Trinidad Montero, artista
«La fama y el arte hoy en día suelen ir por caminos muy distintos»
La cantante cordobesa presenta el próximo 30 de noviembre el espectáculo 'Bajo el hilo rojo' en La Casa Azul
En la calle Cárcamo de Córdoba se producen a diario dos prodigios maravillosos. Uno de ellos son los dulces que salen del obrador de La Piedra Escrita, confitería escasa de metros cuadrados y llena de tradición que guarda, como los buenos perfumes, la mejor de las esencias en un frasco pequeño. El otro acontecimiento prodigioso tiene lugar unos metros más abajo (o antes, si subimos desde la fuente) cuando Trinidad Montero, La Trini, (Córdoba, 1979) comparte sus años de trayectoria con los alumnos de su escuela cuando trata de transmitir todo lo que lleva dentro, que no es poco. Y lo consigue, claro.
Podría haberse vestido como la artista que es para este encuentro y la sesión preceptiva de fotos, pero recibe con una gafas de montura verde, como la esperanza, el pelo recogido con una coleta y una chupa de cuero Perfecto que tiene ese aire de cierta rebeldía que ha trascendido generaciones. Remata su zona de confort con unas deportivas y un café que llena de aroma la tarde gris y el espacio encalado en el que hay dos pianos, un micrófono, un espejo y una mujer, ella misma, sonriente y serena.
En unos días presenta un nuevo espectáculo porque no puede ni quiere estar quieta. «Nunca he recibido ni pedido subvención alguna», confiesa en los prolegómenos esta artista libre y liberal. Es como una declaración de principios antes de encender la grabadora, colocando algunos puntos en su sitio para entrar en calor. La Trini se curra el arte con el sudor de su frente y pule cada día con disciplina su don natural para cantar como un ángel o como un personaje quebrado. Ahora además enseña. Tiene más de setenta alumnos y menos prisas por casi todo. Su risa no es impostada, ella que reconoce el histrionismo propio y el ajeno, mostrándose tal y como es en un rato de charla que quizá también se produce por aquello del curioso destino, al que dedica su nueva propuesta musical.
Huele a pan de telera y sultanas mientras La Trini lo cuenta.
- Renovarse o morir.
- (Ríe) Me encanta eso. Sí, reinventarme, seguir creciendo. Yo soy muy camaleónica y para mí es muy natural.
- Copla, canción ligera, clásica, flamenco, cabaret… ¿Hay algo que no se le dé bien?
- ¡Uy! El flamenco es algo en lo que yo no me he sumergido con profundidad, porque le tengo mucho respeto. Al final lo que hago, creo, es llevarlo todo a mi terreno. Es una facilidad que he tenido desde que era muy chiquita, cuando jugaba a cambiar las melodías de las canciones.
- La saeta no es poco profunda, precisamente.
- También me la llevé un poco a mi terreno, quizá. Recuerdo el disco que hicimos en 2015, cuando las saetas sonaron con músicas del mundo, como la africana o la electrónica. Creo que al final la música está viva y la creatividad también.
- Ahora llega ‘Bajo el hilo rojo’, a solas con un bajista. No un pianista ni un guitarrista. Queda claro que le gusta sorprender al público.
- Siempre he estado rodeada de bandas y no estoy de acuerdo con lo de que menos es más. Es algo que siempre nos han dicho a los que somos un tanto histriónicos. Pero me he dado cuenta de que, simplemente con Sergio (Di Finizio) al bajo, he salido de mi zona de confort. Hay momentos en los que el tempo lo tenemos que llevar internamente, porque no hay percusión ni batería. Creo que eso me ayuda a crecer mucho. Y al final es que somos seres musicales, la música está en nosotros. Además me estoy permitiendo mostrar mi vulnerabilidad, cosa que hasta hace poco no solía hacer, porque soy una mujer fuerte, de supervivencia en la música.
- De momento se muestra ‘En carne viva’.
- Sí, elegí esa canción precisamente por eso, porque sabía que me iba a llevar a un lugar muy vulnerable. La gente siempre ve la fuerza de La Trini, pero realmente bajo eso también hay una niña frágil y muy sensible. Y pienso que está bien enseñar eso a través del arte, porque todos los seres humanos somos frágiles.
- Regresa a La Casa Azul ¿Qué supone esta iniciativa cultural en su carrera?
- Soy de las que piensan que todo lo que vamos encontrando en el camino ocurre para algo. En un momento dado apareció ese pequeño vergel de iniciativa propia, particular, que apoyaban ciertos proyectos, muy selectivos y de calidad. Yo había regresado a Córdoba, buscando el núcleo familiar y empezamos a intercambiar proyectos e ideas. Ellos fueron los productores de ‘La cosa está que Trini’ y las puertas siempre las tengo abiertas. Preestrenar ‘Bajo el hilo rojo’ para público reducido, unas 70 personas aproximadamente, es una prueba para ver qué sensaciones tiene la gente con ese repertorio tan especial. Yo me siento como en mi casa porque estoy muy familiarizada con el lugar. Además coincidimos en el modo de cómo queremos contribuir a la cultura. El camino de La Casa Azul es muy parecido al que yo quiero transitar.
