David Galván corta cuatro orejas en la despedida de Enrique Ponce
Vicente Ruiz «El Soro», superviviente de la fatídica tarde de 1984, recibió el homenaje del público
Antes de iniciar el paseíllo, Vicente Ruiz «El Soro», se hizo presente en el albero pozoalbense para recibir la ovación del público en recuerdo de la fatídica tarde en que «Avispado» corneó mortalmente a Francisco Rivera. La tarde tenía otra efeméride más, pues se despedía del coso de Los Llanos el valenciano Enrique Ponce, que saludó agradecido la cariñosa acogida. Luego, en cuanto a la lidia ordinaria de su primero, poco hay que reseñar. Nada de capote y nada de muleta ante un oponente, el peor del buen encierro de Cayetano Muñoz, falto de emoción y raza al que Ponce pasó sin apreturas y fuera de cacho. No obstante, el primer trofeo fue a para a su esportón más por agradecimiento a su trayectoria que por méritos en esta lidia.
A su segundo le recetó un buen saludo de capote, llevándolo largo y suave rematando con media y revolera con gusto. Con la muleta hilvanó dos series por el pitón derecho entonadas, con brío y pico a partes iguales. Como ha sido costumbre en toda su carrera, alargó la faena, sonando un aviso sin haber montado la espada, lo que bajó la tensión expresiva al perder ímpetu el animal, optando el matador por el repertorio efectista de genuflexiones que consiguieron calentar al respetable hasta pescar una nueva oreja que le garantizaba la salida por la Puerta del Gallo el día de su despedida.
Alejandro Talavante, que lució un precioso vestido púrpura y oro, inició su faena al primero de un modo vibrante aunque un tanto ecléctico, mezclando pases de distinto concepto. Con el mejor toro de la corrida, lució naturales templados de finísimo trazo. Los derechazos igualmente fueron de calidad, pero quedó la sensación de que la extraordinaria condición del toro merecía un punto más de tensión por parte de su matador. Faltó apostar más fuerte por el toreo fundamental y no por los adornos con los que la obra terminó quedando un tanto inacabada.
A su segundo, también extraordinario ejemplar por su condición, le perfiló un elegante saludo. Obedecía a los toques sin la más mínima protesta. Lo llevó largo por la derecha y por la contraria, brillando sobre todo en la segunda serie con el compás cerrado. Aún así faltó un punto de emoción.
David Galván resultó el triunfador de la tarde al cortar cuatro orejas. Saludó a su primero con garbo, entremezclando verónicas, gaoneras y chicuelinas. Con la muleta caló pronto en el tendido, desde la primera serie de derechazos genuflexo. Hubo más adelante una serie de naturales largos y templados que, lástima, desembocaron en el abandono de lo fundamental por el circular interminable a media alturita que elimina ligazón y remate.
En el último de la tarde siguió los mismos parámetros que en su anterior toro, conectando con el público por una composición bien hilvanada de la que destacaron algunos naturales de cartel. Decisión y fibra que le garantizó el triunfo sin discusión en una tarde destinada a la despedida de Ponce.