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España lidera la economía sumergida junto a Grecia e Italia y duplica la tasa de Austria

La economía sumergida supone un 17 % del PIB en las economías avanzadas y España se situaría por encima con un 24 % del PIB

Medir de manera precisa la economía sumergida, aquella que escapa al control de Hacienda y al de la Agencia Tributaria, no es tarea fácil, pero el escaso número de estimaciones existentes sugieren que es elevada, y todas coinciden en que España se encuentra en un puesto elevado.

La gran mayoría de métodos utilizados se basan en aproximaciones indirectas, como la circulación de efectivo o el consumo de electricidad, o en inferencias basadas en modelos macroeconómicos muy estructurados. Sin embargo, un estudio realizado por el Centro para la Investigación Económica y sobre Política (CEPR, por sus siglas en inglés) presenta un nuevo enfoque algorítmico que cruza datos del IVA y encuestas de consumo de 20 países de la Unión Europea (UE).

La economía sumergida supone un 17 % del Producto Interior Bruto (PIB) en las economías avanzadas y un 33 % en las economías en desarrollo y los mercados emergentes, según se desprende de este análisis. España se situaría por encima de esa media del 17 %, con una tasa de economía sumergida del 24 % del PIB, solo superada, a nivel europeo, por Grecia (36 %) e Italia (31 %).

En el extremo contrario, con niveles inferiores al 10 %, se sitúan Austria (9 %), Dinamarca (9 %), Estonia (8 %), Eslovenia (8 %), Suecia (6 %) y Bélgica (5 %).

Para los autores del informe, Francesco Pappadà y Kenneth Rogoff, es «curioso que los economistas hayan presentado tan poca atención a la economía sumergida cuando, claramente, parece representar una parte tan importante y variable de la actividad económica general».

Relación economía sumergida y crisis

La economía sumergida es considerada por algunos como una válvula de escape en situaciones de recesión económica. Y es que, «aquellos que se encuentran en una situación de desigualdad social, necesitan sobrevivir y buscan fórmulas para hacerlo cuando el Estado no les ayuda», explica Luis Garvía, director del máster de riesgo de ICADE.

España reúne casi todos los factores que impulsan la economía sumergida. Por un lado, un mercado de trabajo con una tasa de desempleo muy elevada: según Eurostat, se encuentra en cabeza con un 10,4 %. Lo mismo ocurre con la tasa de paro juvenil, que casi dobla a la media de la Unión Europea y se sitúa casi a la cola con un 25,3 %.

Existen enormes dificultades para conseguir un primero empleo, y cuando se logra la situación es poco llamativa, ya que el mercado laboral es muy estacional y precario, por lo que se crean puestos de trabajo que duran unas semanas o días, muy ligados al turismo y los servicios. Además, existen altos impuestos sobre el trabajo, tanto de cotizaciones sociales como del impuesto sobre la renta.

Ante todos estos obstáculos, la economía sumergida se presenta como una alternativa atractiva y realmente eficiente. A eso se le suma que «existe un efecto llamada, y desmotiva a todo aquel que quiera vivir de forma honrada», explica el director del máster de riesgo de ICADE.

Esta situación supone a largo plazo un duro lastre para la economía española, ya que, según datos del sindicato de funcionarios de la Agencia Tributaria, Gestha, de una perdida de entre 235.000 y 240.000 millones de euros circulando en la sombra, y que se acaban perdiendo.

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