Ni una respuesta
Sánchez y sus ministros se esconden tras la condena a Zaplana ante el asedio a preguntas del PP y Vox
La corrupción protagoniza una sesión de control al Gobierno en la que tan reveladora fue la actitud de sus miembros como los aplausos conniventes de Yolanda Díaz y los silencios del resto de socios
Pedro Sánchez llegó al Congreso, presumió de su rápida actuación frente al caso PSOE -ellos no lo llaman así- atacó al PP y se marchó del hemiciclo. De hecho, fue una marcha tan apresurada como providencial. Porque para cuando el Tribunal Supremo anunció la imputación del fiscal general del Estado por un presunto delito de revelación de secretos, el presidente del Gobierno ya no estaba en su escaño. Su chófer conducía de vuelta a la Moncloa y, de ahí, a Bruselas para participar por la tarde en la I Cumbre UE- Consejo de Cooperación del Golfo Pérsico.
La corrupción que azota al Gobierno y al PSOE entró en la sesión de control al Gobierno en la Cámara Baja como un huracán. Y eso que su presidenta, Francina Armengol, había maniobrado previamente para inadmitir cinco preguntas del PP sobre la trama en torno a José Luis Ábalos, en un intento en vano de suavizar la sesión.
Sánchez creyó encontrar un bote salvavidas en la condena a 10 años al exministro del PP Eduardo Zaplana por el caso Erial, y a él se agarró con fuerza. Sin tener en cuenta que Zaplana abandonó la política hace 16 años, mientras que Ábalos sigue ocupando un escaño en el Congreso, que obtuvo yendo en una candidatura del PSOE. En concreto, en la del PSOE de Valencia, como número dos.
Ésa fue, precisamente, una de las preguntas del PP que quedaron sin respuesta, porque ni Sánchez, ni su vicepresidenta primera, ni ninguno de sus ministros quisieron responderla: por qué el exministro de Transportes fue incluido en una lista a las generales dos años después de que el presidente lo cesara. Para los populares la respuesta está clara: para aforarlo ante el Tribunal Supremo.
Alberto Núñez Feijóo, Cuca Gamarra, Elías Bendodo, Miriam Guardiola, Pepa Millán, Borja Sémper, Miguel Tellado… los diputados del PP y de Vox intentaron obtener alguna explicación, por mínima que fuera, y se marcharon de la sesión de manos vacías.
Sánchez no respondió a la pregunta de Feijóo sobre cuántas veces y de qué hablaron él y su mujer con el empresario Víctor de Aldama, conseguidor de la trama y hoy en prisión preventiva por el fraude de los hidrocarburos. Montero se escabulló cuando Gamarra le preguntó si ahora puede garantizar la limpieza del rescate de Air Europa; y por las bolsas que, supuestamente, circulaban por Ferraz (la base de la querella interpuesta por el PP contra el PSOE por financiación ilegal).
Y la misma táctica siguió el ministro Fernando Grande-Marlaska cuando Tellado le preguntó: «¿Sabía que el comandante Rubén Villalba estaba implicado cuando lo premió con un puesto en la embajada de Venezuela?, ¿sabía que el director de la Guardia Civil, nombrado por usted, había dado los chivatazos a la trama, los dio en su nombre?».
El Gobierno se defendió atacando al PP. Varios ministros recitaron un reguero de casos de corrupción vinculados al principal partido de la oposición. «No vamos a admitir ni una sola lección del PP. Nosotros, tolerancia cero con la corrupción», proclamó la vicepresidenta Montero. A lo que el popular Bendodo le respondió, con sorna: «Usted ya tiene mala suerte. Gobierno por el que pasa, gobierno que se corrompe», afirmó, en alusión al caso de los EREs en Andalucía, donde ella fue consejera de Hacienda.
La actitud de Yolanda Díaz y de la bancada de Sumar durante la sesión de control despejaron las pocas dudas que podía haber: la vicepresidenta segunda aplaudió de forma connivente las intervenciones de Sánchez y de los ministros del PSOE, como si fuera una más de ellos.
El resto de los socios de Sánchez no hicieron tanto, pero sí corrieron un tupido velo sobre una trama que les habría escandalizado de haber estado protagonizada por el PP. Solo la portavoz de Podemos, Ione Belarra, se salió del redil y recriminó a Sánchez: «A mí me indigna profundamente que mientras algunas estábamos intentando meter la congelación de los precios del alquiler en el escudo social había gente de su Gobierno metiendo la mano en la caja».
La reacción del presidente fue distinta que con Feijóo. Con Belarra pidió disculpas: «Es un de corrupción que yo lamento, y para eso pido disculpas a la ciudadanía».
Tan evidente fue el silencio de los socios que Sémper se lo recriminó en su turno de palabra, vinculando su futuro al del propio presidente. «El PNV se manchará. Junt, ERC se mancharán. Todos ustedes se mancharán», pronosticó el diputado del PP.