Marion Cotillard: «De Juana de Arco admiro su fuerte convicción y su profunda fe»
Juanjo Mena dirige en el Teatro Real ocho funciones de Juana de Arco en la hoguera, el oratorio dramático de Honegger con regia de Àlex Ollé y la oscarizada Marion Cotillard en el papel de la santa, precedido por la cantata de Debussy La damoiselle élue
Era el primer ensayo. Marion Cotillard llegó al escenario, dominado por un cristal horizontal que dividía el espacio en «arriba y abajo», o cielo y tierra. «En este caso, yo diría cielo e infierno», destaca el director de escena, Àlex Ollé. Ella conocía el papel al dedillo, pero aun así, en un primer ensayo siempre hay parones, correcciones, ajustes de tempos y ritmos. Juanjo Mena, el director musical, estaba boquiabierto: la actriz francesa no solo es un animal escénico, sino una intérprete milimétrica, que entró en tiempo y velocidad en cada momento. Era el primer ensayo de Juana de Arco en la hoguera, el oratorio escénico que se representará del 7 al 17 de junio en el Teatro Real. Y la ovación para Marion Cotillard se alargó durante minutos.
Dice Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, que aunque hoy se trata de la ópera por antonomasia, en sus orígenes fue creada con una intención trasgresora: era una antiópera. En el Teatro Real se estrena el oratorio escénico de Arthur Honegger con libreto del escritor Paul Claudel, pero precedido de la cantata de Claude Debussy La demoiselle élue, en una coproducción de la Ópera de Frankfurt. «Las dos obras se presentan sin pausa: en el ámbito superior se desarrolla el poema lírico de Debussy entre parajes inmateriales de éter, entre personajes espirituales que parecen estatuas góticas». En ese cielo, la damoiselle vuela como un alma que asciende a la presencia de Dios. De algún modo, es también el alma de Juana tras su ejecución en la hoguera, en el instante en que, después del horror, halla la paz».
¿Cuál es el sentido dramatúrgico de unir las dos obras? Dice Àlex Ollé, que concibe la producción como una distopía, que «las protagonistas de ambas obras están entre la vida y la muerte: la primera es una mujer que ha muerto y canta la añoranza de su amante, que ha quedado en tierra, por lo que le pide a Dios que los reúna lo antes posible; la Juana de Arco de Claudel se encuentra en la pira, recordando su vida en flashbacks». El punto de partida para el director de escena era analizar los hechos históricos que rodean a Juana de Arco: «En esos tiempos, la encarnación del mal eran los ingleses, la interminable guerra de los Cien Años que enfrentaba a Francia con Inglaterra y la debilidad del rey francés. Cuando Honegger y Claudel componen la obra, en los años treinta del siglo XX, la amenaza ha pasado a ser el nazismo, la enormidad de su arrogancia y la parálisis de las naciones frente a la brutalidad de una ideología que acabaría devastando el mundo».
Creada por encargo de la bailarina, actriz y mecenas franco-ucraniana Ida Rubinstein (precisamente en Jarkov), Juana de Arco en la hoguera se estrenó en versión de concierto en 1938. «Las atrocidades del nazismo llevaron a Claudel y Honegger a añadir posteriormente un prólogo que uniera la tragedia de Juana de Arco con la expansión alemana: se estrenó en 1939 en Orleans, seis meses antes de que Alemania invadiera Polonia y comenzara la Segunda Guerra Mundial», reflexiona Ollé, que establece paralelismos después con la guerra de Siria, de Somalia o con la situación que vivimos hoy en Ucrania: «Mi reflexión es que no somos capaces de aprender, que la humanidad no va a cambiar».
Un futuro próximo, una distopía
Àlex Ollé se inspiró en el libro La nueva Edad Media, de Umberto Eco, para colocar la escena en un futuro próximo, apocalíptico y distópico. «En medio de la deshumanización, Juana de Arco aparece como un rayo de luz: Marion Cotillard irá vestida con vaqueros y camiseta para que el público pueda identificarse con ella y sentirse representado». Para el catalán, el mito de Juana de Arco sigue vigente entre fuerzas que parecen contribuir a la disolución de un ideal de unión de las naciones, entre crisis económicas y crisis de identidad.
Por su parte, Juanjo Mena debuta en el foso del Teatro Real al frente de un selecto elenco de cantantes y actores y fundiendo los lenguajes de Honegger y Debussy, un gran desafío. «El propio Debussy sufrió la crítica de la Academia de Roma, que quería que hiciera grandes fugas, siguiendo la tradición. Pero él se desarrolla en el impresionismo, llenando de colores e imágenes su obra: no se puede hablar nunca de continuidad en su maestría, porque fue alguien único, pero sí que abrió las puertas a algo nuevo», explica el director musical. «Debussy era conocido por su capacidad para tocar Tristán e Isolda de memoria, de principio a fin: aunque su música no tiene nada que ver con el mundo alemán, Wagner tuvo una gran influencia en su libertad. Por ello se fusiona bien con Honegger, cuya orquestación es también rica y diversa, con movimientos con música de todo tipo, desde jazz a las ondas Martenot».
