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Los Reyes y el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, este martes en Roma

Los Reyes y el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, este martes en RomaEFE

Casa Real  Albares prefirió montar un show ante la prensa a llamar por teléfono a la Casa del Rey

La intervención de Zarzuela zanjó una polémica que amenazaba con arruinar la visita de Estado de los Reyes a Italia

La Casa del Rey ha conseguido salvar en el último momento la visita de Estado de los Reyes a Italia. Al entonar el mea culpa nada más aterrizar en Roma, el jefe de la Casa, Camilo Villarino, logró apagar el fuego que, paradójicamente, el propio ministro de Exteriores, José Manuel Albares, había provocado poco antes de que empezara la visita de Estado más importante del año.

Albares pretendía apagar el fuego de la ausencia de representación española en la reapertura de Notre Dame el pasado sábado, provocando otro mucho más grande: arruinando la primera visita de Estado de los Reyes a Italia en 26 años.

Con un lenguaje y unas formas muy alejadas de la diplomacia y de la mínima lealtad institucional, el ministro aprovechó la rueda de prensa del Consejo de Ministros para criticar fuera de micrófono ante los periodistas a la Jefatura del Estado. En una intervención inédita en la historia de la democracia, el ministro de Exteriores hacía público su malestar con la Casa del Rey ante la prensa, en lugar de coger el teléfono y pedir explicaciones en privado.

Pedir explicaciones en el avión

Albares negó ante los periodistas cualquier responsabilidad en la ausencia de representación española en la reapertura de la catedral de Notre Dame, y se quejó de que ni Zarzuela ni el ministro de Cultura le informaron de que habían declinado asistir. Incluso llegó a decir que pediría explicaciones en el avión de la Fuerza Aérea Española en el que iba a viajar a Roma con los Reyes con motivo de la visita de Estado.

El desahogo ante los periodistas debió tranquilizar al ministro, porque después del vuelo de algo más de dos horas, tanto La Zarzuela como Exteriores se esforzaron en rebajar la tensión y pasar página al episodio. Pero, en ese momento, el foco mediático ya no estaba en la visita de Estado, sino en el ataque sin precedentes de un ministro de la democracia a la Corona.

Nadie se explicaba por qué Albares había preferido montar un show ante la prensa a llamar por teléfono a La Zarzuela, que es como se resuelven habitualmente las diferencias entre las instituciones, especialmente entre diplomáticos de carrera, aunque en el pasado hubieran mantenido desencuentros.

Tres días de ataques

Con la intervención del jefe de la Casa del Rey, asumiendo la decisión pero salvando la visita de Estado, terminaban tres días de dudas, rumores, ataques, críticas y especulaciones para explicar por qué España no estuvo representada el pasado sábado en la reapertura de Notre Dame.

Primero fue Zarzuela la que no quiso explicar el sábado las razones de la ausencia de los Reyes en París, como publicó entonces El Debate. Después, el Gobierno echó la culpa al ministro de Cultura, Ernest Urtasun, porque fue uno de los invitados que declinó la invitación; el lunes fue el ministro de Cultura el que culpó al titular de Exteriores, responsable de la representación internacional de España, y al final, en un giro inédito, fue el ministro de Exteriores el que se lavó las manos y echó la culpa en público a la Casa del Rey.

Al final, lo que queda es un nuevo episodio en el que cada uno de los protagonistas se ha retratado ante la opinión pública y en el que La Zarzuela ha sido la única que ha asumido la responsabilidad en aras de la concordia institucional.

Preservar la concordia

No es la primera vez que ocurre, y probablemente no sea la última. También la Casa del Rey acabó echando un cable al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y a su esposa, Begoña, cuando ambos se equivocaron en la Fiesta Nacional de 2018 y se quedaron a saludar junto a los Reyes. Para restar hierro al asunto, Zarzuela hizo un comunicado en el que decía que el jefe del Ejecutivo había seguido en todo momento sus indicaciones, pero que «ante una situación sobrevenida», se había producido «un malentendido». Lo importante, está claro, es preservar la concordia.

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