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María Solano

Si Pedro ladra, nosotros cabalgamos

Pedro, a través de su paniaguado grupo parlamentario «sanchista», que no socialista, ha presentado una proposición de ley que tiene por objeto lanzar un misil contra la línea de flotación de esa libertad de expresión imprescindible en la democracia: los jueces no podrán iniciar investigación alguna a partir de lo que publican los medios

Actualizada 04:30

Hace muchos años, cuando aún era joven e inexperta pero ya era periodista, me revolvía nerviosa en mi silla porque firmaba el primer reportaje en el que ponía al político de turno entre la espada y la pared. Sabía a ciencia cierta que todo aquello era verdad, después de decenas de entrevistas y de la concienzuda lectura de toneladas de papeles, pero, claro, bien me habría gustado disponer de aún más documentación que sustentara la información que con tanto esfuerzo, y con la ética por bandera, había elaborado. Mi director me tranquilizó diciéndome que no me preocupara porque, como todo era verdad, ya se ocuparía un juez de recabar, durante la instrucción, el material que nosotros no podíamos pedir.

La diferencia entre el poder judicial y la prensa es que los jueces se toman su tiempo, necesario, en el proceso judicial y nosotros damos la información tan pronto como la tenemos confirmada, para que nuestros lectores sepan la verdad sobre sus gobernantes y pueden ejercer, cuando sea oportuno, su derecho al voto, base de nuestra democracia.

Esta historia la explico año tras año a los chicos a los que tengo la suerte de dar clase en las aulas de la Universidad y siempre me preguntan que por qué la fuente de la información no acude directamente a la policía o al juzgado. Los motivos por los que una fuente habla con un periodista son de lo más variados, desde los éticos que denuncian una injusticia hasta los muy poco estéticos que quieren fastidiar a su expareja.

Pero todos saben que con un periodista tienen garantizado anonimato por nuestro secreto profesional y, sin embargo, si denuncian, su nombre estará allí para siempre. Además, a veces nos cuentan delitos y otras, comportamientos indecorosos y muy poco éticos que no tendrían recorrido judicial pero que es bueno saber para conocer la catadura moral de quienes nos gobiernan. Así que menos mal que los periodistas estamos ahí para que la verdad llegue a quien la necesita: la sociedad. Gracias a nosotros salta la liebre y luego, que corra el galgo y la persiga, ya sea la fiscalía, ya las fuerzas de seguridad, ya los jueces, ya los votantes en las siguientes elecciones.

Como no paramos de sacarle los colores al presidente, la ha tomado con una parte de la prensa, eso que él llama la «fachosfera», los «pseudomedios», los propagadores de bulos y de fango de «la-derecha-y-la-ultraderecha». Empezó con la amenaza de cortar el chorro de la publicidad institucional, regar generosamente a los afines y deshidratar a los críticos por todas las vías posibles para ver si, muertos de hambre, cambiábamos de línea editorial por un puñado de lentejas. No va a funcionar. Nuestras lentejas son las que honradamente ganamos con nuestros lectores. No necesitamos mariscadas regaladas desde arriba. Nosotros seguimos cabalgando porque usted ha decidido libre y voluntariamente leernos hoy. Vaya nuestro agradecimiento por delante.

Como lo de los dineros no le va a servir, Pedro, a través de su paniaguado grupo parlamentario «sanchista», que no socialista, ha presentado una proposición de ley que tiene por objeto lanzar un misil contra la línea de flotación de esa libertad de expresión imprescindible en la democracia: los jueces no podrán iniciar investigación alguna a partir de lo que publican los medios. Curiosa la coincidencia en el tiempo con los casos que cercan al presidente y a su familia, todos ellos surgidos a partir de excelentes investigaciones periodísticas, varias publicadas por este mismo medio.

Sobre la apertura de diligencias judiciales a partir de informaciones periodísticas ya había mucho escrito, con jurisprudencia suficiente, y no hacía falta legislar. La historia está plagada de casos en los que la prensa libre ha destapado escándalos que han acabado por sentar en el banquillo a personas a las que jamás creímos posible ver caer. Los jueces, tipos bien preparados, ya saben distinguir el contenido de los medios: inadmiten las querellas si no hay indicios de delito y las admiten si, con la información publicada, hay suficientes indicios para empezar a investigar. Lo que ahora Sánchez les exige es que miren para otro lado, aunque vean claro con lo publicado en la prensa que ahí hay gato encerrado.

Pedro no para de ladrar porque la verdad asusta y le incomoda, lo hunde en las encuestas, destapa la querencia de este Gobierno por la corrupción y el matonismo y pone en evidencia su deriva autoritaria. Y si Pedro ladra, ahora en forma de bananera proposición de ley contra los jueces, la prensa y las acusaciones populares, entonces, nosotros cabalgamos. Cabalgamos porque de eso depende nuestra democracia. Que ladre. Nosotros a lo nuestro, que es la verdad.

  • María Solano Altaba es profesora de la Universidad CEU San Pablo
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