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Portada de «El eco pintado» de Óscar Martínez

Portada de «El eco pintado» de Óscar MartínezSiruela

'El eco pintado': el placer de la contemplación y la riqueza de las imágenes

Óscar Martínez nos invita a un particular viaje por la historia de la pintura, sin límites espacio-temporales, abriéndonos a un sinfín de discursos paralelos capaces de llevarnos por los más insospechados vericuetos a partir de la contemplación de una veintena de obras maestras

Excepcional. Este es el calificativo que, a mi juicio, define El eco pintado como propuesta de una mirada nueva, abierta a grandes horizontes, desde la concreción de un elenco de pinturas cuidadosamente seleccionadas por el autor. Ante nuestros ojos asoman El Greco, Holbein el Viejo, Sofonisba Anguissola, Velázquez, Zurbarán, Millais, Manet, Van Gogh, Gauguin, Picasso, Malévich…

Una historia ininterrumpida, tejida con el hilo de la metapintura, de las imágenes que incluyen, a partir de estampas, mapas, fotografías, tejidos, del reflejo de los espejos, o del recurso del «cuadro del cuadro», significados que van más allá de su apariencia inmediata.

Podríamos hablar, en palabras de Erwin Panofsky, de los «simbolismos disfrazados» que encubren las obras de arte cuando las estudiamos con detenimiento.

Pero Óscar Martínez va más allá de un planteamiento teórico, no trata de descifrar códigos, no habla únicamente de lo que ha leído e investigado sobre cada uno de los cuadros, sino que, ya en la selección de éstos, parte de su experiencia personal, del estupor que pinturas tan diferentes como El matrimonio Arnolfini (Jan van Eyck, 1434) o La llave de los campos (Magritte, 1936) le han causado. Una impresión derivada de la contemplación directa de las mismas, ya que, en todos los casos, el autor se ha conmovido estableciendo un diálogo único y directo con cada tabla o lienzo. Óscar Martínez revive en estas líneas sus muchos viajes, su primer encuentro con piezas, como Mariana de John Evert Millais o Un bar en el Folies-Bérgere de Manet, que sorprendió al autor en los muros de una galería descubierta entonces, casi por casualidad, la Courtauld Gallery (Londres).

Portada de «El eco pintado» de Óscar Martínez

siruela / 280 págs.

El eco pintado

Óscar Martínez

Y además comparte una vivencia única para los amantes del arte, la posibilidad de descubrir nuevos matices ante obras que ya hemos visto y explicado infinidad de veces… y que nos siguen asombrando igual, o más, que el primer día. Y es precisamente este sello personal el que hace que este libro sea diferente a cualquier otro escrito sobre Historia del Arte.

Óscar Martínez convierte su escrito en un particular museo, amenizado con los microrrelatos que construye desde sus propias reflexiones. Esta pasión del autor por las imágenes se transmite al lector a partir de una prosa ágil, entretenida, didáctica y muy bien escrita, no dirigida únicamente a expertos en Historia del Arte, sino que, probablemente, los profanos en la materia se sientan llamados a la búsqueda de una mayor información sobre las pinturas que se desglosan.

No se busca un análisis técnico de las mismas, sino que las imágenes parecen el pretexto ideal para contextualizar a sus pintores, haciéndolos próximos al lector, planteando a su vez discursos paralelos, entre los que únicamente destacamos: el gusto coleccionista de los reyes hispanos; la reinterpretación de la antigüedad a partir de mapas, documentos, o relatos mitológicos; el papel de las mujeres en la pintura desde la antigüedad griega, sacando a la luz a Helena de Egipto; el simbolismo del color; las anamorfosis en las pinturas; la rivalidad entre la fotografía y la pintura…

Numerosos argumentos capaces de entablar diálogos entre realidades aparentemente antagónicas, como Las Hilanderas de Velázquez y El manifiesto futurista de Marinetti (1909), la estructura pintada por Roy Lichtenstein (1973) y los frescos de Giotto en Asís, las vidrieras góticas de la abadía parisina de Saint Denis con la paleta cromática del prerrafaelita Millais a mediados del siglo XIX, o el relato del Juicio de Paris y la vanidad que despiertan actualmente los like a las fotografías de las redes sociales. Estos planteamientos exigen un vasto conocimiento interdisciplinar, revelan la vocación del autor como licenciado en Bellas Artes y profesor de Historia del Arte, con un recuerdo siempre agradecido a sus maestros en la Facultad.

En su riqueza interpretativa Óscar Martínez no busca cerrar enigmas, consciente de que quizá únicamente Velázquez podría desvelarnos lo que pinta en Las Meninas, o de que es mejor no predisponer al espectador en su particular experiencia ante una obra de arte. Sus numerosos registros escritos quedan atestiguados en este libro, donde se convierte en cronista histórico, relator de viajes o sesudo historiador e iconógrafo. El autor termina agradeciendo a sus lectores que le hayan acompañado en su viaje por la historia de la pintura, si bien somos nosotros los afortunados de haber tomado su mano para disfrutar del saber desde la conmoción y la belleza.

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