Francisco J. Bocero

Francisco J. BoceroJesús Caparrós

Francisco J. Bocero, periodista y escritor

« Negar las raíces cristianas de Europa y su cultura humanista es algo tan absurdo como ignorante»

Almuzara publica su último libro Eso no estaba en mi libro de historia de las cruzadas

Hay actores que una vez terminada la temporada en el teatro o finalizado el rodaje de la película, se llevan durante un tiempo el personaje a casa. Les cuesta soltarlo y ese abandono del papel no suele ocurrir hasta el siguiente trabajo. De manera similar Francisco J. Bocero de la Rosa (Córdoba, 1964) está en 'modo-libro', o sea, que lleva dentro el libro que acaba de publicar y no lo suelta. O si lo hace, es a borbotones de fechas, nombres y datos, cosa que no está nada mal sobre todo si se anda de presentación o promoción de la obra.

Paco Bocero, que es como lo conocen sus muchos amigos, camina con las cruzadas en estos días metidas en las tripas, no solo porque le guste la materia y ya haya publicado dos novelas históricas - La derrota (2007) y El último sueño del rey (2020)- sino porque es periodista, y su último libro sobre estas 'peregrinaciones armadas' lleva un concienzudo trabajo de documentación, buscando fuentes primarias y contrastando los datos. Bendita deformación profesional.

Así que tenemos delante no solo a un compañero sino a un ordenador humano que, descafeinado de por medio, nos introduce con excitación en un mundo apasionante a lo largo de casi trescientas páginas que se leen disfrutando, como cuando éramos chiquillos y los libros nos sumergían en otras vidas, en aventuras épicas, en el placer que produce la más rotunda narrativa.

Claro que Bocero, además de periodista y escritor, es un señor lector. Y es algo que se le nota a legua y en el resultado final de Eso no estaba en mi libro de historia de las cruzadas, que también le ha publicado Almuzara para ampliar con esta obra una serie divulgativa que no deberían perderse.

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- Resulta llamativo que en la ficha del libro se definan a las cruzadas como unas peregrinaciones armadas de la Edad Media, rodeadas de cierto misterio.

- Bueno, porque eso es lo que fueron, peregrinaciones armadas para recuperar Tierra Santa, la tierra de Jesús, Jerusalén siempre como gran objetivo, a cambio de indulgencias y perdón de los pecados. Eso es lo que proclamó Urbano II cuando convocó la primera cruzada y ese fue, generalmente, el espíritu que movió a cuantos viajaban a Tierra Santa a combatir. Cumplían con la peregrinación y, en su mayoría, volvían a Europa. En cuanto a ese cierto misterio, viene de la combinación extremadamente creativa de libros, cine y videojuegos que mezcla a algunos de sus protagonistas, como los templarios, o como la secta musulmana de los asesinos en historias esotéricas y conspirativas.

- ¿Y por qué tenemos ese desconocimiento de las cruzadas?

- Porque nosotros no protagonizamos las cruzadas. Fueron cosa de europeos procedentes del mosaico de reinos, principados, ducados y señoríos feudales de lo que hoy conocemos como Francia, Países Bajos, Inglaterra, Italia, Alemania, Centro Europa y hasta vikingos de Noruega. Los reinos hispánicos de entonces luchaban contra los musulmanes que habían invadido la península ibérica casi trescientos años antes. En todo caso, algunas expediciones cruzadas pasaron por la península, como parte de la segunda que ayudó a liberar Lisboa, o su espíritu presidió alguna de las batallas más señaladas como la de las Navas de Tolosa. Y cuando las cruzadas finalizaron, ese espíritu y muchas de las indulgencias que concedía la Iglesia se trasladaron a los dos siglos finales de la reconquista. Pero, por lo general, las cruzadas en su conjunto son bastante desconocidas para el gran público, salvo en los ámbitos académicos e investigadores y los aficionados a la Historia, claro está.

- ¿Y qué fue lo que ocurrió para que sucedieran?

- En realidad, no fueron algo improvisado. La idea fue gestándose en la segunda mitad del siglo XI hasta que la insistencia de un emperador, Alejo I de Bizancio, el antiguo imperio romano de oriente, y el sentido de la oportunidad de un papa, Urbano II, cristalizaron en 1095 en el concilio de Clermont, el corazón de la Francia actual.

