María Yered Rodríguez, directora de la Oficina Diocesana para la Protección del Menor
«Hay que hablar sin miedo del abuso y tomar medidas directas»
La Diócesis de Córdoba pone en marcha la tercera edición del curso La protección de los menores en la Iglesia
La Diócesis de Córdoba celebra una nueva edición del curso «La protección de los menores en la Iglesia» con la intención no solo de que participen en él los formadores, educadores y agentes de pastoral, además de sacerdotes o miembros de otras asociaciones religiosas, sino que pretende orientar de una manera completa a toda aquella persona que trabaje en cualquier otro ámbito donde estén presentes menores.
Para hablar de este curso, que se celebra en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas Beata Victoria Díez y cuya inscripción está abierta hasta el 15 de octubre, contamos con María Yered Rodríguez, (Priego de Córdoba, 1988) abogada, directora de la Oficina del Menor y también directora de la Oficina Diocesana para la Protección del Menor. No solo del curso, sino del trabajo que se realiza en la diócesis en el seguimiento y prevención del abuso a menores y personas vulnerables, una labor que lamentablemente no ocupa, por aquello del encuadre manipulado, minutos ni páginas en la mayoría de los medios de comunicación. «Estamos comprometidos con la medidas preventivas como no se está haciendo en otros ámbitos civiles», apunta María Yered, más con satisfacción que con reproche.
Un compromiso con la prevención pero sobre todo con las víctimas, que colocan en el centro de su actividad. Esta joven directora lo explica desde el sobrio despacho que ocupa en el obispado de Córdoba.
- ¿Qué motivación y cuáles fueron los objetivos principales de la creación de la oficina de protección a los menores?
- La creación de la oficina se hizo especialmente para atender a las víctimas que habían sufrido el problema de los abusos que había habido dentro de la Iglesia. Se crea como respuesta al compromiso que asume la Iglesia cuando el Papa convoca en el 2019 la reunión de todos los presidentes de conferencias episcopales. Lo que se trata es de dar una respuesta al problema de los abusos que ha habido. De hecho, el expresidente de la conferencia episcopal, Juan José Omeya, se pronuncia y dice que es una lacra que nos ha afectado no solamente a la Iglesia, sino a toda la sociedad. Entonces la Iglesia debe asumir un compromiso con estas víctimas. Se crean estas oficinas para darle todo tipo de apoyo, para recoger sus denuncias y prestarles cualquier ayuda que necesiten, ya sea de tipo psicológico, de tipo jurídico, o de tipo espiritual también. Los acompañamos a lo largo de todo el procedimiento.
- ¿En qué consiste el curso que ofrecen? ¿Cuáles son los principales temas que se abordan?
- Comenzamos hace unos años con la Universidad Gregoriana formándonos nosotros para poder afrontar esto. Y ahora ya llevamos tres años que tenemos un curso propio dentro de la diócesis. Pretendemos promocionar ambientes sanos y seguros para los menores y para las personas vulnerables, o sea, personas que se equiparan legalmente a los menores. En el curso tenemos tres módulos. Un módulo teológico, porque nosotros partimos de la base de que los abusos son contrarios a la dignidad del hombre y totalmente contrarios al mensaje evangélico. Planteamos ahí una base sobre qué es el abuso, cómo se ve desde un punto de vista teológico y también cuál ha sido la postura de la Iglesia, lo que ha sucedido en la Iglesia y cómo lo vamos a afrontar. Luego, en segundo lugar, tenemos un módulo jurídico en el que tratamos toda la normativa que hay, tanto en el derecho del Estado, con todo lo referente a la protección del menor y todos los medios que hay, y también la normativa del derecho canónico. Hablamos de la normativa que se ha establecido desde la conferencia episcopal con el protocolo marco de prevención y actuación, y con la instrucción sobre abusos sexuales que también ha sacado para la tramitación de los procedimientos penales canónicos. También, más concretamente, dentro de la diócesis tratamos el protocolo que se tiene aprobado desde 2019, que son unas líneas básicas de cómo tienen que actuar los distintos agentes de pastoral, desde profesores, catequistas, monitores de campamento…
Partimos de la base de que los abusos son contrarios a la dignidad del hombre y totalmente contrarios al mensaje evangélico.
Todas las personas que dentro de la Iglesia ejercen su actividad con menores o personas vulnerables, que sepan qué actitudes deben tener en cuenta para evitar que se produzcan abusos y que, en el caso de que puedan detectar algún abuso, sepan cómo actuar. Es decir, lo que hacemos es concienciarles de qué es un abuso, cómo prevenirlo y cómo actuar en el caso que se produzca para cumplir con el mensaje de tolerancia cero que decía el Papa, es decir, que ningún caso se quede sin investigar por falta de actuación y que no se produzca ninguno por falta de prevención. Y finalmente, en el módulo psicológico lo que tratamos también dentro del curso es la atención a la víctima. Es decir, cómo se hace este acompañamiento, cómo se le ayuda, las distintas opciones que se le ofrecen,y todo el tema de la justicia restaurativa a la hora de darle una compensación económica.