- Un camino de libertad y de independencia ¿no?
- Sí
- Pero por eso hay que pagar un alto precio.
- Obviamente sí. Pero tiene sus cosas buenas. De todas maneras yo no he llegado a este oficio para ser famosa, sino para hacer arte. La fama y el arte hoy en día, de manera general, suelen ir por caminos muy distintos. Pero sí, hay que pagar un precio, porque no estamos abiertos a una manipulación con lo que no se está de acuerdo. Eso te convierte en enemigo sin serlo en realidad, porque todos debemos exponer lo que sentimos o la visión cultural que tenemos, sin tomarse nada a nivel personal. Creo que sería muy positivo para la vida cultural de esta ciudad y para los propios artistas.
Me estoy permitiendo mostrar mi vulnerabilidad, cosa que hasta hace poco no solía hacer, porque soy una mujer fuerte, de supervivencia en la música.
- Cuando no está actuando o metida en la interpretación, usted enseña. ¿Su escuela es un deseo anhelado que finalmente ha cumplido?
- Hace unos años no lo era. Pero conforme ha ido pasando el tiempo ha sido la gente la que ha llegado a mí. Yo he sido siempre inquieta para la formación. Empecé temprano en el conservatorio, hice un máster de técnica vocal, estudié algo de foniatría y logopedia y lo último que he terminado ha sido flamencología. Creo que somos alumnos eternos y es importante formarse constantemente. Pensé que podía ayudar a esas personas que se me acercaban, y hacerlo a través de la música, tanto a gente que se dedica a ello o a aquella que no pero que dedican parte de su tiempo a la música para sentirse mejor.
- Habla más como una alumna que como una maestra.
- A los artistas nos llaman maestros en algunos sitios y es algo que a mí me incomoda, Todos tenemos algo que ofrecer y yo lo que hago en la escuela es compartirme, ofrecer lo que he ido aprendiendo por el camino. Es cierto que he desarrollado cierto olfato y puedo ver cosas en ellos que ni ellos mismos ven. Es bonito porque en algún momento de mi recorrido me he encontrado con personas que me han formado y ayudado porque veían en mí aspectos que yo no veía. Con mi edad ahora tengo la confianza suficiente para ver en mí y en los demás.
- ¿Qué tipo de alumno es el que se acerca a su escuela?
- Hay de todo. Por franja de edad, la más chiquita tiene cinco años, todo un personaje, y el más mayor tiene ochenta años. Hay gente que se dedica profesionalmente a la música y desean mejorar su técnica, puesta en escena o actitud, y otros alumnos que solo buscan compartir y contar cosas a través de la música. Es que la música es catártica. Yo voy a terapia, pero es cierto que cuando hago música es como si hubiera hecho terapia. Y me ahorro el dinero (ríe). La música nos sana porque nos lleva a lugares. Cada persona tiene su propia historia y no suele ser tan distinta a la nuestra. Queremos amar y que nos amen. El amor es la única realidad.
- ‘Bajo el hilo rojo’ se preestrena el día 30 de noviembre.¿Va a viajar ese espectáculo?
- Sí, la intención es estrenar en Córdoba. Y estamos en negociación con la gerencia del IMAE. Me gustaría que fuera en la Sala Polifemo del Teatro Góngora, porque creo que está poco utilizada y tiene unas posibilidades muy interesantes. Me gusta la sonoridad, y cómo está dispuesta. Y después de Córdoba, empezar a volar . La idea es esa. La idea original se basa en la leyenda de que existe un hilo rojo que nos conecta a las personas y eso precisamente es lo que hace la música. A veces esos hilos pueden romperse y soltamos a compañeros, a personas, pero al final de lo que se trata es que debíamos encontrarnos con ellas.
- Ha hablado del amor. ¿Cómo lleva su relación amorosa con Córdoba? ¿Es una buena pareja?
- ¿Cómo lo podría decir? (Ríe). Es una tierra donde hay mucho talento, mucho arte. Pero creo que Córdoba es una mala madre, e igual me cae la del tigre por decir esto. No sé si por nuestro carácter o por otros aspectos, siempre nos ha costado reconocer a nuestros artistas. Es cierto que yo, después de los años, no me puedo quejar, en el sentido de que se me ha premiado y reconocido, por ejemplo, que fui la primera mujer cordobesa que estuvo en la Philharmonie de Paris, en 2021. Pero todo ha sido a base de mucho trabajo. Y como he comentado antes, es que parece que si no compartes ciertas cosas te conviertes en enemigo de alguien o de algunos, cuando realmente creo que todo puede sumar. Sería bueno que escucháramos más y dar más importancia a la cultura de la que actualmente se le otorga. Y menos al amiguismo (ríe).