La verónicaAdolfo Ariza

¿Votó ayer el «Hombre Corriente»?

Actualizada 05:00

Lleva un tiempo largo el «Hombre Corriente» constatando que «el progreso tiene una hagiología, un martirologio, una masa de milagrosas leyendas propias, como cualquier otra religión»; la más reconocida de las ideas de esta curiosa hagiología es que «la persona joven y progresista se ve siempre martirizada por la persona vieja y ordinaria». Lo cual en sí es falso ya que «es el viejo y ordinario quien se ha visto cada vez más despojado de todos sus derechos viejos y ordinarios».

Con no poca resignación experimenta el «Hombre Corriente» que «los nuevos Hombres Excepcionales que dirigen al pueblo ya no son […] sino una especie de secos deístas, que se resecan cada vez más hasta convertirse en ateos; y ya no son pesimistas, sino todo lo contrario; sólo que su optimismo a menudo es más deprimente aún que el pesimismo». ¿Con qué nivel de estupor escucharía el «Hombre Corriente» la reflexión del ex -presidente José Luis Rodríguez Zapatero: «El infinito es el infinito… La tierra es el único lugar del mundo donde se puede leer un libro… y donde se puede amar»?

Para el «Hombre Corriente» hay muy pocos «grandes hombres» en la «Cámara de los Comunes». Lo tiene muy claro: «No es en los fríos vestíbulos de la inteligencia, donde las celebridades parecen tener importancia, donde debemos buscar a los grandes […] Es en nuestros propios hogares […] donde podemos sentir la presencia de esa sangre de Dioses». Para el «Hombre Corriente» el problema está en que «los filósofos materialistas y los políticos mecánicos» han conseguido «dar una mayor unidad» al «hombre inconsciente, con cabeza de asno» – lo cual «no es un mal símbolo del pueblo» -. Ahora bien, «la única pregunta que cabe formular es: ¿de acuerdo a qué animal ha sido tan exitosamente conformado?».

En su día a día, el «Hombre Corriente» se topa con uno de «los inconvenientes de la sociología»: la educación. En estas lides de la educación «es una parte sumamente práctica de la política práctica». El problema es que intentan que sólo vea a la escuela, «no como una institución normal que puede concordar con otras instituciones sociales, tales como el hogar, la Iglesia y el Estado, sino como una especie de fábrica moral, completamente extraordinaria y milagrosa, en la cual por arte de magia se hacen hombres y mujeres perfectos». Es más, se le pide al «Hombre Corriente» que a «esta idolatría de la escuela» esté dispuesto a «sacrificar el hogar, la Iglesia y la humanidad, con todos sus instintos y posibilidades». Y sin embargo, aunque no sea capaz de formularlo tal cual, el «Hombre Corriente» lo tiene claro: «Ningún hombre que idolatra la educación ha logrado lo mejor de ella; ningún hombre que lo sacrifica todo a la educación es siquiera educado».

El «Hombre Corriente» ha tenido que sufrir las archisabidas soflamas de que la libertad de prensa es «la forma de libertad más aclamada, como vanidad y como dogma» cuando en realidad «es cada vez menos una libertad, para convertirse cada vez más en un monopolio». Por lo general, el «Hombre Corriente no querría publicar un periódico» ni «escribir un libro» y sin embargo, «de acuerdo al aire actual de nuestro tiempo», «los hombres serán arrestados por usar cierta clase de lenguaje, pero no podrán ser arrestados por escribir cierta clase de literatura».

A estas alturas del artículo cabría preguntarse: -Pero bueno, ¿voto o no voto ayer el dichoso «Hombre Corriente»? Sinceramente no lo sé. Lo que puedo decir es que fue con el peso y rigor de una calima difícilmente descriptible.

Post data: El que realiza esta descripción del «hombre corriente» no es otro que G. K. Chesterton que a sí mismo se definía como «uno de los pocos que quedan de mi tipo y profesión, que aún cree en el patriotismo; así como me cuento entre los pocos que todavía creen en la democracia». El problema para Chesterton viene cuando «ambas ideas fueron exageradas de un modo extravagante, y lo que es peor, entendidas de un modo equivocado o completamente al revés, durante el siglo XIX».

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