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Pedro Sánchez y Santos Cerdán

Pedro Sánchez y Santos CerdánEP

Los diplomáticos se blindan en una carta contra la amnistía: «No en mi nombre, ni en el de España»

Denuncian que el cambio de opinión del líder del PSOE no tiene una finalidad de concordia con Cataluña, sino su afán de «continuar al frente del Gobierno»

La ley de amnistía es algo inminente. Tras el recién cerrado acuerdo entre el PSOE y Junts en Bruselas, el camino a la investidura llega a la recta final. Mientras las sedes del PSOE de toda España se llenan de protestas contra la ley de amnistía que Sánchez ha prometido a Puigdemont, 60 diplomáticos se han blindado contra la norma, que podría tramitarse la próxima semana.

Los diplomáticos han querido expresar en una carta «nuestra profunda preocupación e indignación por los acontecimientos que están ocurriendo últimamente en nuestro país por culpa de una persona que, con tal de continuar en el poder, está pactando con los enemigos de la Nación y se muestra dispuesto a hacerles inimaginables concesiones a costa de España y de los españoles, por más que las envuelva en el eufemístico ropaje de un 'cambio de opinión'».

Han recordado en la misiva que antes de las últimas elecciones generales el mismo que hoy se arrodilla ante el un prófugo de la Justicia afirmó que «el independentismo lo que pide es la amnistía, algo que desde luego este Gobierno no va a aceptar ya que no entra dentro de la Constitución española. No han tenido la amnistía y no van a tener un referéndum de autodeterminación».

El PSOE no solo no incluyó en su programa electoral la concesión de una amnistía a los responsables del procès, sino que la excluyó expresamente en sus declaraciones durante la campaña electoral. No entraba, en sus planes concederla, pero -como ha reconocido Sánchez- «las elecciones del 23 de julio cambiaron las cosas».

Los diplomáticos denuncian que el cambio de opinión del líder del PSOE no tiene una finalidad de concordia con Cataluña, sino su afán de «continuar al frente del Gobierno, [para lo que] Sánchez necesitaba sin más remedio los 7 votos de JxC, partido liderado por Carles Puigdemont».

Siguiendo con la hemeroteca, recuerdan también que «Sánchez dijo en su día que Puigdemont era un prófugo al que él traería a España para que rindiera cuentas ante la justicia. Efectivamente lo va a traer, pero no como un delincuente abocado a ser juzgado por sus delitos, sino en olor de multitud como un antiguo -y futuro- presidente de la Generalitat, un estadista que permitirá con los votos de su partido la formación de nuevo Gobierno progresista».

Como diplomáticos, continúa el documento difundido, les preocupa «el alto grado de desprestigio al que el Gobierno ha situado a España con su disparatada política exterior, que la han convertido en el hazmerreír de Europa. Según Tarradellas, lo único que no podía hacer un político era el ridículo, y Sánchez lo está haciendo con creces. Nuestros colegas que dedicaron sus mejores esfuerzos para contrarrestar el falso relato de la agitprop independentista y a explicar a las Cancillerías el golpe de Estado dado desde el poder por las autoridades catalanas -y que consiguieron que ni un solo Estado reconociera a la República Catalana- ven ahora que toda su labor fue en vano, porque los golpistas actuaron al parecer correctamente y Puigdemont no es ya un prófugo, sino un político honorable que trabaja incansablemente por el interés de España».

Critican a Sánchez que «en un Gobierno serio -sea de izquierdas o de derechas- lo importante es que gobierne con coherencia, aunque en el presente caso no se trate de una cuestión de izquierdas o de derechas, sino de dignidad nacional». Denuncian, además, que «un presidente de Gobierno responsable no puede someterse al chantaje de los enemigos de España y aliarse con quienes pretenden destruirla».

Finalmente, los diplomáticos han hecho un llamamiento al Gobierno «para que recupere la racionalidad, abandone las amistades peligrosas con los enemigos de España -que no son imprescindibles para la formación de un Gobierno- y trate de llegar a acuerdos de Estado con el principal partido de la oposición, como sucede en los países democráticos de nuestro entorno».

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