Se trata de una obra maestra que no se representa a menudo porque, como insiste Mena, es muy difícil de teatralizar: «Es una ópera enorme, que nos aturulla y nos descoloca. Y esa es la base de su éxito. Y he de decir que Marion Cotillard está espléndida». La actriz, que se formó en teatro y tiene amplios conocimientos musicales ya que toca el piano, insiste en la importancia que tiene esta obra en su vida, pues ya había representado a Juana de Arco con anterioridad, tanto en 2005, cuando se lo cedió su madre, como en 2016, aunque finalmente se quedó embarazada y no pudo sacar la función adelante.
«Una mujer en conflicto»
Marion Cotillard ha expresado su fuerte admiración por Juana de Arco, una mujer «de convicciones fuertes y una fe profunda»: «Se vio sumida en un momento de guerra, en una época en la que las mujeres no encontraban su hueco ni su lugar. Era una mujer en conflicto porque no encontraba su sitio, pero tenía una fuerza enorme. Fue condenada a muerte injustamente; se la acusó de brujería sin pruebas y al final, fue condenada por vestirse como un hombre», ha expresado la actriz, ganadora de un Premio Oscar por interpretar a la cantante Edith Piaf en La vida en rosa. «Aunque la he interpretado en distintas ocasiones, cada vez es diferente, porque la prosodia y los instrumentos son diferentes. Es muy difícil llevar el ritmo musical, y aunque la música es matemática, cada jefe de orquesta consigue darle una intención y un ritmo distintos, y yo me adapto a ellos».
La parisina, que se formó en el Conservatorio de Arte Dramático de Orleans, ha confesado que descubre «algo muy visceral» cada vez que representa este papel, y que siempre aprende algo, porque establece un diálogo permanente con su personaje. «En esta ocasión, por primera vez tengo relación directa con el coro, que no está en las gradas, sino que me rodea y me toca, construyéndose así un diálogo muy intenso entre nosotros. Les miro a los ojos, les hablo directamente. Es algo extraordinario».
Cabe destacar que aunque Marion Cotillard interpreta a Juana de Arco, este es un rol para una actriz: aunque hay una orquesta, es un rol teatral. Participan las sopranos Sylvia Schwartz (La Virgen) y Elena Copons (Marguerite), así como la mezzosoprano Enkelejda Shkoza (Catherine), el tenor Charles Workman (Porcus) y el bajo-barítono Torben Jügens (Heraldo), además del actor Sébastien Dutrieux (Fray Dominique). «Cotillard tiene un gran conocimiento del solfeo, un ritmo equilibrado y realiza todas sus entradas a tiempo. Existe un riesgo, porque estamos creando música, pero esa flexibilidad hace aún más interesante la obra», apunta Juanjo Mena.
La propia actriz conoce los interrogantes que puede suscitar su papel en el Teatro Real, y afirma que los ensayos son para ella fundamentales, pero que en ese sentido se trata solo de técnica. «Yo realicé mis propias investigaciones sobre el personaje cuando lo interpreté en 2005, conocí los detalles del procedimiento judicial, pero esta vez la puesta en escena es completamente nueva, así que también lo será mi interpretación. Trabajar con Àlex Ollé supone recibir directrices y consignas muy específicas, por lo que se va a tratar de una Juana muy diferente a las anteriores», señala.
Una fe superior a las convenciones
«Juana de Arco es una persona que ha seguido sus instintos y eso la ha llevado a hacer cosas extraordinarias; es una mujer muy fuerte, especialmente en su época. Su fe es más fuerte que las convenciones que ataban a las mujeres. Se quitó esas cadenas y salió a hacer lo que quería hacer con vigor, fuerza y potencia: todos tenemos que aprender algo de ella», recalca Marion Cotillard, a lo que Àlex Ollé recalca «su gran ética»: «Juana de Arco quiso luchar contra el mal, que en ese momento estaba encarnado por los ingleses. Arriesgó su vida por ello».
Marion Cotillard ha reiterado que para ella fue una «experiencia muy potente como actriz» interpretar a Juana de Arco, por lo que siempre acepta cuando se lo proponen. «Quiero hacerlo, quiero hacer esta obra específicamente, aunque no he trabajado apenas en teatro. Pero la música es también muy importante para mí; he trabajado anteriormente con música y es un apoyo importante en mi trabajo como actriz, porque hace surgir emociones muy profundas», expone, mientras Mena revela que la intérprete utiliza al final su propia voz para cantar una melodía. «Estamos haciendo música. Esto es vida, vida que es creada a cada instante».
En Juana de Arco en la hoguera no vamos a ver a la actriz de Hollywood, o al menos no vamos a ver únicamente a la actriz de Hollywood que ha trabajado con Woody Allen, Leonardo Di Caprio, Meryl Streep o Christopher Nolan. Marion Cotillard posee una enorme fuerza y potencia que imprime al texto. Su presencia es la guinda perfecta para cerrar esta unidad de Honegger y Debussy, que veremos del 7 al 17 de junio en el Teatro Real de Madrid.