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François Mauriac

François Mauriac

'Thérèse Desqueyroux': armonía de fondo y forma

El gran autor francés reaparece en el mercado español gracias a una excelente edición de su obra más célebre. Cuando la compasión es la gran protagonista

Llega a mis manos una flamante traducción de François Mauriac y no puedo más que sorprenderme. Hacía muchos años que no oía hablar de un autor que tuvo sin embargo una fama extraordinaria en la segunda mitad del siglo pasado. Y no es para menos pues obtuvo el Nobel en 1952. Sin embargo, tal vez por el calificativo de «autor católico», su figura sentó mal en los años contraculturales y su presencia fue poco a poco relegada a librerías de segunda mano y a ediciones polvorientas y descuadernadas que tan poco invitan a leer.

Portada de Thérèse Desqueyroux

Trotalibros (2024). 157 páginas.

Thérèse Desqueyroux

François Mauriac

Es por eso que es una gran noticia esta nueva traducción de su libro mejor valorado, Thérèse Desqueyroux, a cargo de Anna Casablancas, y una cuidada y moderna edición por parte de Trotalibros, acompañada además por un excelente prólogo de Fernando Bonete, pues devuelve al autor el brillo que se merece.

Leer Thérèse Desqueyroux casi un siglo después de su primera edición (1927) aporta muchas sorpresas. Desde el punto de vista narrativo sigue la estela de los grandes renovadores de la novela de la década: Proust, Woolf, Joyce… Sin que por ello maltrate al lector con lecturas imposibles. Mauriac se mueve entre la tercera persona omnisciente y una primera con abundante monólogo interior. Logra así acercarnos al multiperspectivismo, esencial en una obra que aspira a mostrarnos una realidad en toda su complejidad.

La novela comienza con todo el pescado vendido. El lector se encuentra con el conflicto resuelto antes de empezar el libro y solo le queda la búsqueda de sus causas y consecuencias. La protagonista, Thérèse, ha intentado asesinar a su marido con cloroformo. El caso es desestimado a pesar de las evidencias, por lo que sale libre. Tanto la influente familia de su marido, como el propio padre de Thérèse, terrateniente con aspiraciones políticas, están de acuerdo en que lo mejor es ocultar el escándalo y para ello deben liberar a la aspirante a asesina de su crimen. Thérèse es sin embargo relegada a la prisión social y a la condena pública.

Mauriac conoció un caso muy similar en su juventud y se ve que lo rumió durante años pues esquiva la anécdota, el asesinato en sí, para enfrentarse a las motivaciones y sus consecuencias. Como bien señala el prologuista, el autor hace suya la famosa frase adjudicada a Flaubert cuando menciona que él es Thérèse, siendo en realidad todo lo contrario. Aquí tendríamos que hablar sobre su denominación como novela católica, que en su sentido más profundo comparto. Thérèse Desqueyroux es un libro que, frente al tópico, no tiene ni curas ni cardenales, tampoco hay grandes redenciones, ni siquiera encontramos buenas personas. Su catolicidad estriba, en mi opinión, en la presencia de la compasión entendida en su sentido más etimológico de «sufrir con». Con la neutralidad del narrador contemporáneo, Mauriac nos presenta a una mujer expuesta en sus propias complejidades mediante el mencionado multiperspectivismo. No hay condena de sus actos, siendo condenables per se. No encontramos juicio a la asesina, sino compasión hacia el alma herida. La compleja personalidad de Thérèse envuelve poco a poco al lector, hasta el punto de que termina compartiendo su dolor, su vacío y su búsqueda desesperada de sentido vital. Termina el libro y la protagonista no abandona al lector, que se pregunta qué será de su vida. Tal vez por eso Mauriac, acuciado por sus lectores, se vio obligado a continuarla en otras novelas. Para mi gusto, ese final tan abierto en la trama pero tan cerrado en su interior, es el final perfecto.

Un aspecto interesante del libro es la presencia constante pero sutil del paisaje. La novela está localizada en las Landas, una región deshabitada y algo inhóspita de la Francia atlántica, abundante en pinares y brezos. Lo que al principio parece simple localización, y luego trasunto de la desolación en que vive Thérèse, va adquiriendo protagonismo hasta culminar en un pensamiento melancólico de la protagonista hacia el final del libro, una vez que vive en la cosmopolita París, liberada de familia y juicios públicos.

Tendríamos que remontarnos más de una década para ver otra novela de Mauriac publicada en español y es una pena que perdamos la bibliodiversidad que nos aporta el autor francés. La publicación de este libro es una buena noticia, y aun sería mejor si su publicación no fuera un hecho solitario sino que constituyera la primera de una nueva vida para el resto de su obra. Los lectores y los editores astutos tienen la última palabra.

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