Imagen de los tubos en el embalse de La Colada que pertenece a la Confederación Hidrográfica del Guadiana

Imagen de los tubos en el embalse de La Colada que pertenece a la Confederación Hidrográfica del GuadianaEFE

El riesgo de inundaciones aumenta por la falta de limpieza de los caudales y una normativa europea de enfoque ecologista

El ingeniero agrónomo cordobés Andrés del Campo señala que las políticas actuales limitan los recursos que podrían evitar catástrofes naturales

Andrés del Campo, ingeniero agrónomo cordobés y presidente de la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España (Fenacore), subraya la relevancia de las infraestructuras hidráulicas no solo en el riego agrícola, sino también en la mitigación de inundaciones. Según Del Campo, las recientes inundaciones en Valencia evidencian, entre otros aspectos, la falta de mantenimiento en los cauces y la necesidad de más regulaciones hidráulicas. Apunta que las políticas actuales, influenciadas por una normativa europea de enfoque ecologista, limitan los recursos que podrían evitar catástrofes naturales.

Del Campo explica a La Voz de Córdoba que los cauces sin limpiar se obstruyen con vegetación y sedimentos, lo que reduce la velocidad del agua y aumenta el riesgo de desbordamientos. Cuando el agua de una riada se encuentra con cañas secas o ramas acumuladas, estas actúan como barreras que forman «presas temporales». Al romperse, la acumulación de agua provoca olas que arrasan con mayor fuerza, agravando los daños de las inundaciones. Insiste en que la limpieza y mantenimiento de estos cauces es esencial para prevenir estos problemas. Ocurre que a los agricultores no se les permite. «Hoy día por cortar una caña te ponen una multa y los agricultores no pueden limpiar sus propios cauces de su arroyo, con lo cual todo eso limita el transporte del agua y produce inundaciones», señala el ingeniero agrónomo.

Para Del Campo, la normativa europea —más centrada en conservar la biodiversidad que en la seguridad de las personas y cultivos— es «peligrosa» en regiones de baja pluviometría como Andalucía. En su opinión, la eliminación de presas y azudes, motivada por esta visión ecologista, ignora la necesidad de infraestructura para regular caudales en un clima con lluvias irregulares y torrenciales. Destaca que, sin estas infraestructuras, zonas como el Guadalquivir y Levante son vulnerables a desbordamientos, sobre todo durante las tormentas intensas.

Del Campo también resalta el éxito de España en la modernización del regadío, que ha permitido un uso más eficiente del agua. Sin embargo, considera insuficientes las infraestructuras de almacenamiento y aboga por más balsas y embalses que, además de mejorar la seguridad ante inundaciones, ayuden a almacenar agua para la sequía y para el riego. Estas obras, según afirma, «no tienen una rentabilidad política», ya que los plazos para su construcción son largos y costosos, y suelen quedar en el olvido.

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