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El general O'Donnell

El general O'Donnell

El desconocido atentado contra O'Donnell, un intento fallido de magnicidio

El Consejo de Ministros restó importancia al incidente atribuyéndolo a un demente sin intencionalidad política, pero, de triunfar, el atentado podría haber desviado claramente la Historia de España

Leopoldo O´Donnell fue un militar y político español que logró no sólo victorias en política exterior sino que presidió uno de los periodos más estables del inestable reinado de Isabel II de España. Efectivamente, durante su llamado Gobierno Largo (1858-1863) se produjo un crecimiento económico y una serie de reformas que tendieron a asentar el Estado liberal, lejos de fórmulas revolucionarias. Para empezar, O´Donnell fue nombrado presidente del Consejo de Ministros por decisión constitucional de la reina, sin necesidad de acaudillar un pronunciamiento militar.

Si a partir de 1808 la calidad de la administración se había visto mermada por las luchas entre partidos, al despedir o ingresar masas de funcionarios según el color del gobierno, la llegada al poder del partido de O´Donnellla Unión Liberal– detuvo, al menos por un largo tiempo, ese fenómeno. Sus ministros convivieron cinco años con una administración caracterizada por la pluralidad ideológica, pues los funcionarios sólo tenían que declararse fieles al «espíritu de la Unión Liberal», el cual nadie había especificado claramente en qué consistía, por lo que esa declaración no requería ningún esfuerzo ni un acto de hipocresía para nadie.

De esta manera tan ambigua pero eficaz en muchos ámbitos del funcionariado, se contribuyó a una paz interior de los burócratas, desmovilizándose inquietudes que caracterizaron aquellos años, anormalmente apacibles.

Buen conocedor de los círculos sociales de la nobleza, la burguesía y los terratenientes cubanos, O´Donnell consiguió el apoyo de los mismos. Al comenzar a gobernar, levantó el estado de sitio de Cataluña, casi permanente desde la guerra carlista, porque, según sus palabras, «no aprobaba la represión preventiva». Sin embargo, la burguesía catalana comenzó a negarle su apoyo cuando, a finales de 1862, se emitió el decreto de 27 de septiembre por el cual se establecieron los aranceles que debían entrar en vigor al año siguiente y no favorecían sus egoístas intereses económicos.

El 6 de diciembre de 1860, esa sensación de seguridad fue rota por un atentado contra O´Donnell, de manos de un excéntrico llamado Manuel Nieto

Bajo su gobierno, aumentó lentamente, pero de forma consolidada, la seguridad de los grupos sociales intermedios, ligados al auge del empleo, el aumento de la administración y los servicios. Ello facilitó la sensación de mantenimiento del orden público, tan importante para la buena marcha de la economía. Pero el 6 de diciembre de 1860, esa sensación de seguridad fue rota por un atentado contra O´Donnell, de manos de un excéntrico llamado Manuel Nieto.

El fallido magnicidio

A las cinco y media de la tarde el presidente, que había asistido a la sesión del Senado, salió del palacio de la Cámara Alta con la intención de tomar su coche, que estaba en un terraplén recientemente construido frente a la puerta de salida de la tribuna pública. Estaba lloviendo y un lacayo abrió un paraguas, bajo el cual se cobijaron O´Donnell y su ayudante Serrano. Manuel Nieto, escondido en el umbral de una puerta, se dirigió por detrás de la pareja y disparó a la espalda de su objetivo. Si bien intentó huir, el ayudante militar logró prenderle, mientras O´Donnell, sereno como siempre, aseguraba que ni las balas de la guerra de África ni las que había disparado ese asesino podrían quitarle la vida.

Entró en el palacio del Senado donde un taquígrafo –que también era enfermero– reconoció su herida, concluyendo que no revestía gravedad, pues la bala no había logrado penetrar en el cuerpo. El Consejo de Ministros restó importancia al incidente atribuyéndolo a un demente sin intencionalidad política, pero, de triunfar, el atentado podría haber desviado claramente la Historia de España, como lo hizo el del general Prim, unos años más tarde.

O´Donnell se negó a utilizar el atentado para emprender una política represora y controladora de la oposición a su Gobierno

O´Donnell se negó a utilizar el atentado para emprender una política represora y controladora de la oposición a su gobierno. Y es que, pese a este hecho, no puede afirmarse que el grado de conflictividad en la sociedad española durante el Gobierno Largo de la Unión Liberal rebasara los niveles normales de la época ni los de una colectividad en un periodo de cambio histórico.

De ahí que el propio presidente del Consejo de Ministros, en su discurso en el Senado el 29 de diciembre, defendiera su gestión hasta ese momento: «Nosotros hemos dado la paz a nuestro país, hemos hecho desarrollar la riqueza pública, y respetar todas las garantías; hoy no hay estados de sitio». Reconoció, sin embargo, que se había tenido que enfrentar a dos pruebas grandes: el intento de pronunciamiento carlista en San Carlos de la Rápita y una protesta revolucionaria en Loja, pero ambos hechos habían sido aplastados sin excesiva represión posterior. Así, O´Donnell finalizó señalando que su Gobierno había «dado gloria a la nación española, probando ante la Europa que España es hoy lo que siempre ha sido, y lo que será siempre que tenga necesidad de demostrarlo».

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