Así fue el sorprendente encuentro entre Hernán Cortés y Moctezuma que marcaría el futuro de todo un continente
Moctezuma creía en el regreso del dios serpiente, uno de los principales dioses del panteón azteca, y que estaría encarnado por el capitán español
El autor C. W. Ceram en su imprescindible libro sobre la historia de la arqueología, Dioses, tumbas y sabios, nos traslada la emoción que les supuso a muchos exploradores occidentales descubrir las fascinantes ruinas de civilizaciones pasadas. En las orillas del Nilo, en el Peloponeso o en Oriente Medio, personajes míticos como Howard Carter, Heinrich Schliemann, Paul Botta o Austen Henry Layard realizaron descubrimientos sorprendentes de civilizaciones borradas de la faz de la historia hacía ya varios milenios. Pero como muy bien apunta Ceram, el caso de Hernán Cortés fue totalmente único. El extremeño no se tropezó con unas ruinas de civilizaciones antiguas, (que también, porque el 6 de julio de 1520, un día antes de la batalla de Otumba, divisó las ruinas de Teotihuacán, uno de los mayores complejos arqueológicos de México y que en aquella época ya llevaba casi un milenio abandonado), pero Cortés se tropezó con una compleja civilización totalmente desconocida para occidente y… lo más importante, en su momento de mayor apogeo.
¿Cómo fue aquel sorprendente encuentro entre Cortés y Moctezuma? ¿Entre la principal potencia europea y la gran potencia mesoamericana? ¿Entre aquellas dos civilizaciones tan radicalmente distintas y opuestas?
Dos civilizaciones distintas
En realidad, cuando el 8 de noviembre de 1519 el huey tlatoani mexica Motēuczōmah Xōcoyōtzin o Moctezuma II se encuentra con el conquistador español, ninguno de los dos llegaba totalmente ciego a aquella reunión, que habría de marcar el futuro de todo un continente. Desde que Cortés había puesto pie en sus territorios tributarios de la rivera maya, los embajadores y emisarios de Moctezuma le habían venido informando sobre aquellos extraños extranjeros llegados del oriente en enormes, e igualmente extrañas, casas flotantes. Era muy consciente de su gran superioridad militar por batallas como la de Centla, en la que un puñado de aquellos rostros pálidos había derrotado a miles de guerreros mayas chontales, del uso de armas totalmente desconocidas para ellos como escopetas y cañones, del dominio de animales aún más extraños como caballos y mastines, pero lo más preocupante para la triple alianza, (la que conformaban Technotitlan con Tetzcoco y Tlacopan) no era solamente que los extranjeros hubiesen derrotado e incluso conformado alianzas con pueblos tributarios de los mexicas, sino que se plantasen, en contra de su voluntad, en la capital del Imperio acompañados de algunos miles de guerreros de Tlaxcala. Los sempiternos enemigos de los tenochcas.
Por su parte, los españoles, aunque se vieron totalmente sobrecogidos por la grandeza y majestuosidad de Tenochtitlan, la sorprendente ciudad acuática que, como una extraña Venecia mesoamericana, se erigía sobre una de las islas occidentales del lago de Tetzcoco, a aquellas alturas de 1519 ya conocían las impresionantes construcciones de mayas y aztecas. En su camino a Tenochtitlan habían estado en grandes ciudades como Cholula, donde según las crónicas habían contado hasta 400 templos, algunos de enormes dimensiones. No obstante, nada comparable con la capital del Imperio. Con un millón de habitantes, Tenochtitlan era, a principios del siglo XVI, una de las ciudades más pobladas del planeta. En la misma época, París, la mayor capital europea en términos de población, (a excepción de Constantinopla), apenas contaba con 180 mil habitantes. Pero más allá de los puentes, canales y acueductos, se vieron especialmente sorprendidos por la compleja parafernalia protocolaria de los mexicas y por las mastodónticas construcciones de la capital. Los edificios de estuco, los suelos de mármol en las plazas, los palacios como el de Axayacatl o el del propio Moctezuma y la grandiosidad del templo Mayor.
