela En busca del unicornio ganó el Premio Planeta, y durante los últimos años su ritmo de publicación ha incluido una serie de libros que se titulan «para escépticos»: La Biblia contada para escépticos (2020), La conquista de América contada para escépticos (2019), La Segunda Guerra Mundial contada para escépticos (2015), y así. Dentro de esta manera de abordar la historia, se puede incluir El catolicismo explicado a las ovejas (2009), que, según la página web del autor, explica «la creación de Jesucristo para justificar la llegada del Mesías, y la formación de una Iglesia perseguidora y enriquecida a costa de sus fieles». Otra obra de características similares sería El fraude de la sábana santa y las reliquias de Cristo (1997), en donde sostiene que «los Evangelios no son en absoluto fiables; son narraciones muy manipuladas».
Como en otras ocasiones, La Reconquista contada para escépticos es fiel a su título. Se dirige a personas que se deleitan observando la historia de la forma más prosaica posible, y, si es posible, negando la veracidad de cuanto hasta el momento se suponía. Por ejemplo, se percibe condescendencia en el autor, cuando dice: «querido lector, insisto en que la famosa batalla [de Covadonga], caso de que se produjera, no pasó de ser una escaramuza menor que los cronistas de Alfonso III exageraron casi dos siglos después». Y aclara: «la perdición de España vino por el estupro del rey Rodrigo a la hija de don Julián, y la salvación de España comenzó por estupro de Munuza a la hermana de Pelayo … Culito que veo, culito que deseo».
planeta / 416 págs.
La Reconquista contada para escépticos
La manera como se desarrollan bastantes episodios funciona a base de recreaciones del todo imaginativas, y a veces groseras, que tienden a cargar las tintas gratuitamente, lo que resta credibilidad a una exposición que, en no pocos casos, adolece de simplismo, como el capítulo sobre la mozarabía de la Córdoba de san Eulogio. De igual modo, al procurar situar el inicio de la época almorávide, alude a Ibn Yasin, «al que hemos de imaginar alto, desgarbado, raída chilaba, atezado, nariz aguileña … y olor a choto y a sobaquina rancia». La reiteración de este recurso podría considerarse una de las características más específicas del libro. Al mismo tiempo, el espacio que Eslava Galán dedica a este tipo de excesos no lo ocupa la necesaria contextualización de todo orden.
En este sentido, otro episodio muy llamativo es el dedicado a la mujer, donde sus aseveraciones llegan a alcanzar cotas de la más grotesca y delirante leyenda negra, pues asegura que en la Edad Media se practicaba el «reiterado infanticidio en las neonatas». Afirmación que ya habría resultado más que discutible, de quedar referida a la Antigüedad gentil.
Prosigue el autor: «la prostitución [era] una actividad aprobada e incluso fomentada por la Iglesia», tras señalar: «la mujer medieval era víctima de la tradición misógina que hunde sus raíces en la Biblia». Añade Eslava Galán: «existían varias clases de prostitutas; la superior era la de las amancebadas». Puesto que las Partidas de Alfonso X (4.14.2) regulaban el concubinato —hoy su equivalente, con muchos matices, serían las «parejas de hecho»—, demuestra poco rigor esta equivalencia chata entre barraganería y prostitución. En los fueros medievales, la barragana y sus hijos eran los herederos legítimos del hombre con el que convivía —que debía ser soltero y no clérigo. Huelga aclarar que la Iglesia consideraba este tipo de relación como vida en pecado mortal. Pero de esto no habla Eslava Galán.
Y, precisamente citando a las Partidas de Alfonso X (3.6.3), este libro critica que «a las mujeres les estaban prohibidos los oficios relacionados con la justicia, como abogado y procurador». El problema estriba en que Eslava Galán sólo ofrece parte del texto alfonsí; la parte omitida de la legislación medieval tampoco permite el ejercicio de la abogacía a los ciegos, si bien admite que una mujer o un ciego pueda ejercer libremente de abogado en su propia defensa.
Hay una serie de capítulos en que el autor, con sólido acopio documental, sí procede con fluidez y rigor, como al señalar que la percepción de Reconquista —no tanto, eso sí, esta palabra exacta— existía en la propia Edad Media, o como cuando indica que la genética y la historia muestran discontinuidad entre la actual población española y la población andalusí y mahometana de los territorios reconquistados. Quizá la bibliografía y su arbitrario manejo ayuden a entender la mecánica de este libro. Aunque aparecen atinadas referencias bibliográficas modernas y de fuentes medievales, Eslava Galán no ha incluido a Américo Castro, ni a José Orlandis, y apenas a Luis Suárez Fernández. Sorprende que el autor cite a Eva Cantarella y su obra sobre sexualidad en el mundo antiguo, para añadir imaginarias palabras a un personaje medieval. También choca que maneje una edición inglesa de la obra de Ibn Jaldún, en vez de la española de Almuzara (2008).