Dinastías y poder
El general Navarro: de héroe en Annual a víctima de los asesinos de Paracuellos
Quince años después de Annual, el veterano general Navarro, ya en la reserva y con mas de setenta años, era apresado y trasladado a Paracuellos
Fue uno de los valientes defensores de las tropas españolas en el monte Arruit. Cuando los nacionalistas rifeños pasaron a cuchillo a los pocos supervivientes del desastre, Felipe Navarro fue tomado como prisionero de Abd el-Krim. Su gesta debería estar escrita en letras de oro junto a la de bravos oficiales españoles que como Daoiz frente a los franceses o Eloy Gonzalo en Cuba, combatieron con bravura al enemigo.
Sin embargo, quince años después de Annual, el veterano general Navarro, ya en la reserva y con más de setenta años, era apresado y trasladado a Paracuellos. Asesinado por elementos afectos al Frente Popular. Junto a él se encontraba su hijo, el joven teniente de infantería Carlos Navarro.
Felipe Navarro Ceballos-Escalera lucía los galones de un exitoso expediente militar. Nacido en 1862, había pasado por la Academia de Caballería, la «guerra de Margallo» desencadenada por el ataque de las cabilas a los obreros que construían un fuerte a las afueras de Melilla en 1893 y la guerra de Cuba, tras la que España decía adiós a sus posesiones en las Antillas.
Casado desde 1886 con Casilda Morenés, baronesa de Casa Davalillo, título que tomará el matrimonio, e hija de los condes de Asalto, llevaba una brillante carrera militar que propició su designación como comandante general de Ceuta y más adelante de Melilla. Su hoja de servicios respondía a los principios de disciplina y patriotismo inherentes a la oficialidad del Ejército Español que hacía frente a los continuos hostigamientos de los nacionalistas rifeños. Era, además, un excelente jinete.
Pero desde la conferencia de Algeciras y sobre todo tras la firma en 1912 del tratado hispano-francés por el que se constituía formalmente el protectorado español en Marruecos, la guerra contra las cabilas rebeldes se recrudeció. Pocos meses atrás, en un intento de reorganización militar para empezar a dar solución al alto porcentaje de soldados de cuota, se había creado la unidad de Regulares como cuerpo de élite.
En 1921, en plena campaña de Melilla, llegó el desastre. Navarro era el segundo de Fernández Silvestre. El veterano general, en una decisión por la que pretendía hacer una incursión en territorios rifeños sin asegurar la retaguardia, desencadenó el horror de Annual: todas las piezas cayeron como en un castillo de naipes. Una terrible emboscada. Silvestre se enfrentó al enemigo y a la muerte y Benítez defendió la posición hasta el último hombre.
Felipe Navarro llevó a los soldados en retirada hasta el monte Arruit, a pocos kilómetros de Melilla. Esperaba auxilio. La decisión parecía la adecuada, pero los refuerzos tardaron. Los rifeños desbordaron la posición y tras la rendición como «prisioneros de guerra», los pasaron a cuchillo. Cerca de 3.000. Solo unos pocos oficiales se salvaron, retenidos para pedir un rescate. Entre ellos Felipe Navarro, cautivo en Axdir, capital de la teórica «República del Rif», renombrada como villa Sanjurjo (hoy Alhucemas), durante más de un año.
Fue liberado el 27 de enero de 1923. Después tuvo que enfrentarse a un consejo de guerra. «El procesamiento del general Navarro», titulaba La Correspondencia de España (5 abril 1923). ¿Quién había sido el último responsable de aquella disparatada catástrofe? El informe Picasso estaba en marcha.
Durante los días de la dictadura de Primo de Rivera y con Berenguer amnistiado, Navarro fue nombrado Jefe de la Casa Militar de S.M. el Rey. Era, además, Caballero de la Orden Militar de Calatrava. Aunque aquello duró poco: el 14 de abril de 1931 se proclamaba la II República. Navarro, ya como teniente general del Ejército, había pasado a la reserva.
En 1935, fallece su esposa. El matrimonio residía en la calle marqués de Riscal y había tenido tres hijos varones. Su hija Cristina, también se había implicado en la guerra del Rif como Dama de la Cruz Roja melillense a las órdenes de la duquesa de la Victoria. Pero a los pocos días del inicio de la Guerra Civil, un grupo de milicianos fue a buscar al veterano oficial a su casa y lo llevó a la cárcel Modelo. Él no había abandonado Madrid ese verano. Pudo volver a su domicilio, aunque ese mismo día, un 22 de agosto de 1936, era de nuevo apresado.
Dos meses más tarde, Felipe Navarro moría asesinado en Paracuellos del Jarama. Junto a él se encontraba el tercero de sus hijos, Carlos, teniente de infantería de veintiséis años. Aunque joven, había mostrado afición a la escritura y colaboraba en revistas militares. Llevaba poco tiempo casado con María Josefa Martínez de Avellanosa y tenían dos hijos. Residían en la calle Sagasta. Sus cuerpos, el del padre y el hijo, permanecen en el cementerio de aquel lugar. Felipe Navarro había sido compañero de armas de José Miaja y Vicente Rojo en Marruecos, aunque nada se hizo ante la barbarie descontrolada de 1936.