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José María Rotellar

Un enfoque liberal-conservador para la política económica que necesita España

Nuestro país siempre ha prosperado cuando se han realizado reformas profundas, se ha contenido el gasto y se han bajado impuestos

Actualizada 04:57

La política económica de un país es sumamente importante. A través de ella, perfilada en los presupuestos generales, se diseña qué orientación se le quiere dar a la actuación política en economía y, con ello, qué marco económico se quiere trazar para que las relaciones económicas se materialicen.

La economía española, que tiene unos estructurales sólidos, sin embargo, no puede arriesgarse a deslizarse por la vía fácil del gasto público, porque el llegar a crear una estructura económica fuerte ha costado mucho después de la destrucción que sufrió con las decisiones económicas internas de 2005 a 2011, que la dejaron muy maltrecha. Se estabilizó y fortaleció después, pero ahora, con un crecimiento importante del endeudamiento durante los últimos dos años, hasta llevar a la deuda al entorno del 120 % del PIB, no hay margen alguno para que dicha deuda siga creciendo.

Por eso, es muy importante la política económica que se elija. Puede ser bueno para ello el recordar qué se sufrió entre 2009 y 2014 derivado del escenario provocado entre 2005 y 2011, a partir de mucho gasto y elevada deuda. Con todo esto, debemos preguntarnos qué política económica necesita España. ¿Una política de gasto e impuestos altos? ¿Una política de eficiencia en el gasto e impuestos bajos? ¿Una política de proteccionismo u otra de eliminación de trabas e incentivo al comercio internacional? Ahí es donde se mueve la decisión.

España siempre ha prosperado cuando se han realizado reformas profundas, cuando el gasto se ha contenido y se ha centrado en lo esencial, y cuando se han bajado impuestos para dejar más recursos a los ciudadanos y empresas, que son los que generan la actividad económica y el empleo. Del mismo modo, las mejores épocas de prosperidad de la economía española han tenido lugar cuando España se ha abierto más al exterior, y las peores, cuanto más se ha cerrado. Basta con recordar el perjuicio de los aranceles sobre el carbón inglés en el S. XIX o el «arancel Cambó» en los inicios del S. XX y ver sus efectos económicos para observar cuánto limitaron el crecimiento y las posibilidades de la economía española. Y, en sentido contrario, la entrada en la entonces Comunidad Económica Europea o la entrada en el euro han sido momentos de gran despegue de la economía española sobre la base de una gran apertura económica. Es más, si analizamos la etapa del franquismo, también los dos períodos en los que se subdivide son claros: el primero, basado en la autarquía, fue pobre, con las finanzas españolas en una situación muy maltrecha. El segundo, con los tecnócratas al frente, fue el del turismo y el inicio importante de las transacciones exteriores y recepción de inversión extranjera directa, con unos crecimientos de doble dígito durante varios años que forjaron una importante prosperidad de la economía.

Es decir, que no hay una única política económica, sino que existe una, que defiende un gasto creciente, impuestos altos y proteccionismo, más cercana a las ideas de la izquierda; y otra, más próxima a las ideas liberal-conservadoras, que apuesta por gasto eficiente, pero limitado, impuestos bajos y apertura al exterior. Las políticas son distintas y los resultados, también.

Esta política de gasto limitado y esencial, impuestos bajos y apertura exterior en un mundo global, es la política económica que, a mi juicio, debe defender el centro-derecha español. Es cierto que siempre ha estado y está más próxima a ella, pero, en ocasiones, hay matices que la distorsionan, y, con ello, empeoran los resultados que se podrían obtener. De esa manera, en algunos momentos el PP puede llegar a entrar en una carrera poco eficiente de incremento del gasto; no es la tónica, pero sí que sucede, o ha sucedido, en algunos lugares o en algunos momentos. Igualmente, Vox defiende el proteccionismo en algunas circunstancias, elemento que también empeora el resultado de la política económica.

Pues bien, todo el centro-derecha, que defiende en lo básico, especialmente en materia tributaria, una política económica similar, debe lograr eliminar las distorsiones propias de cada uno de sus integrantes y no caer ni en la tentación de la trampa socialdemócrata de incremento de gasto público, a manera de subasta en la que cada vez la puja es mayor, ni en el populismo dañino del proteccionismo, que no deja de ser una manera de intervenir en la economía y distorsionarla artificialmente. Ambos –PP y Vox–, todo el centro-derecha, deben confluir en la aplicación de la política económica que se ha mostrado, vía resultados, que es la que genera más prosperidad: gasto limitado y esencial, impuestos bajos, estabilidad presupuestaria, endeudamiento contenido, eliminación de trabas y apertura económica exterior. Esa política es la que, verdaderamente, puede demostrar lo equivocado de las políticas de la izquierda, como se ve, con los datos en la mano, al comparar las diferentes etapas donde ha primado una u otra. Distintas políticas dan distintos resultados.

  • José María Rotellar es profesor de la Universidad Francisco de Vitoria
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