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08 de septiembre de 2024

El jefe de la Milicia Popular de Investigación, Agapito García Atadell, (con gafas), saluda puño en alto acompañado de algunos de los milicianos que trabajan a sus órdenes

El jefe de la Milicia Popular de Investigación, Agapito García Atadell, (con gafas), saluda puño en alto acompañado de algunos de los milicianos que trabajan a sus órdenesEFE

Agapito García Atadell, el líder chequista que fue capturado por el cineasta Luis Buñuel

Buñuel fue llamado a Ginebra por el ministro republicano de Asuntos Exteriores, Julio Álvarez del Vayo, que deseaba contar con él en París para desempeñar labores de inteligencia

A finales de 1936, el cineasta Luis Buñuel se hallaba en París. El golpe de Estado del mes de julio le había sorprendido en la capital de España, pero su fidelidad al gobierno republicano le mantuvo a salvo y su posición le permitió interceder por sus amigos y allegados, aunque simpatizasen con el bando rebelde.

Sus labores no pasaron desapercibidas y, en el mes de septiembre, Buñuel fue llamado a Ginebra por el ministro republicano de Asuntos Exteriores, Julio Álvarez del Vayo, que deseaba contar con él en París para desempeñar labores de inteligencia. De esta manera, se desplazó a la embajada española en la capital gala, donde pasó a formar parte de una red de espionaje antifascista.

Allí Buñuel obtuvo información sobre un viajero español que acababa de desembarcar en Marsella y cuyo destino y equipaje habían levantado ciertas sospechas. El anónimo personaje se dirigía a Cuba con varias maletas repletas de dinero y objetos de valor, seguramente robados. Buñuel lo comunicó al embajador Luis Araquistáin, que se apresuró a informar al gobierno republicano. Este solicitó la extradición a Francia sin éxito.

La solución que se le ocurrió al gabinete no deja de ser sorprendente, dado el contexto: el gobierno permitió a Luis Araquistáin establecer una comunicación con los representantes del bando sublevado presentes en París. El barco, que zarparía de Marsella rumbo La Habana, debía hacer escala en Vigo y Canarias. Estos territorios estaban controlados por los franquistas, por lo que, con la información del embajador, el sospechoso podía ser capturado por ellos en alguna de esas dos ciudades. Sin embargo, al llegar a Vigo, las autoridades francesas se negaron a permitir el acceso a los españoles a su barco, aunque fuese para arrestar a un criminal. La última oportunidad pasaba por lograr su consentimiento antes de que zarpase de Canarias. Quizás por ello, tanto el gobierno sublevado, desde Burgos, como el republicano, desde Valencia, hicieron causa común y presionaron al gobierno francés que, finalmente, concedió su permiso.

Pero, ¿quién era este personaje descubierto por Buñuel y que había unido en su contra a republicanos y franquistas? Agapito García Atadell era un tipógrafo vinculado a la UGT y a la Agrupación Socialista Madrileña. Durante la campaña electoral de 1936 había formado parte de la escolta armada de Indalecio Prieto.

Al estallar la Guerra Civil su experiencia en dicho puesto le llevó a ser recomendado por el PSOE para liderar una milicia popular de investigación englobada dentro de la Brigada de Investigación Criminal. Aunque su trabajo consistía en mantener el orden en la ciudad de Madrid y desenmascarar a los simpatizantes del bando rebelde, la brigada de García Atadell pronto sobrepasó con creces su cometido. Instalado en el palacio de los condes de Rincón, en el paseo de la Castellana, su centro de operaciones se convirtió en una «checa» por la que pasaron centenares de detenidos.

En realidad, muchas de sus misiones contaron con el beneplácito de las autoridades por su contribución a la seguridad de la retaguardia, como el desmantelamiento de la Quinta Columna, la captura de espías o el descubrimiento de una trama que pretendía asesinar a los presidentes del gobierno y de la República, algo que el propio García Atadell difundió en la prensa republicana. En cambio, otras acciones no eran tan legítimas: su brigada también robaba y sometía a los sospechosos a juicios falsos.

Como resultado de estos procedimientos unas cien personas fueron ejecutadas, otras acabaron en prisión y, sólo en ciertos casos, se decretó su libertad. Por otro lado, la brigada García Atadell también retenía a personajes importantes para pedir rescates o se apropiaba ilegalmente de una parte del dinero y objetos de valor que encontraba en sus registros domiciliarios y que ocultaba a la Dirección General de Seguridad.

La propia Rosario Queipo de Llano, hermana del general sublevado, o la duquesa de Lerma, que le defendió en el juicio, llegaron a entregarse a Atadell en busca de protección y este las mantuvo a salvo hasta concertar un intercambio de prisioneros. La suerte de los reclusos dependía de la voluntad del propio Atadell, deseoso de emular las formas de vida aristocráticas.

A finales de octubre 1936, cuando la brigada García Atadell había hecho acopio de un suculento botín, este y sus colaboradores más cercanos decidieron huir. Llenaron varias maletas con los objetos de más valor y con el dinero requisado y emprendieron su viaje con destino La Habana. Buñuel, el gobierno republicano y, finalmente, los franquistas, frustraron sus planes de huida a su paso por Canarias. Agapito García Atadell fue capturado y trasladado a Sevilla donde fue juzgado, condenado a muerte y ejecutado el 15 de julio de 1937.

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