
La gran inundación de melaza de Boston
Picotazos de historia
La gran inundación de melaza de Boston: el desastre que ahogó a la ciudad en 1919
El colapso del tanque produjo una enorme ola (¿tsunami?) de unos ocho metros de altura que arrasó todo a su paso. La ola alcanzó los sesenta kilómetros por hora
Permítanme unas explicaciones previas respecto al motivo del presente artículo. La melaza es un jarabe, un líquido denso y viscoso, resultado del proceso de la caña y del cual ya no es posible cristalizar más azúcar. Este jarabe contiene sales, sacarosa, glucosa, fructosa y rafinosa, los cuales son fermentables. Es por este motivo que, desde que se comenzó el cultivo y aprovechamiento de la caña de azúcar, le acompañó la fermentación de alcohol como aprovechamiento de los residuos del tratamiento de la caña.
De esta manera, la melaza se aprovecha para producir alcohol –el más conocido es el ron–, pero, más concretamente, se destina a la producción de etanol, el elemento activo de las bebidas alcohólicas y que «le da gracia al asunto». Sin embargo, el etanol también era –y hablo ahora en términos del año 1919– un ingrediente fundamental para la fabricación de los propelentes de las municiones y de los explosivos que contenían los diferentes proyectiles.
Ahora sitúense. El lugar: la ciudad de Boston, en el estado de Massachusetts (EE. UU.). En concreto, en el denominado North End, la parte más antigua de la ciudad, que daba al puerto del río Charles. La fecha: el 15 de enero del año 1919, pasado el mediodía (entre las 12:20 y las 12:30).

Mapa de Boston con el barrio de North End señalado con un círculo rojo
A pesar de la fecha, las temperaturas habían aumentado y no eran las propias de un crudo invierno en Boston. El día anterior se había desembarcado un importante cargamento de melaza, previamente calentada para reducir su viscosidad y facilitar el traspaso de las bodegas al depósito. Dentro de este, se depositó sobre otra carga de melaza, ya muy enfriada por las temperaturas exteriores, que había sido desembarcada unos días antes.
A partir de las 12:20 horas, la mezcla de ambas melazas provocó una dilatación que hizo colapsar toda la estructura. Se oyó un ruido atronador, seguido de otro que recordaba al disparo continuado de una ametralladora y que provenía de los remaches al ceder ante la presión que soportaban.
El colapso del tanque produjo una enorme ola (¿tsunami?) de unos ocho metros de altura que arrasó todo a su paso. La ola alcanzó los sesenta kilómetros por hora. La capa de melaza que dejó tras de sí llegó a los noventa centímetros de altura en algunas partes. Pero lo más importante era que la fuerza cinética de la ola se veía multiplicada por la densidad de la melaza. Como consecuencia, los muertos fueron 21 y los heridos, más de 150. Muchos de los fallecidos perecieron asfixiados por la melaza.

Daños en el ferrocarril elevado de Boston causados por la rotura del depósito y la inundación resultante
Este líquido, que había salido caliente del depósito, al encontrarse con las frías temperaturas del invierno, se fue enfriando y adquiriendo cada vez mayor viscosidad, taponando los orificios respiratorios de las víctimas y sofocándolas.
Rápidamente se movilizaron la Cruz Roja, la Policía, el Ejército, la Armada... Hasta un barco escuela que estaba atracado en el puerto desembarcó a todos los cadetes para que echaran una mano. Hace poco hemos visto las terribles imágenes que dejó la dana en Valencia; imagínense lo que debió de ser moverse en medio de una sustancia pringosa que se iba endureciendo y desprendía un olor dulzón hasta la náusea.

Cobertura de The Boston Post
La limpieza del barrio tardó meses. Participaron en ella cientos de personas, regando con agua del río Charles, que se extraía con potentes bombas, pero la pringue había llegado a toda la ciudad. Voluntarios, turistas, curiosos y habitantes del barrio habían transportado la melaza en sus zapatos, su ropa y sus manos. Boston se convirtió en la pesadilla de un maniático: no se podía tocar nada sin encontrarlo pegajoso por culpa de la melaza.
Si esta enfermante sensación no fuera suficiente, se sumaba el olor dulzón que todo lo saturaba y que se volvía cada vez peor a medida que subían las temperaturas, sin desaparecer completamente hasta muchos meses después. Pero lo peor vino con la llegada de insectos y alimañas, en proporciones bíblicas, atraídos por el tentador efluvio de los millones de litros de melaza distribuidos por la ciudad. Durante un par de años, vivir en Boston fue una experiencia poco gratificante y una herida para el orgullo de los bostonianos.
Tras la tragedia, se presentó una demanda colectiva contra la United States Industrial Alcohol Company, propietaria de la Purity Distilling Co. La compañía principal alegó no tener ninguna responsabilidad en el desastre y acusó a una inexistente conspiración anarquista de haber llevado a cabo un atentado, del cual ellos eran víctimas. No coló, y tuvieron que pagar una indemnización total de 628.000 dólares en 1922.
La Gran Inundación de Melaza de 1919 ha pasado a ser uno de los grandes hitos de la historia de la ciudad de Boston. Recientemente, se celebró el centenario del suceso y de sus consecuencias para la ciudad.