Por derechoLuis Marín Sicilia

¿Nada de nada?

Pues no, señores del coro mediático, pupilos del sanchismo y demás agraciados por la mano que mece la cuna: sí que hay cosas que no son normales en las democracias

Actualizada 05:00

Como un solo hombre, el orfeón papagayo, esa colección de monaguillos que repiten diariamente las consignas del comité monclovita para la unidad del discurso y del mensaje, se lanzó a repetir que, en la conducta de la investigada Begoña Gomez no había «nada de nada». Y como la ralea de borregos que sigue al puto amo no tiene más inquietud que evitar, por todos los medios, perder el sustento que los mantiene unidos, allá se lanzaron todos, políticos, tertulianos y mensajeros, a repetir machaconamente el mantra, en esa opinión tan sincronizada que ya produce hilaridad cuando, cualquier observador imparcial, percibe como se baja la vista para leer el guion, no vaya a ser que falle la memoria.

Pues no, señores del coro mediático, pupilos del sanchismo y demás agraciados por la mano que mece la cuna: sí que hay cosas que no son normales en las democracias que se precien y que para su amo y señor son solo fango. Por ejemplo:

-Que enchufen a su hermano en un puesto «ad hoc» en la Diputación de Badajoz, es fango.

-Que su hermano aumente su patrimonio y cambie su domicilio a Portugal mientras sus ingresos los devenga en España, es fango.

-Que su esposa registre a su nombre un «software» de la Universidad Complutense de Madrid, es fango.

-Que su esposa constituyera su sociedad Transforma TSC 46 días después de que dispusiera a coste cero de la patente realizada por Indra, Google y Telefónica, es fango.

-Que se investigue la ereccion irregular de una Cátedra en la UCM, es fango.

-Que su esposa dispusiera de una Cátedra en la Universidad sin título que lo avalara y financiando muchas de sus actividades por empresas que recomendaba en las contrataciones públicas, es fango.

-Que su esposa fuera relacionada con empresas rescatadas por el Gobierno que él preside, es fango.

-Que su esposa firmara cartas para que la Administración fuera comprensiva con sus socios y amigos, es fango.

-Que el mismo presidiera los Consejos de Ministros, sin abstenerse en la concesión de ayudas a empresas recomendadas por su esposa, es fango.

-Que el propio presidente del Gobierno, públicamente, hiciera propaganda de empresas relacionadas con su esposa, es fango.

-Que los beneficiarios de ayudas fueran elegidos por el peso de criterios subjetivos facilitados por su entorno, orillando los valores objetivos y rompiendo la imparcialidad de la Administración, es fango.

-Que en su misiva a la ciudadanía califique de «zafio montaje» a la investigación judicial de hechos indiciarios de posible responsabilidad penal por corrupción y tráfico de influencias, es fango.

Parece ser que, en este país, todo lo que afecte al entorno presidencial es fango, si nos atenemos a la partitura del orfeón papagayo para el que parece no importar que algunos políticos, y sus adláteres, estén capacitados para hacer lo que les venga en gana. Si han roto el principio constitucional de la igualdad de todos ante la ley y la división de poderes una vez con la amnistía, ¿por qué no lo van a hacer más veces?. Quien hace un cesto hace ciento. ¿No será que la fábrica del fango la tienen en su propia casa?. Porque vamos a ver:

-El presidente y su gente pueden ofender la dignidad de todos los españoles amnistiando a quienes rompieron la legalidad y atentaron a la soberanía nacional y a los principios constitucionales.

-El presidente y su gente pueden ofender a la razón y a la dignidad de un juez porque interfiere su campaña electoral, pero ellos retienen la publicación de la amnistía en el BOE para no dañar sus intereses electorales.

-El presidente y su gente pueden seguir enfangando la convivencia y ofendiendo a la gran mayoría de españoles que se niegan a entrar en la confrontación banderiza de las dos Españas que tanto les gusta a los extremos.

Pero que no se equivoque, ni el presidente ni su gente. Por mucho que utilicen a la Fiscalía, a la que han convertido en abogado defensor de sus desafueros en vez de fiel garante de la legalidad. Por mucho que todos sus peones mediáticos reciten el manual del puto amo y su teoría del fango, la Justicia se ha puesto en marcha y no parará por mucha porqueria que quieran arrojar a los miembros de la judicatura que tienen la obligación de investigar.

Cuando entraban en prisión altos cargos de otros partidos con responsabilidades de Gobierno, nadie discutió la imparcialidad de los jueces que la ordenaban. Cuando se persiguió hasta la extenuación, durante más de una década, al expresidente valenciano Francisco Camps, nadie puso en duda la actuación de quienes tienen la obligación de descifrar la verdad. Cuando el yerno del Rey fue condenado y la infanta hubo de sentarse en el banquillo de los acusados, nadie cuestionó la pureza del procedimiento. ¿Por qué entonces, ahora, por cuestionar la conducta de la esposa de Sánchez, la culpa es de la derecha y la ultraderecha (otro latiguillo), los jueces son unos mandados y todos los que aportan pruebas y documentos son fabricantes de bulos y fango?.

Señor presidente: los españoles no queremos quebrarle; solo queremos que respete a las instituciones, que no las invada ni las manosee. Que nos trate a todos por igual y no nos divida entre buenos y malos. Que sancione a los que no cumplen las leyes en vez de amnistiarlos. Que no nos mienta más haciendo lo contrario de lo que prometió. Porque su andadura y la de quienes le siguen nos acerca cada vez más a una forma de hacer política propia de autócratas populistas: para ustedes hay un espacio de impunidad que les permite amnistiar a aquellos de los suyos que delinquen.

Y eso es lo que nos jugamos los españoles: evitar con nuestro voto que haya dos clases de ciudadanos: los normales que cumplen sus obligaciones y trabajan en silencio, y los compadres, amigos, enchufados y favorecidos por el sanchismo que tienen bula para hacer lo que le venga en gana. Para estos, es verdad, como no tienen más principios que su propia subsistencia, no hay nada de nada: ellos se lo guisan y ellos se lo comen.

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