Fundado en 1910
Celestino Mutis

El sacerdote y botánico José Celestino Mutis

El tesoro botánico que llegó hace dos siglos a España procedente del Nuevo Mundo

El naturalista Humboldt alabó el proyecto botánico hispano, que integró a españoles de ambos hemisferios, escribiendo que «ningún gobierno europeo ha invertido sumas mayores para adelantar el conocimiento de las plantas que el español»

La Monarquía Hispánica de la Casa de Austria mostró un gran interés en conocer las riquezas naturales del Nuevo Mundo. En el siglo XVI se despacharon varias comisiones con el objetivo de inventariar la naturaleza, entre la que destaca la encabezada por el médico Francisco Hernández de Toledo a la Nueva España (1570-1577).

No en vano, Felipe II guardó como uno de sus más preciados tesoros, en la biblioteca de San Lorenzo de El Escorial, el manuscrito con los descubrimientos de Toledo, que incluía más de 3.000 plantas y 500 animales desconocidos en su momento en Europa. Sin embargo, a pesar del gran interés de la Corona, la falta de una estructura naturalista estatal y de un sistema científico unificado complicaba la clasificación del mundo natural.

Yapanga de Quito con traje que usa esta clase de mujeres que tratan de agradar por Vicente Albán

Yapanga de Quito, por el pintor quiteño Vicente Albán

El Siglo de las Luces fue testigo del avance integrador en el campo de las Ciencias Naturales, teniendo como protagonista al profesor de la Universidad de Uppsala (Suecia) Carlos Linneo (1707-1778), quien, basándose en la experiencia de sus predecesores, creó un método coherente para clasificar de las plantas (sistema sexual linneano) y les dio «nombres y apellidos» (nomenclatura binominal).

Este gran avance botánico en el mundo universitario, que supuso la creación de un sistema reconocido universalmente, se apoyó en las grandes potencias europeas, como Inglaterra y Francia, en las reales academias (Royal Society y Académie Royale des Sciences) y jardines botánicos (Kew Gardens y Jardin du Roi). Estos últimos pasaron de ser espacios de curiosidades a centros de investigación, siendo responsables sus directores de coordinar expediciones científicas que tendrán como fin herborizar los rincones del planeta.

La Corona española no será ajena a este avance científico como muestran sus reflejos al ofrecer, mediante su embajador en Estocolmo Jerónimo Grimaldi, la dirección de la Real Academia de las Ciencias a Carlos Linneo en 1751. A pesar de que la oferta fue declinada por el sueco, se crearán instituciones científicas. Por un lado, en 1755 se inauguró el Real Jardín Botánico a las afueras de Madrid (Migas Calientes), que posteriormente se trasladó a su actual ubicación en el Paseo del Prado en 1781.

Por otro, en 1771 se fundó el Real Gabinete de Historia Natural, gracias a la donación de la colección del guayaquileño Pedro Franco Dávila, que hoy se puede contemplar en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. La figura destacada en este periodo iniciático será el director del Real Jardín Botánico Casimiro Gómez Ortega (1771-1801), quien en mayor o menor medida pilotará las tres grandes expediciones botánicas a la América española que tienen lugar a finales del siglo XVIII (Perú 1777-1787, Nuevo Reino de Granada 1783-1808 y Nueva España 1786-1803), disponiendo en sus instrucciones que «la definición y descripción de cada planta seguirá los ya universalmente reconocidos principios y normas linneanos».

La inversión realizada en estas expediciones fue formidable. El naturalista y geógrafo prusiano Alexander von Humboldt, que analizó en profundidad los virreinatos españoles en su viaje a América (1799-1804), donde tuvo acceso a todo tipo de lugares y archivos, e incluso se reunió José Celestino Mutis (director de la Real Expedición Botánica al Nuevo Reino de Granada), afirmó en 1811 que «ningún gobierno europeo ha invertido sumas mayores para adelantar el conocimiento de las plantas que el español».

Se crearon estudios especializados en botánica y se formó a una excelente generación de científicos, que trasladaron múltiples plantas desde el nuevo al viejo mundo para su estudio, disponiendo de una extensa red de más 30 jardines botánicos repartidos por la península y Canarias para su aclimatación. Se incorporaron millares de plantas al sistema universal linneano y se editaron lujosas publicaciones que fueron usadas como herramientas de diplomacia científica, muy en boga en la Ilustración. Las expediciones botánicas no solo nutrieron con sus semillas los jardines botánicos europeos y diseminaron su producción científica por el norte de Europa, sino que forjaron toda una serie de instituciones dedicadas a esta disciplina en la América española.

En la América española florecieron los jardines botánicos, destacando, entre muchos, los de La Habana y Ciudad de México. Los estudios especializados se extendieron por las universidades, como demuestra que se crearon cátedras de Botánica, coetáneamente a las expediciones, en México (1786), Lima (1787) y Bogotá (1787). Las expediciones demandaron dibujantes para representar visualmente las plantas estudiadas que acompañaban a la descripción científica. Esto supuso la creación de centros de pintura botánica en América.

Mutisia Clematis, pintada por Salvador Rizo. Acuarela sobre papel

Mutisia Clematis, pintada por Salvador Rizo. Acuarela sobre papel

Unos serán más académicos, como la especialidad creada dentro de la Academia de Bellas Artes de San Carlos en Ciudad de México, otros más populares, como la escuela gratuita de pintura, dirigida por Salvador Rizo, en Santa Fé de Bogotá. Finalmente, las expediciones botánicas fundaron instituciones científicas paralelas, como son el Gabinete de Historia Natural de Guatemala (1796) y el Observatorio de Santa Fe de Bogotá (1803), que serán pioneras en todo el continente americano.

El mejor reflejo del avance integrador de las ciencias naturales durante la ilustración hispana es, seguramente, el intercambio efectuado entre las dos Españas, la europea y la americana. El conocimiento fue bidireccional y fortaleció las instituciones científicas de nueva creación en ambas orillas del Atlántico, como bien reflejan los casos de José Mariano Mociño y al neogranadino Luis Francisco de Zea. Ambos se formaron académicamente en América, desempeñándose con éxito en las Reales Expediciones de sus lugares de origen, para posteriormente ocupar cargos relevantes en la capital imperial a principios del siglo XIX. Mociño fue director del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, mientras que Zea fue director del Real Jardín Botánico de Madrid.

  • Fernando Dameto Zaforteza es historiador y autor de 'La economía política en las expediciones científicas ilustradas a la América española (1734-1810)'.
comentarios
tracking