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02 de julio de 2024

Retrato del Papa Alejandro VI

Retrato del Papa Alejandro VI

Picotazos de historia

La espeluznante muerte y entierro de Alejandro VI según un testigo

Johann Burchard pasó la mayor parte de su vida en la corte papal, desempeñando el oficio de maestro de ceremonias para cinco sucesivos Papas

Johann Burchard (1450-1506) fue un sacerdote alsaciano que pasó la mayor parte de su vida en la corte papal, desempeñando el oficio de maestro de ceremonias para cinco sucesivos papas. Nos dejó un Liber Notarum, un diario de sus actividades que comprenden los años entre 1483 y 1506, con detalles sobre las principales ceremonias protocolarias y sus participantes. Su estilo es árido y aséptico, algo originario de su Alemania natal y desarrollado por necesidad al trabajar en un entorno altamente peligroso. A pesar de su despego (o precisamente por ello) su obra tiene detalles de una gran ironía. Por ejemplo, refiriéndose a la muerte del príncipe Djem, hermano del sultán Bayaceto II, envenenado por orden del Papa Alejandro VI a incitación del sultán, nos dice: «El príncipe murió a consecuencia de algo que comió y le sentó mal». Refiriéndose al asesinato del duque de Bisceglie y príncipe de Salerno –Alfonso de Aragón, marido de Lucrecia Borgia– escribió: «los médicos diagnosticaron que no había sido envenenado». Efectivamente, Alfonso fue estrangulado por orden de Cesar Borgia.

Burchard nos legó una descripción de los últimos días de Alejandro VI y su entierro. «El 12 de agosto se encontró indispuesto pasando a estar febril esa misma tarde». Su estado empeoró y el día 18 de agosto se confesó con el obispo de Cariñola, quien celebró misa frente a Su Santidad y le dio la comunión. Estuvieron ese día presentes los cardenales: Serra, Francesco Borgia, Giovanni Castelar, Casanova y Loris de Constantinopla. Por la tarde se le dio la Extrema Unción y a la hora de vísperas falleció Alejandro VI.

Nada más morir el Papa, llegaron hombres de su hijo Cesar, mandados por Michelotto de Corella, hijo natural del conde de Cocentaina y matón personal de Cesar Borgia. Tras poner una daga al cuello del cardenal Casanova y amenazar con arrojar a todos por la ventana, consiguieron las llaves del tesoro de Alejandro VI. Se llevaron cuanto objeto de valor había en las estancias más dos cajas que contenían cien mil ducados. Recuperados del susto, los cardenales, abrieron las puertas y salieron para comunicar la muerte del Papa. En ese tiempo, lo que quedaba de valor en las habitaciones papales fue saqueado por los criados, que dejaron solo unas sillas, dos cojines y los tapices de las paredes. Más tarde Burchard y el resto de los cardenales vestirían el cadáver y organizaron los detalles del funeral. Al día siguiente el cadáver fue trasladado a la sala del Papagayo, donde se celebró un oficio de difuntos y tras velarlo fue trasladado a la basílica de San Pedro para el funeral.

Según Burchard a las cuatro de la tarde, cuando volvió para comprobar el cuerpo descubrió que este se había hinchado, de forma que el ataúd donde lo habían puesto se había quedado pequeño. «La faz era del color de la mora y estaba cubierta de manchas azul oscuro; la nariz hinchada, la boca torcida, la lengua doblada, los labios tan inflamados hacia fuera que parecían cubrir toda la parte inferior del rostro». Los criados quitaron la tiara al cuerpo, lo envolvieron en una alfombra y a empujones y patadas, mientras bromeaban obscenamente, lo encajaron en el ataúd.

«No había ninguna vela encendida, y ningún sacerdote ni persona alguna de dignidad velaba el cadáver Así murió el papa Alejandro, en la cumbre de su gloria y prosperidad...», termina Burchard.

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