Los equilibrios
Yolanda Díaz ensaya un nuevo movimiento 15-M desde la Vicepresidencia del Gobierno
La candidata de Sumar ya cabalga contradicciones, que diría Iglesias. Apela a la «sed de cambio» de la ciudadanía mientras defiende la gestión del Gobierno. Todo, rodeada de cargos públicos
Ella no suele llevar coleta. Lleva el pelo suelto o, si acaso, recogido con horquillas. Tampoco ha vestido jamás camisas de Alcampo ni jerséis de la marca republicana 198 Revolt Cloting. De hecho, le gustan la moda y la ropa de marca, y en las grandes ocasiones siempre elige el blanco como color talismán.
Yolanda Díaz y Pablo Iglesias tienen a estas alturas poco que ver, más allá de ser sucesora y sucedido arrepentido. Pero la ya candidata de Sumar inició este domingo el ensayo de un nuevo movimiento 15-M para revitalizar y movilizar a la izquierda, 12 años después de que eclosionara el genuino: aquel que, al grito de «no nos representan», llevó a la fundación de Podemos y a su entrada en las instituciones por la puerta grande.
Muchos de quienes ayer llenaron el polideportivo Magariños de Madrid hablaban a la salida de sensaciones similares a las que les provocó el partido de Iglesias en sus orígenes. Porque el discurso de Díaz fue una apelación a los mismos sentimientos que entonces movieron a cierta izquierda, reciclados y teñidos de rosa Sumar: «Ilusión», «sueños», «sed de cambio», «alegría», «esperanza». «El futuro está aquí. Se llama Sumar», proclamó. También habló de «ensanchar la democracia», de la «política útil», del protagonismo de la ciudadanía y del neoliberalismo como causa de todos los males.
La gran diferencia
Pero la gran diferencia es que Díaz no está con los indignados en la Puerta del Sol. Ni siquiera en la oposición. Sino que es la vicepresidenta segunda y socia de Pedro Sánchez en un Gobierno que opera desde hace meses como un tripartito, entre el PSOE, Yolanda Díaz y Podemos. Por más que el presidente señalara el viernes desde China que él gobierna «una coalición» y se negara a llamarlo tripartito.
Esta circunstancia inevitablemente provocará ciertas contradicciones en su campaña de estos meses, que quedaron de manifiesto en su discurso de entronización. «Vamos a dar respuestas a nuestro país, porque nuestro país es un país que tiene sed de cambio», proclamó, cuando la izquierda lleva gobernando España casi cinco años. Y ella ha estado en el Consejo de Ministros durante los últimos tres años y tres meses, gracias a un acuerdo de gobierno que firmó Iglesias.
A la vez que invocaba el «cambio», Díaz presumía de las «políticas útiles» desplegadas por el Gobierno de España: la subida del salario mínimo interprofesional hasta los 1.080 euros, la revalorización de las pensiones, el Estatuto del Artista, la ley ryders, el derecho al paro para las trabajadoras del hogar y la reforma laboral. Todos ellos ejemplos de lo que Díaz calificó como la «política con mayúsculas» frente al «politiqueo».
Otra diferencia fundamental respecto a aquel 15-M es que quienes la escuchaban en las primeras filas no eran activistas recién salidos de la facultad o de los movimientos vecinales o anti desahucios, sino todos ellos cargos públicos con nóminas públicas. Ministros, como en el caso de Alberto Garzón y Joan Subirats. Alcaldes, como en el caso de Ada Cola y Joan Ribó. Diputados, como Íñigo Errejón, Enrique Santiago, Inés Sabanés, Juan López Uralde, Jaume Asens y Antón Gómez-Reino. Eurodiputados, como Ernest Urtasun, Sira Rego y Eugenia Rodríguez Palop. Y así sucesivamente. Muchos de ellos producto del movimiento indignado que comenzó en 2011, espoleado por los recortes aplicados por José Luis Rodríguez Zapatero.
A la vez que Díaz mitineaba en Madrid, Sánchez hacía lo propio en Hospitalet. Ambos, ante unas 3.000 personas. Ni ella hizo crítica alguna a su socio de coalición ni tampoco él a ella. Los dos han entendido que se necesitan mutuamente para tener opciones de firmar otra legislatura en la Moncloa, así que la consigna es no hacerse daño.
De hecho, su intención es seguir gobernando juntos hasta el último día de legislatura, siguiendo el modelo de Juanma Moreno y Juan Marín en Andalucía (salvando las distancias). A pesar de que, en España, otras coaliciones de gobierno han acabado mal. Véase los casos del PP y Cs en Madrid y Castilla y León y el del PSOE y Podemos en Castilla-La Mancha, cuya ruptura acabó dándole la mayoría absoluta a Emiliano García-Page en 2019.
Los socialistas confían en que la sangre no llegue al río a su izquierda. De momento, la dirección de Podemos optó este domingo por guardar silencio y rumiar su respuesta al acto de Sumar, mientras proyectaba una imagen de absoluto aislamiento. La demostración de fuerza de la vicepresidenta segunda, concitando el apoyo incluso de algunos cargos actuales de Podemos, fue un mensaje nítido: cuanto más tarde la formación de Ione Belarra en asumir que es la candidata de Sumar quien tiene la sartén por el mango, más daño se hará.