El último marqués del Rey Juan Carlos
El marquesado de Crémenes fue creado en honor al empresario David Álvarez, fundador del grupo Eulen
En unos días se celebrarán los siete años del fallecimiento del último marqués nombrado por el Rey Juan Carlos antes de su abdicación. El marquesado de Crémenes lo creó el anterior monarca, el 20 de mayo de 2014, para que fuera vitalicio. El Rey sabía por qué tenía que durar lo que la vida del empresario leonés, David Álvarez, diera de sí. Don Juan Carlos, a lo largo de su reinado, apenas ha concedido medio centenar de títulos nobiliarios. Su sucesor, el Rey Felipe VI, que lleva ocho años en el trono, aún no ha creado ninguno. Esta es la historia del marquesado más efímero del siglo XXI.
Con las banderas a media asta, desde el 27 noviembre de 2015 y durante tres días, hubo luto oficial en el pequeño pueblo leonés de Crémenes, en León. Los 100 vecinos, más los directivos de Eulen o Vega Sicilia, desplazados desde distintos puntos de España, viuda, hijos y familiares, acompañaban en procesión al féretro hasta el cementerio, donde era enterrado el creador de un gran imperio empresarial en el panteón familiar, junto a sus padres, Emilio y Eladi, a y a sus dos esposas; María Vicenta Mezquiriz, madre de sus siete hijos que murió en 1985 y Teresa Vidaurrázaga, fallecida en 1999, con la que no tuvo hijos y que fue su secretaria años antes de contraer matrimonio.
David Álvarez tenía amistad con el Rey, pero no fue por esa cercanía por lo que el monarca le reconoció con un marquesado. Fue por haber levantado un imperio empresarial de la nada, con esfuerzo y decisión. Creó casi 90.000 empleos y sólo era un hombre nacido en un pueblo perdido del León más profundo, sin casi estudios «porque el importe de la beca no llegaba» pero con una educación familiar de raíces potentes. El marquesado vitalicio de Crémenes es el reconocimiento a la grandísima generación de hombres y mujeres que se dejaron la piel por sacar este país adelante.
Meses antes de morir me dijo: «Usted no piense que soy un prototipo. Soy un hombre normal con todos los defectos y, como tengo que pagar las nóminas de 82.000 familias todos los meses, sigo al frente de la empresa. No tengo necesidad de jubilarme. La necesidad no es mía, es de otros que necesitan que yo esté aquí porque soy el creador de todo esto y la gente en quien confía es en mí. Saben que si estoy cogiendo la mancera del arao, el arao irá por el camino que yo quiera. Los padres están hasta que se mueren, no se jubilan nunca, los jubilan los hijos».Una herencia que era la cultura del esfuerzo y si eras espabilado podías acogerte a las becas para estudiar: «Mi padre ganaba 300 pesetas y éramos cinco hijos, yo tenía 17 años y no podía pagarme los estudios de ingeniero de telecomunicaciones en Madrid porque la beca del Estado nunca llegaba a tiempo, así que no pude seguir estudiando. La necesidad es buena escuela. Con 18 años regresé a Bilbao y con 19 ya tenía una academia que se llamaba Minerva, diosa de la sabiduría, que llegó a tener 1.000 alumnos».
A Minerva se la representa con un búho, que es la imagen de Eulen, el grupo que funda. Años más tarde compra las bodegas Vega Sicilia «porque el nombre de Vega Sicilia vendía lo que yo quisiera. La Casa francesa Dior nos pidió el color Vega Sicilia en exclusiva para hacer prendas y no se lo dimos».
«Lo primero que hice fue decirle a mi mujer que era marquesa y no reaccionamos, ni saltamos, ni abrimos botellas de champagne»
El marquesado de Crémenes fue el título más efímero de los creados por el Rey Juan Carlos. Apenas lo disfrutó David Álvarez un año, y tampoco hizo grandes celebraciones por ello. Así me lo contaba con toda normalidad: «Lo primero que hice fue decirle a mi mujer que era marquesa y no reaccionamos, ni saltamos, ni abrimos botellas de champagne. Mi madre seguro que hubiese llorado dos días enteros, pero no de alegría. Me hubiese dicho: 'David, que nosotros no somos de eso, ten cuidado, que eso te traerá disgustos'». Posiblemente el mayor disgusto no fue ser marqués, sino el conflicto familiar con unos hijos que le quisieron apartar de sus empresas y de ahí que el marquesado fuera vitalicio por indicación del interesado.
Cuando David Álvarez, a sus 80 años, decide ir apartándose un poco para disfrutar con su tercera mujer, Maite, de unas vacaciones que hacía 50 años que no tomaba, comenzaron los problemas con cinco de sus siete hijos. Al parecer al patriarca no le gustaba cómo llevaban las empresas y decidió retomar el control. Se encontró que cinco –Pablo, Juan Carlos, Emilio, Elvira y Marta–le plantaron cara. «Yo tengo un problema familiar con varios de mis hijos que están fuera de mi jurisdicción porque han querido andar solos y sin mi autorización», me decía en mayo de 2014.
Es el motivo por el que seguramente el Rey Juan Carlos le concedió el título de Marqués de Crémenes de forma vitalicia. «Considero que Su Majestad ha entendido que tengo los méritos profesionales y humanos para nombrarme marqués y, como lo entiendo así, así lo admito y lo agradezco, pero mi mayor título ha sido ser hijo de mis padres y ser leonés». Quizás el dolor que a un hombre le producía la «disidencia» de cinco hijos pudiera haber agravado sus dolencias, porque de lo que estaba orgulloso, además de lo que había conseguido con su trabajo, era de sus padres y de su lealtad hacia ellos, como se deja patente en las palabras que compartió conmigo.