La 'Carta' de Viscardo o la munición teórica de los que querían la independencia americana
La idea de Viscardo, como la de todos los independentistas de siempre, era considerar que las tierras americanas, su historia y su futuro era solo incumbencia de los nacidos en América
Durante muchos años Juan Pablo Viscardo Guzmán fue considerado en la historiografía tradicional como un ejemplo de resentido. Se unía así a otros personajes de línea crítica como Antonio Pérez o José María Blanco White. Si nos limitamos a repasar la biografía, sin adentrarnos en las ideas, pudiera responder a ese estereotipo de venganza intelectual ante lo que se considera maltrato.
Era un español criollo nacido en Arequipa (Perú) en 1746, hijo de familia de propietarios coloniales. Había quedado huérfano muy joven de su padre, el maestre de campo Gaspar Vizcardo. A los 25 años ingresó en el seminario de jesuitas y, cuatro años después, el Rey Carlos III ordenó la expulsión de la Orden por sus manejos en las misiones del norte de Argentina, Paraguay y Uruguay.
En ese momento Juan Pablo y su hermano José Anselmo se encontraban en el colegio de la Compañía de Cuzco. La orden de expulsión les incumbía y fueron embarcados en Callao con rumbo a Cádiz. En los meses en que estuvo en El Puerto de Santa María, solicitó la secularización e intentó volver a Perú. Lo que volvió a intentar para recuperar una herencia desde su siguiente exilio en Italia.
Las penurias que vivió, por una expulsión que siempre consideró injusta, coincidieron en el tiempo con la rebelión de Tupac Amaru en Cuzco en 1781. Este alzamiento le hizo considerar las ideas emancipadoras. Aunque fracasó Tupac Amaru, Viscardo profundizó en la idea y se puso en contacto con el cónsul inglés en Liorna para ofrecer su concurso y solicitar apoyo.
Los británicos favorecían cualquier intento de socavar el Imperio español, como los españoles harían en Norteamérica, para sustituirlo en influencia y negocios. El exilio fue duro. Su hermano murió y él tuvo que contentarse con recibir ayuda en Italia y un viaje a París. Al mismo tiempo, maduraba sus ideas e imaginaba planes de acción.
En 1791 viajó a Londres y, desde entonces, empezó a cobrar una pensión del Gobierno británico. En esa ciudad conoció al primer embajador de Estados Unidos en Inglaterra, Rufus King, que lo animó en sus ideas. Joven, pero agotado y triste por treinta años de exilio y penurias, murió en la capital británica en febrero de 1798. Sus papeles, escritos y libros pasaron a manos del diplomático estadounidense que los entregó a su amigo Francisco Miranda, que era otro de los independentistas a sueldo del gobierno británico.
Carta a los españoles americanos
Miranda enseguida comprendió el valor intelectual y propagandístico del material y lo empezó a usar para esparcir ideas. Así mandó publicar y distribuir abundantemente la famosa Carta a los Españoles Americanos. Posiblemente, la escribió en 1792 y vio la luz por primera vez en francés en 1799. En 1801 se imprimió en español y circuló clandestinamente entre los patriotas americanos. Nacía así uno de los más importantes impresos de la época que sirvió de argumento intelectual al movimiento de toma de poder que acabaría en la independencia americana.
Viscardo, como la de todos los independentistas de siempre, resume la dependencia con España en cuatro palabras: ingratitud, injusticia, servidumbre y desolación
Es evidente que Viscardo estaba influenciado por su biografía, como todas las personas. Pero hay que desvincular las ideas de las vicisitudes de sus autores cuando se desprenden y tiene una trayectoria de influencia por lo que dicen. Viscardo analizó lo negativo del Imperio español con agudeza. Como todos los visionarios, solo se detiene en lo malo, no comprende el valor de lo positivo en el orden político español y proyecta sus ideas en el futuro histórico sin detenerse a analizar las contradicciones y desajustes que pueden llevar consigo.
La idea de Viscardo, como la de todos los independentistas de siempre, era considerar que las tierras americanas, su historia y su futuro era solo incumbencia de los nacidos en América. Y resume la dependencia con España en cuatro palabras: ingratitud, injusticia, servidumbre y desolación. Los españoles americanos habían derrochado esfuerzo y sacrificios para una patria que no era la suya.
Decía: «Nos hemos dejado encadenar con unos hierros que si no rompemos a tiempo, no nos queda otro recurso que el de soportar pacientemente esta ignominiosa esclavitud». Ese era el tono general de la carta. Poco reconocimiento a la autoridad española y una rebeldía que sería recompensada con libertad y riqueza. Porque Viscardo, como todos los patriotas, anhelaban el libre comercio con Inglaterra, librarse de los impuestos españoles y vender más caros sus productos para comprar más baratos los ingleses.
Aspiraba a que los cargos importantes de América estuvieran en manos criollas y no de peninsulares. Exageraba al señalar: «Privados de todas las ventajas del gobierno, no hemos experimentado de su parte, sino los más horribles desórdenes y los más graves vicios». Su vista se volvía al pasado y reivindicaba a los incas frente al virrey Toledo, sin considerar que no era de familia indígena. Idealizaba lo que existía y criminalizaba a los españoles, siempre gobernados por la arbitrariedad y el despotismo. En fin, algo que no resulta extraño en el momento actual.
La proximidad como cualidad
Se quejaba Viscardo también de la gran partida de rentas de tabacos y aduanas que iba a sostener una Marina Real que él juzgaba inútil. Era evidente que defender las tierras americanas contra invasiones británicas no era útil para quienes deseaban las invasiones. Escribía proclamas de dudosa justicia: «Consintamos por nuestra parte a ser un pueblo diferente; renunciemos al ridículo sistema de unión y de igualdad con nuestros amos y tiranos; renunciemos a un gobierno, cuya lejanía tan enorme no puede procurarnos, aun en parte las ventajas que todo hombre debe esperar de la sociedad de que es miembro; a este gobierno que, lejos de cumplir con su indispensable obligación de proteger la libertad y seguridad de nuestras personas y propiedades, ha puesto el más grande empeño en destruirlas, y que en lugar de esforzarse a hacernos dichosos, acumula sobre nosotros toda especie de calamidades».
Palabras que solo pretendían ser causa de enganche de partidarios e indecisos. La proximidad como cualidad: «Tenemos esencialmente necesidad de un gobierno que esté en medio de nosotros para la distribución de sus beneficios, objeto de la unión social».
Fueran las que fueran las motivaciones de Viscardo, queda claro que las ideas se desprenden de los autores y fluyen con libertad entre los lectores. La Carta de Viscardo fue la munición teórica de los que querían la revolución para acceder al poder, el fundamento intelectual ideal que sostuviera su partido frente a los que ostentaban el poder que se quería alcanzar.