- ¿Cómo se garantiza que los formadores y los agentes de pastoral que siguen el curso apliquen lo aprendido en sus interacciones diarias con menores?
- Pues nosotros lo que tratamos desde la formación es concienciarlos, decirles lo que tienen que hacer. Por ejemplo, a la hora de que seleccionen personal que vaya a trabajar con menores o personas vulnerables, pues que se le haga una entrevista, que vean quién va a entrar, qué motivación tienen o cuál no tienen. Se le pide, por supuesto, el certificado de delitos sexuales. Se le pide también una declaración responsable de que han sido informados de todo esto y luego aparte también desde aquí, desde la diócesis, llevamos un registro de todo este control de personas que luego intervienen con los menores en su actividad. O sea, les pedimos información y todo queda guardado en un registro en la propia oficina.
- ¿Cómo ha evolucionado la percepción y el enfoque de la Iglesia hacia la protección de los menores en los últimos años?
- Pues yo creo que ha evolucionado mucho, sobre todo desde el año 2019. Con el Papa Juan Pablo II ya se empezó a mover todo esto mucho, y con Benedicto XVI también, pero a partir de 2019 se ha producido un importante cambio normativo. Es verdad que estamos intentando ver cuál ha sido nuestra actitud, reconocer que se han cometido errores, pero que estamos poniendo los medios necesarios para mejorar eso y que al final el centro sea la víctima e intentar sufragar ese daño que se le ha producido en todos los ámbitos.
- Lo que queda claro es que ha habido un cambio de actitud significativo respecto al silencio que se ha mantenido con este asunto durante años.
- Totalmente. Hay que hablar sin miedo del abuso y tomar medidas directas. Todo el silencio hay que evitarlo. Por eso hemos creado estos protocolos y por eso hacemos esta formación, para evitar que se vuelvan a producir errores que hemos visto en muchas otras diócesis, que al final lo que han hecho es más daño que aportar soluciones.
- Además de cursos como este o la creación de una oficina específica, ¿ qué medidas concretas se han tomado para asegurar la transparencia de la que nos está hablando?
- Desde la Conferencia Epicopal se ha creado un servicio de coordinación de oficinas donde vamos comunicando cuáles son los casos y cómo se está actuando. Se han hecho varios informes de cuál es la situación de las oficinas y de las denuncias. También desde aquí, a nivel diocesano, hemos creado el registro de personas que intervienen con menores y personas vulnerables. Hacemos una pequeña investigación de con quién dejamos a nuestros menores, para garantizar que haya espacios seguros dentro de la Iglesia para ellos e inseguros para los abusadores. La formación es esencial. Al final es concienciar que nosotros con el curso no buscamos generar expertos en protección de menores, sino que buscamos llegar a todos los agentes para que sepan actuar en cada momento y saber lo que tienen que hacer.
Hacemos una pequeña investigación de con quién dejamos a nuestros menores, para garantizar que haya espacios seguros dentro de la Iglesia para ellos e inseguros para los abusadores.
- Una formación que va más allá de la prevención de abuso, porque en el fondo se trata de trabajar con material sensible, como son los niños, valga la expresión.
- Claro, no solamente en materia de prevención, sino también en materia de actuación. Que ellos vean casos que se han dado y que sepan cómo actuar en cada caso, porque dentro de su actividad pueden ver indicadores de que se está produciendo un abuso o pueden incluso venir un menor y revelarles de que se está produciendo ese abuso. ¿Qué tienen que hacer ellos? Que sepan actuar. Si no actuamos, estamos dejando al menor en peligro. nosotros lo que tratamos de proteger a la víctima.
- Da la impresión de que la opinión pública se quedó en el tema de los abusos y los casos más llamativos y no se conoce tanto ni la prevención ni las medidas que, en efecto, se están tomando desde la Iglesia.
- Eso es algo esencial y es por lo que también promocionamos el curso para todo el mundo. Cuando vemos las noticias de televisión y demás, lo único que sale es que se ha producido tal abuso, pero no la actividad que estamos haciendo. Se desconoce que existen estas oficinas. Eso lo vemos en nuestro alumnado. Cuando llegamos y le contamos de que existe una oficina en la que acogemos a la víctima, le damos asistencia, ellos se quedan sorprendidos. No lo saben. Tratamos de dar a conocer cuál es la actividad de la Iglesia y cómo estamos intentando luchar contra esta lacra, que no nos afecta solo a la iglesia, sino a toda la sociedad.