Los turcos selyúcidas se habían apoderado de buena parte del territorio bizantino en oriente próximo y controlaban el mosaico de pequeños emiratos desde Siria hasta las fronteras del califato fatimí de Egipto, incluyendo naturalmente Jerusalén. En 1071, derrotaron a los bizantinos, que, por cierto, estaban reforzados por mercenarios europeos, en la batalla de Manzikert, y desde entonces, sonó la voz de alarma en occidente y se multiplicaron las llamadas de ayuda desde Bizancio.

Finalmente, Urbano II, un benedictino de Cluny con una formación extraordinaria y un sentido político innato supo encontrar el momento oportuno allí en Clermont. El último día del Concilio pronunció el sermón exhortatorio más influyente de la historia de la cristiandad, y provocó la primera cruzada y el inicio de dos siglos de guerra en Tierra Santa. Su apelación tuvo, naturalmente y sobre todo lo demás, sentido religioso, pero le ayudaba a tratar de solucionar dos problemas: recuperar el liderazgo de Roma entre los patriarcas cristianos, y más después del cisma de 1054 que dividió a la iglesia de oriente y occidente, y reclamar el liderazgo espiritual y político en Europa, socavado por la querella de las investiduras, entre los papas y los emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico. Una larga disputa por el derecho a nombrar obispos, que, en realidad, fue un capítulo más de la lucha entre el poder religioso y el poder de los reyes.

Las cruzadas en su conjunto son bastante desconocidas para el gran público, salvo en los ámbitos académicos e investigadores y los aficionados a la Historia, claro está.

- Dice que no fueron guerras ofensivas y que no se pueden comparar a la invasión musulmana del 711

- Así es. Supongo que no es fácil de entenderlo visto desde hoy, pero como no evitemos el presentismo y tratemos de mirar los hechos en su contexto, que es un pequeño esfuerzo que no cuesta nada y mejora la comprensión de lo que sucede a cada paso de la Historia, corremos el riesgo de no aprender nada. Las cruzadas son expediciones militares para recuperar los santos lugares de la cristiandad y en concreto Jerusalén. No pretenden conquistar los territorios que hay más allá, no se dirigen a las otras ciudades santas del Islam -porque recordemos que Jerusalén es la ciudad santa para cristianos, musulmanes y judíos- ni buscan expandirse más allá de lo que pudieran ser los límites del imperio romano de Oriente, en el norte.

En cambio, la expansión musulmana que se extiende por el norte de África y que llega a la península a principios del siglo VIII, sí es un movimiento ofensivo que llega hasta el corazón de Francia, en Poitiers, donde es finalmente detenido.

Por supuesto, para los musulmanes de Tierra Santa, las cruzadas fueron una invasión y es evidente que lo fueron, pero es importante diferenciar ambas cosas.

- Europa defendiendo el cristianismo. Qué diferente a la Europa de ahora, ¿no?

- Bueno, son circunstancias muy diferentes, como es lógico, nos separan casi mil años y una larga y muy compleja evolución histórica. Pero negar las raíces cristianas del continente y su cultura humanista es algo tan absurdo como ignorante. Para empezar, gracias a ellas nos hemos convertido en las sociedades más libres, abiertas, tolerantes y democráticas del mundo. Eso es algo de lo que no pueden presumir en muchas otras y, precisamente, gracias a ello, esas otras pueden convivir aquí. El problema empieza cuando pretendes imponer tu cultura y tu forma de vida al margen de la sociedad en la que vives y cuando utilizas los mecanismos que te ofrece esa sociedad para hacerlo. Cuando impones no respetas; cuando no respetas, amenazas, y cuando amenazas lo normal es que te respondan. Creo que es muy fácil de entender.

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- En el libro también cuenta muchas anécdotas que contribuyen a desmitificar hechos y personajes.

- Sí, es uno de los objetivos, contar los hechos, gracias a las fuentes primarias y a la gran cantidad de literatura histórica que hay y de una enorme calidad narrativa y explicativa, y no entrar en los debates que son más propios de los historiadores e investigadores históricos. Esto supone contar los hechos, buscando las perspectivas de los protagonistas, de todos, no los de una parte. Cristianos y musulmanes tienen sus fuentes primarias, la gesta francorum, los textos de Guillermo de Tiro o la gesta de los chipriotas, conviven con las de Ibn Al-Qalinisi, cronista de Damasco o con los testimonios de Ibn Al Atir, en la época de Saladino.

