Cincuenta traidores de la historia de España
Con ánimo divulgativo, este libro recorre de manera sucinta docenas de semblanzas definidas por su actitud problemática con respecto a un concepto de lo que debe ser España
A lo largo de la historia de todos los países hay personajes que han quedado cristalizados como héroes excelsos o villanos y traidores irredentos. La necesidad de localizar modelos, arquetipos –no sólo del bien y del mal, sino de identificación con la causa patria– recalca los rasgos con que suelen describirse a este tipo de actores históricos, aunque a veces puedan resultar secundarios o incluso a pesar de que la indagación académica añada suficientes matices para desvanecer el mito. En el caso de este libro, el profesor Jorge Vilches –profesor titular en la Universidad Complutense de Madrid, anteriormente en la Universidad CEU San Pablo, y que también ha ejercido labor investigadora en La Sorbona de París y en La Sapienza de Roma– presenta una serie de estampas agrupadas en cinco grandes bloques, aunque cada personaje se basta por sí mismo. Como Vilches admite en las primeras líneas del prólogo, no se caracteriza este libro por otro aspecto que no sea lo divulgativo e incluso lo puramente lúdico. Sin caer en banalizaciones ni en malos chistes, Vilches procura atenerse a esa máxima del docere et delectare.
Almuzara (2024). 248 páginas
Traidores en la historia de España
A grandes rasgos, puede decirse que el autor es fiel a lo que declara en el inicio del libro. Evita no sólo la grandilocuencia, sino también los tintes definitivos con que se ha empleado el término «traidor». Porque no nos habla en estas páginas de aquellos a quienes él pueda considerar traidores stricto sensu –que lo hace, porque en varios momentos se detectan sus juicios particulares o preferencias, como sucede, verbigracia, con Arias Navarro–, sino a aquellos que han traicionado «a una particular idea de España». Las semblanzas no incluyen a execrados varones alejados en el tiempo, como aquellos que entregaron a Viriato o los infaustamente célebres don Oppas y don Julián, en parte, porque el relato se inicia en la Modernidad, con Bartolomé de las Casas y Lope de Aguirre. Vilches dice que el elenco personajes se traza por «algo que hicieron contra las ideas de cómo debía ser España»; en concreto, «dicha tradición pudo ser a la unidad del país o a su confederación, a la monarquía o la república, a Franco o a la democracia, al imperio o al Estado Liberal, pero siempre a una idea de España». Incluso se localiza aquí Abd el-Krim, que no era español, pero que sí acarreó innúmeras penas a incontables almas de valerosos españoles cuyos cuerpos se convirtieron en despojo para perros y festín para las aves carroñeras, como diría Homero.
Por supuesto, no pueden faltar en este libro los Fernando VII, Pi y Margall, Francisco de Asís –el esposo de la reina Isabel II sobre cuya sexualidad y temple mucho se ha comentado, sobre todo en una ciudad tan chisposa como Madrid, dada a la excesiva familiaridad con los miembros de la Corona, que, a fin de cuentas, no dejan de ser vecinos de la villa y Corte–, Pablo Iglesias –no el camarero del bar Garibaldi, sino el fundador del PSOE–, Antonio Pérez y Juan de Borbón, el abuelo del rey Felipe. Y, obviamente, San Martin y Bolívar. También aparecen aquí el propio Francisco Franco, Julián Besteiro y Adolfo Suárez, junto con un señor a quien muchos conocen sólo por dar nombre a una calle madrileña: Diego de León. Medio centenar de capítulos breves, algunos con mirada colectiva, como el que se centra en los afrancesados. Además, Vilches añade, cuando lo cree adecuado, algunas aclaraciones, como las referidas a la Leyenda Negra o la represión frentepopulista durante la Guerra Civil. En este sentido, cita una encomiable investigación dirigida por Alfonso Bullón de Mendoza –en su calidad de catedrático de Historia de la Universidad CEU San Pablo–, según la cual la cifra de chekas que hubo en Madrid es un tercio superior al cálculo que apareció en su momento en la Causa General. Otro de los puntos relevantes del libro estriba en todo el detalle que aporta sobre los nacionalismos vasco y catalán, no sólo en su origen puramente fabulador, sino en los repetidos episodios, desde sus inicios, de aversión por España, como la felicitación del fundador del PNV a Estados Unidos por haber derrotado a España en 1898, además de los posteriores ofrecimientos serviles de su formación política a Reino Unido o la Italia de Mussolini.