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01 de julio de 2024

Retrato de Wally Neuzil, de Egon Schiele

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Atención a lo real: 'Una escala humana', de Carlos Marín-Blázquez

Imprescindible recopilación de artículos de Carlos Marín-Blázquez, una mirada sobre lo real en su totalidad

Abrir este libro –primorosamente editado por Monóculo, como suele– es ya un disfrute. La dedicatoria, el prólogo de Higinio Marín («De fábula») que da las claves esenciales de lectura, el arranque del primer capítulo, cuyo título coincide con el del libro...

Precisamente el primer capítulo es toda una declaración de intenciones. Se evoca en él otro tiempo, un tiempo «en el que el mundo se elevaba ante la mirada del hombre investido de unos contornos más suaves». Es el tiempo en el que «nadie había oído hablar del progreso» y «se vivía para perseverar, no para cambiar». El lector enseguida comprende que no se le está hablando de un momento histórico determinado, atrapado entre dos fechas concretas, sino que se evoca literariamente un tiempo histórico distinto del actual –el de la tradición–, que es a la vez un tiempo interior, y en muchos casos coincidente con características atribuidas a la infancia.

Portada de 'Una escala humana'

Monóculo, (2024), 125 Páginas

Una escala humana

Carlos Marín Blázquez

De forma semioculta, la infancia es una de las grandes protagonistas del libro. La infancia propia recordada desde la vida adulta, la infancia contemplada de los hijos, la infancia como estado del alma. Otra de las palabras clave para entender el libro es la de paternidad. Anhelo, nostalgia, propuesta, esperanza: la paternidad se declina de todas las formas posibles a lo largo de las páginas de la obra.

Hay en el libro una serie de afirmaciones rotundas, lúcidos diagnósticos, una valiente denuncia de «lo que está mal en el mundo», en palabras del gran Chesterton. Por debajo de ellas, como una corriente subterránea –«a hidden life »– corre el gran río de imágenes que las sostienen, que las vigorizan, de las que he podido aprehender algunas. Como bien dice Higinio Marín en su admirable prólogo, «la realidad coincidiendo consigo misma –es decir, lo realmente real– produce en nosotros el efecto de lo irreal». Hay dos sentidos en lo verdadero, y uno de ellos se nos antoja irreal, a fuer de su plenitud.

Los artículos aquí presentados son, claro está, muy diferentes, pues el autor ya mostró su virtuosismo en diferentes registros, en el libro de relatos que precedió a este (El equilibrio de las cosas). En algunos (singularmente los recogidos en la parte central del libro, «Combate») destella la denuncia, ¡tantos son los flagelos que nos azotan, en este «tiempo que se agota»! En otros (los de la primera parte, «Reflexión», pero aún más hondamente los de la última, «Intimidad») refulge la belleza cotidiana, lo recordado, lo leído, lo anhelado, lo vivido.

Pero esta diferencia en la forma no puede ocultar la gran unidad del fondo: al concluir la lectura, el esforzado lector –pues no podemos ocultar que la lectura requiere «que haya sujeto», que diría San Ignacio: no son estas palabras escritas para entretener o distraer– obtendrá la mejor de las recompensas: el mapa terminado del tesoro, «la custodia atenta de todo lo valioso».

En el epílogo («Una historia verdadera») habla Carlos Marín-Blázquez, con ecos de gran emoción, de la vocación de cada uno, del verdadero cumplimiento de una vida, que pasa siempre por el despojamiento, por la aceptación del límite, del final aparente, del desgarro. En la pregunta que se hace, desde el agradecimiento, por la hipotética pervivencia en su empeño de haber sido otras las circunstancias, nos regala quizá el mejor resumen del libro y de su tarea de escritor: «alzar un muro de palabras contra la mentira y el despropósito que campean en este tiempo que nos ha tocado vivir y (…) recibir por ello a cambio el aliento de un puñado de personas que acogen lo que uno escribe con un gesto de gratitud y generosidad casi fraternas».

Ojalá se ensanche este puñado de personas, porque este libro ayuda –una y otra vez, cada capítulo como una ola diferente y hermana de las demás, rompiendo en la misma playa– a volver a lo esencial de la propia vida, a tratar de vivir con mayor plenitud y profundidad.

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