Moctezuma tenía una visión de la realidad totalmente distorsionada por su concepción mística y supersticiosa de la existencia
«La serpiente emplumada»
Sin embargo, a pesar de la buena información que recibía, Moctezuma tenía una visión de la realidad totalmente distorsionada por su concepción mística y supersticiosa de la existencia. El sí se creía a pies juntillas la leyenda de quetzalcoatl (la serpiente emplumada). Uno de los principales dioses del panteón azteca y que en su forma humana era representado por un señor de rostro muy pálido. Este dios se había exiliado perdiéndose en el oriente, desde donde prometió regresar en el ce acatl o año una caña, que correspondía precisamente a 1519. Antes de la llegada de Cortés había tenido sueños premonitorios en los que veía a extranjeros cabalgar enormes venados, al tiempo que se producían extraños eventos como la resurrección de su hermana (un claro caso de muerte aparente, como el que le aconteció, por cierto, a Pedrarias Davila) o fenómenos meteorológicos, como la caída de un rayo en el templo de xiuhtecuhtli o la inundación de Tenochtitlan.
Para Moctezuma y sus sacerdotes aquellos presagios anunciaban el regreso del dios serpiente encarnado por el capitán español. De ahí el gran respeto con el que fue tratado, para disgusto de otros nobles, como Cuitlahuac o el propio Cuauhtemoc, quien veían a Cortés no como un dios y muchos menos la reencarnación de quetzalcoatl, sino como un extranjero exótico, profundamente ambicioso, interesado en oro y poder y que suponía un peligro, no solo para la posición dominante de los mexicas sino para su propia civilización. Algunos «neo-negrolegendarios» como el profesor británico Matthew Restall, pretenden, de manera muy interesada y poco académica, por cierto, dar una visión diferente del encuentro restando credibilidad a las supersticiones de Moctezuma y socavando el papel de Cortés, al que considera, «un aventurero mediocre y oportunista». Cortés tendrá muchos defectos y sin duda fue oportunista, pero la mediocridad es más bien de quien lo califica así, pues la inmensa mayoría de los historiadores, incluyendo a los mexicanos, lo consideran, con sus luces y sombras, uno de los grandes personajes de la historia de la humanidad y no hay más que remitirse a los hechos. Además, los cronistas de la época fueron muy claros en este punto y, por otra parte, es una cuestión de simple lógica. De haber sido de otra manera Moctezuma se hubiese enfrentado militarmente a Cortés, como lo harían posteriormente sus hermanos que le sucedieron en el cargo.
La inmensa mayoría de los historiadores, incluyendo a los mexicanos consideran a Corté uno de los grandes personajes de la historia de la humanidad
Pero volviendo al día del encuentro, que tuvo lugar en la calzada de Ixtapalapa, Moctezuma se había hecho acompañar de doscientos señores principales y para rendir pleitesía al que consideraba «dios del este» e impresionarle con el ceremonial de su Imperio, llegó, precedido por los portadores de los estandartes imperiales, bajo palio, en una litera a hombros de nobles descalzos, se había adornado con sus plumajes más queridos y con profusión de oro y pedrería. Numerosos sirvientes abrían camino barriendo el suelo empedrado y colocando unas mantas por donde habría que caminar para que no pisase la tierra y le seguían, en la comitiva los reyes de Tlacopan, Tetzcoco y Tlatelolco y los Señores de Ixtapalapa y Coyohuacan. Precisamente Cacamatzin, el Tatloani de Tetzcoco, que era su sobrino político y su hermano Cuitlahuatzin, Señor de Ixtapalapa, habían sido los encargados de descenderle de la litera hasta que sus sandalias de oro y piedras preciosas pisaron las mantas.
Por su parte Cortés llegó montando a caballo y acompañado de sus capitanes. Vestía su armadura metálica y su yelmo. Sin duda alguna, las barbas y el cabello, en algunos casos como el de Pedro de Alvarado, de un rubio intenso, la piel clara y los imponentes caballos adornados por cascabeles también debieron sorprender a los mexicas. Cortés desmonta, se quita un collar de perlas y se lo ofrece al Emperador. Este le indica a un criado que le ofrezca dos collares de caracolas con cuentas de oro. Luego tendrán lugar los discursos traducidos por doña Marina. Muy protocolario el del mexica, más político el del español que no ocultó parte de sus intenciones y en el que ya nombró a su señor, el Rey Carlos, su intención de traer la religión verdadera y de impartir justicia por los reproches realizados por sus aliados tlaxcaltecas. Moctezuma les ofrecerá un banquete y les hospedará en el palacio de su padre Axayacatl. A partir de aquel día el proceso de conquista de la Nueva España comenzaba una nueva fase mucho más compleja y arriesgada.