Lo bueno (y lo menos bueno) de la ley Ayuso contra las pantallas en el colegio
El beneficio de esta norma, además del control, es que muestran a la sociedad que algo es malo y debe limitarse. El riesgo es que algunos padres dejen de implicarse en la limitación del uso de tecnologías sólo porque ya se encarga el colegio
La Comunidad de Madrid ha sido la primera, pero no será la única: ha decidido limitar por ley la utilización de dispositivos digitales individuales en los niños de Educación Infantil y Primaria, hasta los doce años. Además, prohíbe que se manden deberes para casa para los que los alumnos necesiten un ordenador. Y cuando la tecnología se tenga que usar en el colegio por razones estrictamente pedagógicas, bajo estricto control y por tiempo limitado.
Cinco años después de que el confinamiento por la pandemia nos obligara a digitalizarnos, ya tenemos estudios suficientes que demuestran que a los niños y adolescentes les ha hecho mucho daño. Así que los beneficios de esta decisión son evidentes. Las clases durante el confinamiento en la pandemia se resolvieron mal que bien gracias a las nuevas tecnologías. Pero superada la crisis, se empezaron a ver los «daños colaterales» de dejar a los menores solos durante tantas horas frente a un dispositivo digital que los conecta con un mundo que no son capaces de manejar.
Los niños y adolescentes se encerraban en su cuarto con el portátil, la tableta o el móvil bajo la excusa, siempre ganadora y difícil de verificar, de que estaban «haciendo los deberes». Y en esas tardes de infinito aburrimiento, se fueron enganchando gracias al algoritmo, a las redes sociales, a los juegos en línea, a los vídeos absurdos, a la pornografía, a los memes, a las cuentas que exaltan imposibles cuerpos perfectos, a los vídeos de violencia extrema, a los grupos de WhatsApp… y todo parecía lo mismo, aunque, evidentemente, no lo es.
Así que lo bueno de la nueva ley no es tanto que usen o no tecnología en el colegio como que no podrán poner al colegio como excusa para utilizar tecnología en casa. En casa, papel, boli y libro. Y las pantallas, cuando los padres decidan.
Pero lo menos bueno de esta ley es que en algunos hogares caerán en el error de considerar que, como ya hay una normativa que regula el uso de la tecnología en los colegios, los padres no se tienen que seguir ocupando de este tema. Es tan ingenuo como pensar que porque está prohibido fumar antes de los 18, no hay cientos de chavales fumando a la salida de clase. O porque está prohibido beber alcohol, los parques no estarán llenos de botellones cada viernes y cada sábado.
El beneficio de las normas restrictivas (que ya han sido criticadas porque hay dudas de la legalidad de limitar la decisión de los centros en materia pedagógica) es que muestran a la sociedad que algo es malo y debe limitarse. El riesgo es que algunos padres dejen de implicarse en la limitación del uso de tecnologías sólo porque ya se encarga el colegio.
Porque la verdadera educación mediática, la alfabetización digital que nos falta como sociedad, no sólo se puede producir a golpe de decreto. Tiene que empezar en las familias, porque es allí donde los niños y adolescentes desarrollan su pensamiento crítico, comprenden la diferencia entre lo correcto de lo incorrecto, aprenden a controlar sus impulsos en la toma de decisiones y manejan su libertad con un norte claro al que llegar.
De modo que el nuevo decreto que está ultimando el Gobierno autonómico para regular y limitar su utilización en los centros educativos podrá tener algunos beneficios si, y sólo si, está acompañado por la necesaria implicación de los padres en el seno del hogar.
- María Solano Altaba es profesora de la Universidad CEU San Pablo