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La educación en la encrucijadaEugenio Nasarre

La taifa de Madrid

El sistema ha sufrido un fuerte deterioro, porque, al no existir una prueba de acceso común para toda España, las pruebas presentan serias diferencias

Actualizada 09:10

Hace una semana, en esta columna, advertía de la tentación que podrían tener las Comunidades Autónomas gobernadas por el PP de convertirse en «taifas» en el ámbito educativo, en lugar de concordar una orientación común en las políticas para mejorar la educación española.

Pues bien, el flamante nuevo Consejero de Educación de la Comunidad de Madrid no ha podido resistir a tan poderosa tentación y ha dado el primer paso para convertirse en una taifa. Justo en la semana pasada, el consejero Emilio Viciana ha declarado en la Asamblea de la Comunidad que «ya no quieren una selectividad única en toda España» (para el acceso a la Universidad), «porque hemos evolucionado» en esta materia. La «evolución» no es manca y no ha podido ser más express. Además, la ha puesto de moda la Moncloa.

El compromiso número 158 del programa del partido popular en las elecciones del 23 de julio dice: «Implantaremos una prueba de acceso a la Universidad (EBAU) común para todo el territorio nacional con el fin de garantizar la igualdad de oportunidades». Es de los compromisos claros e inequívocos. En octubre de 2022 (no ha pasado un año) Isabel Díaz Ayuso había declarado: «debería haber una misma selectividad para toda España, pero el gobierno de España se ha negado». En la última legislatura el PP planteó reiteradamente en el Congreso la necesidad de establecer una «prueba común» en toda España para el acceso a los estudios universitarios.

El llamado «Distrito universitario único» fue establecido por el gobierno de Aznar en 1999, siendo ministro de Educación Mariano Rajoy, quien señaló que su finalidad era «favorecer la movilidad de los estudiantes y la igualdad de oportunidades». El Distrito Único es una gran medida para configurar un «espacio universitario español», en el que los estudiantes, con arreglo al mérito y la capacidad, puedan elegir los estudios y la Universidad de su preferencia. Constituye un elemento de vertebración nacional, de los que tanto necesitamos. Por eso, no constituyó ninguna sorpresa que la Generalitat de Cataluña recurriera aquella norma, si bien su recurso no prosperó.

Pero a lo largo de todos estos años el sistema ha sufrido un fuerte deterioro, porque, al no existir una prueba de acceso común para toda España, las pruebas, elaboradas por las Comunidades Autónomas, aunque con el mismo contenido básico, presentan serias diferencias en cuanto a su dificultad y a los criterios de evaluación. Además, las notas de bachillerato contribuyen en un 60 por 100 a la calificación final, lo que ha generado corruptelas en muchos centros, que «inflan» las notas para lograr una nota final más alta. La combinación de estos dos factores ha convertido al sistema de acceso en un modelo injusto y que no garantiza la igualdad de oportunidades.

La reforma del sistema es ya un clamor en el mundo universitario. La reclaman rectores, profesores, sindicatos, estudiantes. Debe ser una reforma global, que corrija todos los factores que han contribuido a su degradación. No es difícil encontrar la fórmula, si se tiene voluntad política para llevarla a cabo. Pero lo que en ningún caso resulta la solución es poner en cuestión el Distrito Abierto.

Las doce Comunidades gobernadas por el PP tienen ahora suficiente fuerza para dar una batalla inteligente, ante la necesidad de diseñar la nueva selectividad o Ebau. Pero lo que no conducirá a ninguna parte es la batallita particular de cada taifa, porque lejos de vertebrar, desvertebrará. El camino anunciado por el Consejero de Educación de Madrid va en la dirección equivocada. Desde la antigüedad clásica sabemos que de sabios es rectificar.

  • Eugenio Nasarre fue presidente de la Comisión de Educación del Congreso de los Diputados

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