La batalla de Teruel, la gran masacre invernal a través de las crónicas de Ernest Hemingway
La victoria en la batalla de Teruel fue del «General Invierno», con temperaturas de 25 grados bajo cero que mataron a unos 40.000 combatientes
Fue una de las batallas más mortíferas de la guerra, y quedan los testimonios de los combatientes y la población civil, a través de sus diarios personales, fotografías y recuerdos, pero también reportajes y entrevistas que realizaron durante la Guerra Civil española varios periodistas españoles e internacionales. A lo largo de la contienda los corresponsales Herbert L. Matthews (New York Times), Henry Buckley (The Daily Telegrapf) y otros escritores y fotógrafos de diversas ideologías cubrieron la guerra, cada uno desde su trinchera, algunos desde ambas y pocos desde la objetividad que se espera de un periodista, pero en Teruel todos coincidieron al describirla como una de las más cruentas del conflicto.
Escritores y fotógrafos de diversas ideologías cubrieron la guerra, pero en Teruel todos coincidieron al describirla como una de las más cruentas del conflicto
Ernest Hemingway también entró en Teruel con los republicanos, y realizó crónicas para North American Newspaper Alliance. «Avanzamos arrastrándonos con las manos y las rodillas sobre el trigo y la paja con olor a limpio dentro de la oscuridad del refugio subterráneo de la línea de fuego. Un hombre oculto dijo: 'Allí, donde está la cruz, ¿lo ve?'», escribió.
En diciembre de 1937 una columna del Ejército Popular de la República (formada por cuatro divisiones) tomaron la ciudad, que estaba defendida por dos divisiones franquistas. Por entonces Teruel tenía en torno a 13.000 habitantes y no tenía valor estratégico, pero el ejército republicano decidió atacar Teruel para desviar a las fuerzas sublevadas, que se estaban preparando para avanzar hacia Madrid.
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«Durante tres días se han cortado las comunicaciones de Teruel y las fuerzas del Gobierno han tomado sucesivamente Concud, Campillo y Villastar, importantes localidades defensivas que protegen a la ciudad desde el norte, el suroeste y el sur […] sin la ayuda ni la presencia de ninguna Brigada Internacional, había lanzado una ofensiva que estaba obligando al enemigo a luchar en Teruel cuando se sabía que Franco había planeado ofensivas contra Guadalajara y otras en Aragón», escribió Hemingway.
Enseguida Teruel se convirtió en la batalla decisiva, que podía cambiar el rumbo de la guerra. Hacía pocas semanas que la ciudad había sido bombardeada por los aviones de fabricación soviética y atacada con la artillería republicana. Pero las tornas cambiaron rápidamente. Los bombardeos ahora eran del bando contrario, por parte de la aviación italiana, y desde Guadalajara se desplazaron tropas para sumarse a las fuerzas franquistas que ahora atacaban la ciudad y otras zonas de la provincia.
Sin embargo, a partir de enero de 1938 la situación empeoró en Teruel, con temperaturas que rondaban los 25 grados bajo cero, que ambos ejércitos tuvieron que combatir. Es un factor que se conoce como «General Invierno», y que ya afectó a Napoleón en Rusia, y diezmó a al Wehrmacht durante la Operación Barbarroja en la Segunda Guerra Mundial.
«Lo más grave era la falta absoluta de equipos de invierno, pues no se había dado a la División ni capotes o mantas, habiendo más de dos mil soldados sin manta y la mayor parte de los reclutas marcharon al combate vestidos de paisano […] Los defensores pasaban la noche en vela esperando el asalto, atenazados por heladas asesinas que obligarían a reducir a quince minutos los turnos de guardia para evitar la muerte por congelación de los soldados en los puestos de vigilancia, que a pesar de todo se produjeron en numerosos casos», escribió un comisario político en su informe. El frio acabó matando a unos 40.000 combatientes de ambos bandos, 18.000 bajas franquistas y unos 20.000 republicanos.
El frio acabó matando a unos 40.000 combatientes de ambos bandos, 18.000 bajas franquistas y unos 20.000 republicanos
Teruel fue el Stalingrado español, y se considera una de las más sangrientas batallas de la Guerra Civil española, en la que se calcula que murieron cerca de 100.000 combatientes en tan solo 71 días (54.000 bajas republicanas y 43.800 franquistas). «En esta región tan fría como un grabado de acero, salvaje como una ventisca de Wyoming observamos la batalla que podría ser la decisiva de esta guerra», comentó Hemingway en una de sus crónicas. La ofensiva republicana en Teruel funcionó, porque retrasó el avance de los nacionales sobre Madrid, sin embargo, el 22 de febrero de 1938 las tropas franquistas recuperaron la plaza.