Guerra y propaganda: el combate del Barranco del Lobo
La propaganda es una poderosa herramienta de guerra, empleada para perjudicar al enemigo y favorecer los intereses propios
La propaganda es una poderosa herramienta de guerra, empleada para perjudicar al enemigo y favorecer los intereses propios, como fue el caso de la Leyenda Negra. Empero, a veces, somos nosotros los que inventamos y pregonamos nuestra leyenda negra, para perjuicio propio y regocijo de adversarios. Como ha sido el caso del combate del Barranco del Lobo, que no batalla, el 27 de julio de 1927, durante la llamada campaña de Melilla.
El combate del Barranco del Lobo se produjo entre un fuerte flanqueo fijo español, sobre las estribaciones sur del monte Gurugú, para proteger el paso de un convoy de abastecimiento a las posiciones avanzadas, contra un nutrido contingente de harqueños ávidos de tan goloso botín. El convoy alcanzó las posiciones avanzadas, las abasteció y regresó a la base de partida, sin novedad. El flanqueo tuvo que sostener un rudo y sangriento combate para contener a los harqueños, pero cumplió con su misión de seguridad, y se replegó a la orden y en orden.
Sin embargo, el senador Maestre escribió un denigrante artículo, en el diario El Mundo del 10 de junio de 1910, calificando el combate del Barranco del Lobo de «Infame Derrota». Esta falsa e injusta calificación provocó la airada contestación del comandante general de Melilla.
A veces, somos nosotros los que inventamos y pregonamos nuestra leyenda negra, para perjuicio propio y regocijo de adversarios
La historiografía tradicional española nunca consideró a este combate como una derrota, y mucho menos como un «desastre» –así, se puede citar las obras España en Marruecos editado en 1910, La Guerra en el Rif publicado en 1922, o España en sus Héroes de 1969–. Hasta que un historiador, malinformado o malintencionado, equiparó el Barranco del Lobo con Annual, y al primero lo denominó también «desastre». Desde entonces, no hay escritor, algunos con fruición, que no haga referencia al «Desastre del Barranco del Lobo» (aunque reconozcan que fue una acción necesaria y que se alcanzaron los objetivos previstos), lo que demuestra un nivel importante de desconocimiento del arte de la guerra y un cómodo seguidismo acrítico.
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Este análisis también revela que las bajas españolas fueron muy sensibles, especialmente la de los mandos que se comportaron heroicamente, pues al dirigir fuerzas bisoñas y cumpliendo el reglamento vigente de 1898 se pusieron al frente de sus unidades para el choque, demostrando gran espíritu militar y de sacrificio. Entre estas bajas fue sensible la muerte del general Pintos, jefe de la brigada de flanqueo, por la repercusión mediática y porque impresionó más a la opinión pública.
Las victorias se alcanzan si se consiguen los objetivos asignados y el enemigo, por ende, no puede evitarlo.
A pesar de que las bajas fueron dolorosas, no fueron tantas como supuso la fantasía popular y la propaganda revolucionaria. Los muertos españoles fueron 150, de los que 52 (35%) eran mandos, por 528 heridos. Las bajas de los rifeños, que fueron muy castigados por los fuegos de artillería y ametralladoras, se estiman en más de 200 muertos y 600 heridos (20% más).
Otra prueba del quebranto rifeño es que no se dejaron ver al día siguiente, en el que pasó otro convoy, que solo fue hostigado de forma muy ligera.
En definitiva. Las victorias se alcanzan si se consiguen los objetivos asignados y el enemigo, por ende, no puede evitarlo. Pero, si las valoráramos también por el desgaste sufrido, entre ambos bandos, igualmente fue mayor en las filas rifeñas que en las españolas.
En consecuencia, las valoraciones que se deben dar, tanto a la operación de abastecimiento como a los combates de flanqueos son de «victorias» y no precisamente pírrica. Nunca la de derrota y menos la de desastre.