Fotografía antigua del Castillo de Maimón

Fotografía antigua del Castillo de Maimón

75 años del Castillo de Maimón

El lugar es conocido desde hace siglos por la riqueza de un venero que surtió a la capital

Dentro de la toponimia más clásica de la sierra, el Castillo de Maimón ocupa un lugar destacado junto a otros lugares que forman parte de la memoria sentimental de varias generaciones de cordobeses, como el Cañito Bazán, Sansueña o La Palomera, entre otros muchos, y que forman parte de la propia historia de la ciudad.

La importancia del Castillo de Maimón para los cordobeses no radica precisamente en el lugar en sí, sino en que en el mismo se sitúa un venero de agua que ha surtido durante siglos a fuentes como la del Potro o Campo Madre de Dios. Dicho acuífero, conocido como Hoja Maimón, dio nombre al entorno y así se llamó el molino de aceite construido en el siglo XVIII en dicho lugar y la casa de recreo que lo sustituiría.

Hasta bien entrado el siglo XX eran frecuentes los aprovechamientos agrícolas en la sierra cordobesa. Aún quedan vestigios de viñedos, lagares y, más posteriormente, huertas en las que predominaban los frutales. Durante décadas se vendieron las naranjas del Castillo de Maimón en Córdoba con justa fama, como también pasó con las de El Tablero.

De Hoja Maimón a Maimón, pasando por San José

Como finca de recreo, el Maimón paso de mano en mano durante los siglos XIX y XX hasta que en 1946 es adquirida por la congregación de los Hermanos Maristas con la intención de construir en el mismo un noviciado, lo que enlaza con la historia más reciente de la finca.

Fotografía antigua del Castillo de Maimón

Fotografía antigua del Castillo de Maimón

También, es singular la evolución del topónimo. El originario, Hoja Maimón, carece de sentido lógico y lleva a la confusión. Como el lugar cambiaba de dueños con frecuencia, en los años finales del siglo XIX y principios del XX hubo unos propietarios que borraron el vestigio histórico y pasaron a llamar a ese lugar como Huerta de San José. Pero, claro, huertas con el nombre de ese santo había más de una, incluso en Córdoba, y fueron los maristas, ya en el ecuador del siglo pasado los que fijaron el nombre como una simplificación de lo que había fijado la historia y así quedó para el futuro.

Esta casa de recreo, de la que con más fantasía que rigor histórico se llegó a afirmar que era una construcción de Abderramán III para su médico, Maimónides, fue una de las múltiples huertas que poblaban las faldas de la sierra en las que la nobleza, primero, y la burguesía, después, tenían su parcela de esparcimiento. Como ejemplo, muy cerca estaba la finca de Mirabueno, propiedad de José Sánchez Peña, el industrial de la Corredera que trajo la primera máquina de vapor y la luz eléctrica a Córdoba.

El homenaje a Canalejas

Pero en esas décadas anteriores a ser noviciado de los maristas, la huerta de Maimón tuvo su momento de gloria el 21 de mayo de 1904, cuando acogió un banquete en honor al líder del Partido Liberal, José Canalejas, al que, según las crónicas, asistieron más de 800 personas.

José Canalejas

José Canalejas

En aquel momento, la finca era propiedad de José Fernández Jiménez, un político local, vinculado a esa formación política, que tuvo la idea de homenajear así al líder nacional de su partido y, de paso, al presidente provincial del mismo, el marqués de la Vega de Armijo.

Cuentan las crónicas periodísticas de la época que el traslado de los 800 invitados, entre los que había una nutrida representación de la provincia, se hizo en un tren especial al que se le habilitó un apeadero junto al Puente de Hierro, en las inmediaciones de la finca. El ‘lunch’, que desde las seis de la tarde se prolongó hasta las diez de la noche, fue servido por el Café del Gran Capitán y al terminar se iluminó con antorchas y bengalas el camino de regreso al tren.

La llegada de los maristas

Los maristas llegaron en Córdoba en 1933. Muy pronto se les quedó pequeño el piso alquilado en la calle Barroso y a los tres años pasaron al palacio del conde de Torres Cabrera, donde permanecerían hasta el curso 1942/43 en que se trasladan a la plaza de la Compañía.

Esta mudanza supuso el auge de esta congregación religiosa debido a la fama de su calidad docente. En esos años de apogeo adquieren el Castillo de Maimón con la intención de crear en el mismo un noviciado en el que formar a las nuevas vocaciones. Comprada la finca en 1946 se pone en marcha el proyecto de adaptación por el arquitecto Rafael de La-Hoz Saldaña, quien le dio su configuración actual, articulada en torno a un gran patio con doble arcada en torno al cual se articulan las dependencias. El edificio cuenta con una capilla, con portada de granito, y un monumento dedicado a la Inmaculada, con diseño del arquitecto Carlos Sáenz de Santamaría y escultura de Amadeo Ruiz Olmos, levantado con motivo del Año Mariano de 1954.

Los maristas conservaron buena parte de la esencia del lugar, con su huerta, los naranjos y crearon instalaciones deportivas que fueron lugar de disfrute para las numerosas generaciones de alumnos que pasaron por las aulas del Colegio Cervantes.

El gran día de la inauguración fue el 4 de septiembre de 1949. En esa jornada se iniciaba una nueva etapa para el Castillo de Maimón y que contó con la presencia de las autoridades locales. Ante la ausencia del obispo, fray Albino, fue José Torres Molina, chantre del Cabildo Catedral y párroco de la Compañía, feligresía a la que pertenecía el Colegio Cervantes, el encargado de bendecir las flamantes instalaciones ante la presencia de la cúpula de los maristas en España, como el asistente general, el hermano Sixto Laguna; el provincial, el hermano Lucinto Burgos, o el director del colegio, el hermano Epifanio del Val, entre otros.

La falta de vocaciones -común al resto de órdenes y congregaciones religiosas- condenó el futuro del Castillo de Maimón que de noviciado supo reinventarse en una casa de retiros o reuniones con capacidad para un centenar de personas tras una profunda reforma al inmueble que le ha dotado de una nueva vida.

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