Como decía antes, es fundamental evitar el presentismo para juzgar los hechos. Hoy, como es evidente, aquel mundo nos parece extremadamente cruel y gran parte de los enfrentamientos fueron de una enorme crueldad. Por ambas partes. Si la toma de Jerusalén en 1099 fue un episodio de una barbarie inhumana por parte de los cruzados, la conquista final de San Juan de Acre en 1291, que supone formalmente el final de las cruzadas, fue aún peor por parte de los mamelucos musulmanes. Si Ricardo «Corazón de León», mandó ejecutar a sangre fría a un millar y medio de prisioneros también en Acre, un siglo antes, Saladino, su gran rival, hizo lo propio con los caballeros y sargentos templarios y hospitalarios apresados en la batalla de los cuernos de Hattin, su mayor y gran victoria sobre los cristianos. Que apenas fueran dos centenares de prisioneros, solo refleja las pérdidas de las dos órdenes en la batalla. Si hubiera capturado más prisioneros de ese rango, más hubieran sido ejecutados.

- Pero no todo fueron enfrentamientos militares, ¿no?

- Claro que no. Hay curiosidades singulares, como la de San Francisco de Asís, que llega al campamento egipcio del sultán Al Kamil, sobrino de Saladino, a proponerle la conversión al cristianismo o, al menos, a buscar la paz. El sultán, que ya sabía de la condición de hombre santo del de Asís, lo recibe y lejos de ejecutarlo, como era lo esperable, discute con él, lo perdona y le ordena que se marche.

O las largas negociaciones diplomáticas entre Ricardo Corazón de León y Saladino mientras están combatiendo, en las que Ricardo llega a plantearle que su hermana se case con el hermano de Saladino, reinen en Palestina y cristianos y musulmanes puedan convivir en Jerusalén. O el rechazo de los cristianos ya nacidos en Tierra Santa, a los que denominaban poulains, -el predominio franco o francés en las cruzadas fue siempre principal, hasta los musulmanes denominaban a los cristianos, frannys- a que los reyes de la segunda cruzada atacasen Damasco porque el emir era aliado y amigo del reino de Jerusalén. O, los testimonios escandalizados de algunos clérigos que ya en el siglo XIII visitaban Tierra Santa, San Juan de Acre en concreto, y se sorprendían ante las costumbres orientalizadas de los cristianos. Hubo también una mezcla importante en ese sentido no ya de cristianos y musulmanes, sino de griegos ortodoxos, armenios, sirios, judíos, etc, que marcó en determinados momentos, aunque fueran cortos, un grado de convivencia y de intercambio bastante destacable.

Es fundamental evitar el presentismo para juzgar los hechos. Hoy, como es evidente, aquel mundo nos parece extremadamente cruel y gran parte de los enfrentamientos fueron de una enorme crueldad. Por ambas partes.

- ¿Por qué fracasaron las cruzadas?

- Buena pregunta. Precisamente por lo que eran, peregrinaciones armadas. Llega un momento en el que los reyes europeos pierden el interés y, sobre todo, se ahorran un coste extraordinario, porque organizar una cruzada se convierte en algo muy caro e impopular, sobre todo a partir de la segunda. En la segunda mitad del siglo XIII, las cosas habían cambiado mucho y solo se mantienen por el empeño personal de Luis IX de Francia, San Luis, uno de los grandes protagonistas de las cruzadas, que no solo organiza dos, sino que muere en la segunda, aunque su objetivo estaba muy lejos de Tierra Santa, como fue Túnez. En las décadas finales, hasta 1291, los únicos que mantienen la presencia cristiana son templarios, hospitalarios, caballeros teutones y demás pequeñas órdenes militares. Lo hacen porque son hombres de fe. Y cuando cae San Juan de Acre, pierden todo protagonismo y, en el caso de los templarios, se inicia su trágico final. Además, el mundo musulmán se había vuelto a unir bajo las dinastías mamelucas de Egipto y su empuje era imparable.

- Sin embargo hoy, el autodenominado Estado islámico sigue definiendo como cruzado a Occidente.

- Así es. Los grupos más radicales del Islam actual utilizan ese lenguaje y para ellos la Yihad es un instrumento para acabar con los occidentales «cruzados». En realidad, Yihad no significa solo guerra santa, pero sí una de sus acepciones a la que le dan este sentido. Lo cierto es que cuando se produjo el atentado contra las torres gemelas, el presidente Bush habló de una nueva cruzada contra Al Qaeda y Bin Laden respondió tratando de proyectarse como un nuevo Saladino, que es el gran caudillo musulmán por excelencia. Como también lo hizo Sadam Huseim ya que nació en la misma localidad y como reclaman esos grupos radicales.

Hoy, en el conflicto actual, Israel representa el estado cruzado para los musulmanes y este conflicto tiene muy pocos visos de solución pacífica. Parece que Tierra Santa nunca tendrá paz.

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