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Voto femenino elecciones de 1933

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Día Internacional de la Mujer

El estatuto de Primo de Rivera que concedió el voto a las mujeres en 1924

Al afirmar que el municipio era la «base natural» del Estado y que la soberanía municipal residía en el pueblo, dicho Estatuto otorgaba el voto a las mujeres

El 14 de junio de 1925, el F.C. Barcelona se enfrentaba al C.E. Júpiter en el estadio de Les Corts. Con motivo del encuentro, la banda de la Royal Navy británica fue invitada para interpretar la Marcha Real. En cuanto empezaron a sonar las primeras notas del himno español, el público respondió con una sonora pitada. Esta era la forma que tenían los catalanes de mostrar su descontento con algunas de las medidas, tildadas de 'anticatanalistas', tomadas por Miguel Primo de Rivera.

Este había llegado al poder casi dos años antes, tras triunfar en su golpe de Estado de septiembre de 1923. Desde entonces, y con la aquiescencia del monarca Alfonso XIII, detentaba un poder prácticamente ilimitado. Tras erigirse en dictador, logrando para ello el apoyo, entre otros, de una parte de la élite regionalista catalana, Primo comenzó una política destinada a frenar el catalanismo, a la vez que prometía autonomía a regiones y provincias.

Quizás una de sus ideas más llamativas para lograr la creación de un Estado moderno, organizado y robusto, fue la de crear una serie de regiones, sustituyendo el modelo provincial por uno más parecido al actual de las Comunidades Autónomas. Eso sí, la Mancomunitat de Cataluña, nacida una década atrás, debía ser transformada y convertida en una más de esas regiones en que se dividiría España.

Primo desechó pronto ese plan y lo sustituyó por un modelo basado en la familia, el municipio y la provincia. Acabó con la Mancomunitat, pese a las voces discordantes entre algunos de sus colaboradores cercanos, y con ello perdió grandes apoyos en Cataluña como muestra el episodio ocurrido en el estado de Les Corts. El núcleo de España se hallaba en el municipio, por lo que Primo se centró en la reestructuración del Estado desde dicho ámbito.

La elaboración del nuevo Estatuto Municipal fue encargada por Primo a un joven político que había iniciado su carrera junto al conservador Antonio Maura: José Calvo Sotelo. Este lideraría un equipo estrechamente supervisado por la mano derecha del dictador, el general Severiano Martínez-Anido.

El Estatuto Municipal fue aprobado el 8 de marzo de 1924 y contenía un elemento que, aunque se suele pasar por alto, no carece de relevancia. Al afirmar que el municipio era la «base natural» del Estado y que la soberanía municipal residía en el pueblo, dicho Estatuto otorgaba el voto a las mujeres. Como el mismo documento rezaba, no hacerlo «constituía un verdadero ludibrio», al privar de este derecho a una parte válida de la población, al tiempo que se le concedía a los «analfabetos».

Por lo tanto, la obra de Calvo Sotelo recogía, por primera vez en la historia de España, el voto femenino. Además, las viudas y huérfanas responsables de menores de edad podían ser elegidas concejalas. No obstante, establecía unos requisitos que restringían mucho el derecho al voto: tan solo permitía votar a las mujeres solteras mayores de 23 años.

Este avance en derechos que suponía el Estatuto Municipal de Calvo Sotelo ha caído en el olvido, en parte porque el texto no llegó a aplicarse, al menos, completamente. Además, al introducirse en un sistema dictatorial, nunca se convocaron elecciones, por lo que ni hombres ni mujeres pudieron votar hasta la caída del dictador en enero de 1930.

Los varones concurrieron a las urnas en abril de 1931 y, si bien las mujeres debieron esperar hasta noviembre de 1933 para ejercerlo en la práctica por primera vez, ya habían obtenido ese derecho, a nivel municipal, casi una década antes.

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